Buen martes a todos,
Dado que se aproximan las Navidades, creo que es una buena oportunidad para hablaros de uno de los libros más interesantes que he leído en este 2023. Si no sabéis que pedir que os regalen, esto seguramente sea una buena opción. A mí me suele costar dar ideas para que otros puedan cumplir con estas tradiciones cómodamente y sospecho que no soy el único, así que seguramente a alguno os solucione la papeleta.
Kevin R. Wittmann es un historiador del arte especializado en cartografía medieval. Lleva años divulgando sobre cartografía, historia y arte en Twitter, donde ha escrito maravillosos hilos como este sobre el mapa del bufón o este sobre las mujeres cartógrafas. Hace un par de años ya publicó un gran libro que analiza en profundidad el Atlas de Gerardus Mercator (que podéis buscar aquí), y en este 2023 nos ha regalado esta excelente joya con el nombre de La Huella de los Mapas.
Hace un par de meses tuve la oportunidad de acercarme a la presentación y conocer por fin en persona a Kevin, un gran tipo. Sirvió para ayudar a entender un poco mejor el porqué de este libro y la motivación para escribirlo. Ya que esto no es simplemente una cuestión de dar envidia, os dejo también la entrevista que le hizo Antonio Martínez Ron, donde podéis leer más sobre todo el contexto.
Como os podéis imaginar, tengo bastantes libros de mapas en casa. Tanto atlas de todo tipo como libros que hablan sobre diversas cuestiones relativas a la cartografía y los mapas. El tema me fascina, por lo que cada vez que me hago con una copia nueva, siempre existe la duda de si va a aportar algo nuevo. Y no hay duda, este libro aporta un punto de vista único y muchas cosas sobre las que había leído únicamente por encima o que directamente desconocía.
Lo más importante es que este libro no trata únicamente de mapas, sino que va mucho más allá. Explora cómo la humanidad a lo largo de su historia se ha relacionado con su entorno y ha tratado de entenderlo. Encontrarás muchos mapas al uso, sí, pero también historias fascinantes como la de los mapas de trenzas, que ocultaban las rutas de escape de los esclavos en San Basilio de Palenque, o las songlines australianas, las líneas de canciones con las que los aborígenes australianos mantienen la memoria de su espacio.
La cartografía, tal y como la entiende Kevin en este libro, es mucho más que los clásicos mapas que pretenden mostrar de forma fiel el mundo que nos rodea. Plasma con claridad que los mapas sirven un propósito, cubren una necesidad y que se pueden entender de muchas formas, incluso sin la necesidad de que su soporte sea el papel. De todos los ejemplos que se tratan en el libro, muy bien hilados, voy a tomar un par de ellos con los que estoy familiarizado y así podréis abrir boca.
Los mapas de T en O
Estos mapas se popularizaron en Europa durante la Edad Media. Es fácil saber de donde viene su nombre cuando te topas con alguno, o al menos si es alguno de los más simples: se trata de una T insertada en una O, tal como su propio nombre indica. La O exterior representa el gran océano que recubre todas las masas continentales, y las tres partes en las que queda dividido el círculo de la O representan Asia (en la parte superior), Europa (en la parte inferior izquierda) y África (en la parte inferior derecha). La separación de las masas continentales está representada, generalmente, con el mar Mediterráneo (África y Europa), el río Nilo (África y Asia) y el río Don (Asia y Europa).
Si lleváis apuntados a la newsletter algunos meses, recordaréis que ya os hablé de este tipo de mapas cuando indagamos en por qué el norte está situado en la parte superior de los mapas. Y bueno, es que este es un buen ejemplo de que esto no siempre ha sido así, ya que los mapas de T en O están orientados al este. En este mapa de Isidoro de Sevilla que veis más arriba, que también resultó ser el primero que fue replicado en una imprenta, están identificados claramente los puntos cardinales.
Estas representaciones cartográficas fueron muy populares en la Edad Media y se toman comúnmente como una forma de mostrar cómo se entendía el mundo dentro de la visión cristiana de los monasterios europeos. Aun así, como bien dice Kevin en el libro, es importante entenderlos dentro de su contexto. Todos los mapas medievales fueron concebidos por artistas, no por cartógrafos, y no buscaban ser fieles al territorio, sino que eran ilustraciones que acompañaban a obras mucho más complejas en contenido y objetivos.
Las cartas náuticas polinesias
Los habitantes aborígenes de las Islas Marshall, en medio del océano Pacífico, eran maestros de la navegación. Y no es para menos, necesitaban tener clara la forma de llegar de una isla a otra si no querían terminar a la deriva sin ninguna esperanza de salvación. Los europeos descubrieron esto bastante rápido, e incluso se sorprendieron de la facilidad que tenían los marshaleses para trazar de memoria mapas en la arena de la playa que resultaban ser muy fieles a la realidad. Ese conocimiento se preservaba con facilidad gracias a sus particulares cartas de navegación.
Este es uno de los típicos mapas de palos de navegación utilizado en las Islas Marshall hasta mediados del siglo XX, cuando nuevas tecnologías y modelos de navegación se introdujeron en el país. Este tipo de representaciones ayudaban a ubicar las islas existentes, mediante conchas, y los rumbos de navegación a seguir para llegar de una a otra, mediante las líneas. Las cartas de navegación eran tan personales como la forma que tenía cada individuo de surcar el mar, por lo que era común que cada persona tuviera su propia versión de la carta de navegación. En algunos casos, estos mapas también incluían información sobre el oleaje y la peligrosidad de cada ruta.
Los materiales también diferían de unos mapas a otros. En función de la materia prima disponible, las islas podían estar representadas por conchas, por piedras o únicamente como un cruce de líneas de navegación. Los nervios, por su parte, podían estar realizados en madera o en hojas de cocotero. En realidad, cualquier material que estuviera al alcance y sirviera para esquematizar la idea, podía ser de buen uso.
Una última nota, algo tangencial
Más arriba os puse dónde podéis haceros con el libro (aquí), pero os recomendaría que, en la medida de lo posible, intentéis comprarlo en vuestra librería de confianza. Esto suele servir dos propósitos que personalmente me resultan relevantes. El primero es que se ayuda a mantener una red de libreros que han ayudado históricamente a fomentar la lectura y la cultura. El segundo es que puede servir para descubrir a esos profesionales un libro que más tarde pueden incluir como parte de su catálogo y seguir recomendando a otros clientes.
Soy orgulloso poseedor del Mercator de Kevin y es tan maravilloso como se puede ser.
Gran recomendación, ya está agregada a la lista de deseos.
Soy nuevo por aquí entonces no se si ya sabrás de este libro pero creo que también es un buen regalo para los amantes de la cartografía. Se llama “Mapas literarios” de Huw Lewis-Jones.
Grande tu Substack, disfruto mucho leyéndote.
Saludos.