Buen martes a todos,
Ya estamos metidos de pleno en septiembre. Para mí y para muchos, este mes viene cargado de melancolía. Las razones son tan múltiples como las personas, sin lugar a duda. El verano, que suele ser la época del año en la que más socializamos, queda atrás. Los días comienzan a acortarse más rápido, los cielos se vuelven más grises y cada vez compartimos más tiempo con nuestra rutina. Siempre he defendido que la rutina está bien, porque nos aporta esa estabilidad que ayuda a que la cabeza funcione un poco mejor, pero después del verano suele costar algo de tiempo alcanzar ese equilibrio de nuevo.
Por suerte, llevo años con una cierta fortaleza mental que me permite ahondar con valentía los abismos de mi mente. Como en cualquier otra cabeza, en la mía hay zonas escarpadas, fantasmas del pasado, recuerdos dolorosos, preocupaciones y mucha, pero que mucha incertidumbre. Quizá el logro del que estoy más orgulloso ha sido el ser capaz de convivir con todo ello y así poder disfrutar de las mil y una cosas maravillosas que la vida nos ofrece. Lo bueno de conocerse es que me consta que en septiembre la lucha interna se aviva, al igual que sucede en febrero, pero de momento tengo herramientas para que el trámite se haga más sencillo.
¿Y por qué os cuento todo esto? Porque me consta que para mucha gente esto no ha sido ni es tan fácil. La depresión y la ansiedad son dos de las muchas enfermedades mentales que hacen cada día la vida más difícil a muchas personas. Todos pasaremos más de un bache en un momento u otro, es ley de vida, pero muchos nos tropezaremos de tal modo que nos costará levantarnos. Puede que nos haya sucedido ya, puede que sea algo que nos depara el futuro, o incluso podemos tener la suerte de que siempre nos podamos levantar con facilidad. En cualquier caso, es importante saber que hay gente cerca que puede necesitar que les escuchemos, tanto como tener presente que muchos otros estarán ahí para cuando necesitemos hablar.
Uno de los múltiples problemas de nuestra sociedad es que nos cuesta hablar de estos temas, y llevamos décadas intentando normalizarlos sin conseguirlo del todo. Por ello he querido dedicar la newsletter de hoy a esta cuestión, con un puñado de mapas para entender un poco mejor que es un problema global y sobre el que hay que actuar.
La ansiedad y la depresión
El trastorno de ansiedad y la depresión son, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los dos trastornos mentales más comunes. Según la estimación de este organismo, en el año 2019 había en el mundo 310 millones de personas con trastorno de ansiedad y otras 280 personas con depresión. Esto supone, respectivamente, un 4 % y un 3,6 % de la población mundial y, de forma conjunta, un 7,6 %. Dicho de otro modo, en este momento uno de cada 13 habitantes del mundo está lidiando con uno de estos dos problemas.
En 2021, Wellcome Global Monitor (WGM) publicó un informe en el que indagaba en este problema y aportaba algunos datos interesantes. Quizá el más llamativo e importante es el poder incapacitante del trastorno de ansiedad y la depresión. No estamos hablando de gente que está nerviosa o triste, estamos hablando de gente que no puede seguir con su día a día de forma normal durante periodos prolongados. En el estudio, que se realizó con 119.000 individuos de 113 países, se incluye una pregunta que intenta responder a esa cuestión: ¿Has tenido alguna vez ansiedad o depresión de tal modo que no puedes continuar con tus actividades diarias con normalidad por dos semanas o más?
El resultado a la pregunta fue abrumador. Un 19 % de la población mundial respondió que sí.
Las diferencias regionales son abrumadoras. Latinoamérica aparece claramente a la cabeza, con ocho países entre los que más ansiedad y depresión reportaron: Perú (49,3 %), Ecuador (42,7 %), República Dominicana (38,4 %), Bolivia (38,4 %), Venezuela (38,2 %), El Salvador (38,1 %), Chile (37,3 %) y Nicaragua (35,5 %). En los puestos más bajos prevalecen los países Asia Oriental, como es el caso de Taiwán (2,9 %), Camboya (6,9 %), China (8,6 %) o Japón (10 %). A la hora de evaluar esto es importante entender también que existen unas diferencias culturales que pueden afectar a los resultados de la encuesta. No en todos los países se habla con naturalidad de estos temas, ni se acepta públicamente que un problema mental ha podido afectar en tu vida.
El informe de WMG continúa e indaga en las diferentes formas en las que la gente lidia en cada región con estos problemas. En un mapa interactivo se puede observar cómo en Europa Occidental es relativamente común recurrir a ayuda psicológica para afrontar la situación (73 %), mientras que en Sudamérica este número desciende al 45 % y en África o el Sudeste Asiático se desploma hasta el 30 %. En la parte positiva, un 78 % de los encuestados que reportaron ansiedad o depresión sí que recurrieron a algún familiar o amigo.
Día Mundial para la Prevención del Suicidio
El pasado domingo 10 de septiembre se celebró el Día Mundial para la Prevención del Suicidio. Según datos de la OMS, se estima que cada año 10 de cada 100.000 personas decide acabar con su propia vida. La cifra es abrumadora, pero, a pesar de lo que pudiera parecer de forma intuitiva, es una cifra que está en descenso en casi la totalidad de países. La mejora en las condiciones de vida han ayudado en parte, aunque también ha sido importante dar visibilidad al problema y las políticas públicas. Lamentablemente, hay dos excepciones en México y Brasil, donde el número de suicidios ha aumentado de forma significativa en las últimas dos décadas.
Al igual que en el caso de la ansiedad y la depresión, es crucial entender la fiabilidad de la información. La OMS lleva publicando estos datos más de dos décadas, en parte apoyándose en los certificados de defunción de los distintos países, buscando aquellos que reportan muertes por heridas autoinfligidas. A causa de estigmas semejantes a los que comentaba más arriba, estos datos no son siempre fiables, ya que en algunos países aún existe un tabú que impide que las causas reportadas sean del todo veraces. Para solventar este problema en los datos, la OMS también incluye dentro de las estadísticas de suicidios un porcentaje de las muertes cuya causa no ha sido del todo esclarecida en los países donde hay indicios de los suicidios no se reportan con fiabilidad.
Las diferencias regionales en las tasas de suicidio reportadas por la OMS son llamativas, pero sin ninguna correlación aparente con el mapa previo sobre enfermedades mentales. En este caso destaca el sur de África, los países de la Antigua Unión Soviética y las Guayanas: Lesoto (87,5 %), Esuatini (40,5 %), Guyana (40,9 %), Surinam (25,9 %), Rusia (21,6 %), Lituania (20,2 %).
Pero uno de los hechos más llamativos es el importante sesgo de género que existe en el suicidio. Siete de cada diez personas que decide acabar con su vida son hombres, con tan solo un país en todo el mundo en los que la tasa de mujeres se acerca (Pakistán) y uno solo en el que la supera (Marruecos). En muchos otros países esta diferencia se dispara hasta los extremos de Ghana (10,5 hombres por cada mujer), Namibia (7,6), Venezuela (7,5), Polonia (7,4) o Ucrania (7,1).
Agosto y todo lo de después
Después de tanto dato apabullante, me apetece volver al tema con el que he comenzado esta newsletter de hoy. Para los que me conocéis o me leéis desde hace años, no es ninguna sorpresa saber que August and Everything After lleva siendo mi disco favorito desde que era un adolescente. Precisamente el próximo 14 de septiembre cumplirá 30 años el disco, que de algún modo, se ha convertido en banda sonora de mi vida.
El título es la frase que, en mi cabeza, mejor se describe lo que siento en el mes de septiembre, cuando llega cuando agosto se marcha. Pero las once canciones que constituyen esta magnífica obra de arte no se quedan ahí y se adentran en un complejo mundo gobernado por las enfermedades mentales. Adam Duritz, cantante de Counting Crows, compuso este disco como un álbum autobiográfico en el que recorre sus dificultades para lidiar con la depresión y los muchos intentos para salir del pozo.
En “Round Here” queda vigente la frustración cuando quieres huir adelante y, al final, terminas dándote cuenta de que el problema lo llevaste siempre en la mochila. “Omaha” ahonda en todo lo que queda cuando marchas, esa ausencia de propósito y dirección. “Mr. Jones”, su canción más reconocida, no es más que la idea de ahogar las penas en el alcohol y soñar con que llegue algo que consiga cambiarlo todo de forma radical. “Perfect Blue Buildings” nos muestra la resaca del día de después, cuando todas esas ensoñaciones desaparecen y vuelves a afrontar la realidad. “Anna Begins” es una canción de amor, pero también plasma el poso que queda cuando una buena historia llega a su fin, ese sentimiento agridulce que puede rescatar todo tipo de fantasmas. “Time and Time Again” lleva la depresión hasta el punto más bajo, cuando eres incapaz de superar un revés de la vida y poner rumbo al futuro. “Rain King” transforma la idea previa y lo convierte en una auténtica crisis existencial, desde el punto de vista de alguien que ha sido criado en una familia religiosa. “Sullivan Street” muestra una primera luz de esperanza, una nueva persona con la que compartir la vida y mirar al frente, pero que rápidamente se apaga sin mayor esperanza. “Ghost Train” es una muestra del camino que hay al fondo, uno que se anda sin llegar nunca a ninguna parte. “Raining in Baltimore” es el momento en el que hago hace clic y aparece la necesidad de buscar un anclaje, aunque en apariencia todo es frustración sin que nada parezca cambiar.
Y entonces “A Murder of One”. La última canción del disco habla del intento de ayudar a una amiga que está en una relación abusiva de la que no consigue salir. Una espiral en la que la amiga es incapaz de ver cómo ha sido anulada por completo y poco a poco está dejando de ser una persona independiente para convertirse en un mero apéndice de un abusador. A través de esta canción se canaliza toda la desesperación y la frustración, sobre todo cuando Adam Duritz termina la canción gritando de forma continua “Change, Change, Change” (cambia, cambia, cambia).
Estas once canciones no son ninguna solución fácil. No van a ayudar a nadie para que se levante de la cama y sonría a la mañana. Pero a mí sí que me ha servido para aprender a canalizar ciertos sentimientos y a ser capaz de entender un poco mejor lo que pasar por mi cabeza. Nosotros podemos ser nuestro peor enemigo, así que mejor aprovechar los momentos de bonanza para saber cómo vivir con uno mismo.
Muchísimas gracias por la mención:)
¡qué importante tratar tema del suicidio tan tabú!
Me encanta como hilas la actualidad con los mapas y con tus vivencias.
Qué bonito escribís, me transporta totalmente. ¡Gracias! 🙌🏼 A seguir creciendo, sanando, auto-cultivando y disfrutando. 😊