Buen martes a todos,
A los que nos apasionan los mapas, es común que los asociemos con su belleza o con la facilidad de transmitir gran cantidad de información de un simple vistazo. Pero a las muchas personas con algún tipo de discapacidad visual grave o ceguera, les resulta imposible disfrutar de la cartografía del mismo modo. Se estima que en el mundo hay más de 40 millones de personas con ceguera total y otros 180 millones que tienen algún grado de incapacidad visual, según datos de la Organización Mundial de Salud. Tratándose de una condición que afecta a tanta gente, no puede sorprender los muchos avances tecnológicos que en las últimas décadas están permitiendo a los invidentes el acceso a todo tipo de información, entre ellos los mapas.
Aunque a veces nos gustaría renegar del pasado, hemos de ser conscientes de que esta voluntad por facilitar el mundo al conjunto de la humanidad no siempre ha sido así. El progreso de integración de las personas ciegas en la sociedad ha sido lento y relativamente reciente. Si nos remontamos a la edad antigua o la edad media, la ceguera era una deficiencia que dejaba a cualquier individuo directamente al margen de la comunidad. Con la introducción de la imprenta en el siglo XV y el sutil avance de la alfabetización en las clases altas, el aislamiento de las personas ciegas no hizo más que aumentar, ya que este gran invento únicamente supuso una barrera más para su integración.
A comienzos del siglo XVIII, gracias a los avances en medicina que permitieron las primeras operaciones de cataratas y, así, devolver la vista a algunas personas que la habían perdido, algunos pensadores se comienzan a replantear el trato hacia las personas ciegas. El punto de inflexión lo encontramos de la mano de Denis Diderot y su ensayo de 1749 Carta sobre los ciegos para uso de los que ven, en el que el filósofo habla sobre su visita y entrevista a dos invidentes, uno de los cuales, Nicholas Saunderson, había logrado llegar a ser profesor titular de la Universidad de Oxford a pesar de su ceguera. Con ello, Diderot mostraba introdujo la perspectiva contrastada de que una persona ciega con acceso a una educación adaptada podía conseguir llevar una vida normal.
Von Paradis, Weissenburg y Haüy
Tener medios fue esencial a lo largo del siglo XVIII para que la ceguera no resultase en una condena al ostracismo. Ese fue el caso de Maria-Theresia von Paradis, quien tuvo la suerte de ser la protegida de la emperatriz María Teresa I de Austria. En 1762, cuando apenas tenía tres años, sufrió un episodio de convulsiones tras el cual perdió por completo la vista. Los mejores médicos de la corte no supieron encontrar una solución, pero, a pesar de su ceguera, la emperatriz se encargó de que von Paradis tuviera una educación con los mejores maestros y músicos, lo que le permitió convertirse en una pianista de renombre y girar por los mejores teatros y óperas de Europa.
La educación y medios utilizados por los profesores de von Paradis no difirieron de los métodos que se utilizaban para cualquier niño de la época. La única razón por la que esto no fue una limitación fue su magistral capacidad de memorizar y de aprender de puro oído. Para von Paradis esto había sido un claro handicap e, influenciada por los escritos de Diderot, comenzó una búsqueda que le llevó a conocer a Johann-Ludwig Weissenburg, quien cambió por completo su percepción del mundo.
Weissenburg nació en Mannheim, Alemania, en 1756. La viruela hizo que perdiera la vista a los cinco años y, durante años, tuvo una formación semejante a la que pudo haber tenido von Paradis. En 1772, Christian Neisen se convirtió en su nuevo profesor y rápidamente comprendió que los mismos mecanismos de aprendizaje difícilmente tendrían los mismos resultados en una persona invidente. Fue así como desarrolló un fascinante sistema táctil mediante el que introdujo a Weissenburg en el álgebra, el cálculo, la geometría y la geografía. Por primera vez, los mapas a relieve fueron utilizados en su educación, a los que Neisen además añadía hilos de seda para demarcar las fronteras entre países, cuerdas más gruesas para trazar los ríos, arena para identificar los océanos y agujas para situar las ciudades.
Valentin Haüy, un filántropo francés sensibilizado con las necesidades de las personas con ceguera, tuvo una relación cercana con Maria-Theresia von Paradis y, através de ellá, conoció el fascinante aprendizaje al que había tenido acceso Johann-Ludwig Weissenburg. Todo esto fue clave para que Haüy comprendiera que existía una forma de marcar la diferencia si utilizaba esta metodología en niños con ceguera de forma continuada y estructurada. Así es como funda en 1784 el primer colegio dedicado por completo a invidentes, L'Institution Nationale des Jeunes Aveugles, en París.
Perkins School y el primer atlas para ciegos (1837)
La Revolución Francesa hizo fracasar por completo el proyecto de Haüy. Su filantropía no estaba alineada con los intereses de los revolucionarios, por lo que su institución fue nacionalizada en 1793 y él fue condenado al exilio pocos años más tarde. Aún así, Valentín Haüy marcó un camino que fue seguido por muchos otros en distintos puntos de Europa, como fue el caso del New England Asylum for the Blind, fundado en 1791 en Liverpool, o en Estados Unidos, con el Perkins School for the Blind de Watertown, Massachusetts, en 1829.
Precisamente en la Perkins School es donde se conserva uno de los mapas más antiguos para invidentes. Fue encargado a Stephen Ruggles en 1830, con el objetivo de lograr un plano de la ciudad de Boston, la más cercana a Watertown, que pudieran leer todos los alumnos. Para ello, Ruggles tomó un tablero fino de madera y, sobre él, dibujó el plano de Boston con todas las calles. Después, recortó todo lo que no eran calles y lo pegó con pegamento sobre otro tablero de color verde, de tal modo que el mapa de la ciudad, con sus calles, plazas y puentes, podía apreciarse con el tacto. El resultado lo podéis apreciar en la siguiente imagen.
Siete años más tarde de este fascinante mapa de Boston, ve la luz en la Perkins School el que será el primer atlas para ciegos de la historia, con el título nada original de Atlas of the United States Printed for the Use of the Blind (Atlas de los Estados Unidos impreso para el uso de los ciegos). El atlas se imprimió sin el uso de tinta, ya que únicamente se valía de hojas gruesas de papel sobre el que se realizaba relieves que pudieran ser interpretados por los estudiantes. El libro estaba diseñado de tal forma que los invidentes no necesitasen de nadie para leerlo e interpretar toda la información de la que disponía.
El atlas incluía los mapas de los 24 estados que formaban parte de los Estados Unidos en aquel momento (aunque no exactamente, ya que Arkansas se convirtió en el 25º estado en 1836, pero no consiguió llegar a la producción del atlas). Hay constancia de que se imprimieron 50 copias, aunque únicamente se conservan cinco de ellas en la actualidad. La colección cartográfica de David Rumsey posee una copia, la cual ha escaneado con una luz lateral para que en la versión digital se pueda apreciar los relieves mediante las sombras proyectadas.
Un detalle relevante, que fácilmente podéis observar en la imagen del estado de Nueva York más arriba, es que la información de todos los estados colindantes, así como los números de la escala, está en letras latinas y no en Braille, como se podría haber inferido. La principal razón es que Louis Braille apenas había publicado la primera versión de su sistema de escritura una década antes y aún no se había establecido como sistema de escritura por defecto para invidentes. Hablaremos de ello más adelante.
En la introducción del atlas, el autor, Samuel Gridley Howe, aclara lo difícil que había sido históricamente crear mapas para personas ciegas y que, en casi todos los mapas logrados era necesario disponer de ayuda para la correcta lectura del mapa. Además, en un alarde de humildad, Howe afirmaba que la técnica de realce utilizada para crear los relieves era mucho más duradera que las anteriores. Sin que sea posible afirmar si Howe estaba en lo correcto, lo que sí que se puede afirmar es que su creación ha conseguido perdurar durante casi doscientos años y convertirse así en una fabulosa pieza de museo.
Otros mapas para invidentes del siglo XIX
A pesar de los grandes avances de las distintas escuelas especializadas en la educación a personas ciegas, la geografía siguió siendo una asignatura con unos medios rudimentarios. Muchos de los mapas utilizados, debido a los materiales, se deterioraban fácilmente y duraban pocos años. Aún así, algunos de ellos se conservan en distintos museos y la Perkins School tiene una selección de algunos de ellos online en esta colección de Flickr.
La creatividad era clave y, en algunas ocasiones, se combinaban distintos métodos y así poder aprovechar las distintas texturas a modo de leyenda con la que representar distintos hitos geográficos. En una línea muy semejante al primer mapa creado por Neisen para Weissenburg, nos encontramos este mapa de Sudamérica realizado en torno al año 1900. En él se puede apreciar cómo el contorno del continente está trazado mediante una cuerda, los ríos más importantes (Amazonas, Orinoco y La Plata) están representados mediante un hilo cosido sobre la tela de un cojín y todas las zonas montañosas simbolizadas con tachuelas.
Cuando había más medios económicos, algunas escuelas optaban por creaciones más resistentes en maderas y que, además, tenían una carga interactiva. Un ejemplo de ello es este mapa Europa creado en torno a 1900 en Alemania. En él nos encontramos con múltiples piezas de madera que pueden extraerse, cada una de ellas con la forma de cada uno de los países que existían en Europa en aquel momento. Además, un pequeño pin en cada pieza permitía situar la capital de cada nación.
En algunas ocasiones, los métodos táctiles utilizados para estos mapas se introducían en mapas para el público general. Es innegable su utilidad para mostrar relieves de forma más intuitiva, o incluso para que sea visualmente más atractivo. Quizá el mapa más fascinante de este estilo es el siguiente mapa publicado por la Royal Geographical Society de Londres en 1843.
Se trata de un mapa que tiene como objetivo describir el éxodo de los israelitas de Egipto a la tierra prometida, tal y como está relatado en las escrituras. Se puede ver a la perfección como nos encontramos con un mapa de la península del Sinaí, actualmente en Egipto, que se aprecia con un gran detalle de relieve. Además, la ruta seguida por los israelitas aparece marcada en una línea a relieve azul, con cuadrados intermedios que determinan las paradas que efectuaron en su camino al Levante Mediterráneo.
Y hasta aquí la newsletter de hoy. Empecé a escribirla hace unos días con la idea de recorrer toda la historia de la cartografía para ciegos en un sólo día, pero dado el gran volumen de información, he decidido dividirla en tres partes, por lo que las dos siguientes saldrán las próximas semanas.
Edición - Aquí está la serie completa:
Fuentes y más información:
The Blind in History and Society: Wisdom vs. Despair - Mehmet Emin Demirci
The Blind in French Society from the Middle Ages to the Century of Louis Braille - Zina Weygand
Before Braille: A Brief History of Visual Impairment and Education
BART Tactile Mapping Project of the Blind - LightHouse for the Blind and Visually Impaired
Mapas geográficos para personas ciegas y deficientes visuales - F. García Soria, P. Ruiz Prieto
Viniendo de una familia con personas ciegas, este tipo de newsletter es para doblemente agradecértela 😊.
Con ganas de leer —y leérselas— las sucesivas.