Buen martes a todos,
Hoy empiezo dando envidia. La semana que viene esteré de vacaciones, así que es probable que no sepáis nada de mí, pero prometo que estaré bien. Mejor que bien. Disfrutando de un descanso que, merecido o no, me lo voy a tomar.
Hasta que llegue el momento, toca ir cerrando asuntos varios, como si se tratase de la tormenta antes de la calma. Porque si de una cosa estoy seguro, es que la calma reinará la semana que viene. Esta vez ni siquiera me hago promesas de leer o de aprovechar para cosas que no tengo tiempo en otros momentos del año: será tiempo para mí y para hacer lo que me apetezca cada día. Si algún día me da por invertir el tiempo en no hacer nada, bienvenido será. Cero remordimientos.
Y mientras tanto, os traigo una newsletter breve sobre islas fantasmas y con historia muy chula que leí sobre el Nuevo París.
Islas fantasmas
Hace 2.500 años ya había mapas y estos ya se utilizaban para describir el mundo tal y como lo conocemos. Un ejemplo muy chulo es el mapa de Hecateo, que fue uno de los primeros de la antigüedad en intentar describir el mundo al completo, siguiendo las ideas establecidas previamente por Anaximandro. Pero claro, el trabajo de estos griegos era muy teórico y con una evidente falta de exploración del mundo al detalle. Sin una manera fiable de hacer un sondeo reglado del territorio, había que fiarse de lo que iban comentando unos marineros a otros sobre tierras lejanas. Y es así como terminó apareciendo la isla de Tule.
Piteas de Massalia, en el siglo IV a. C. fue el primero en hablar de la isla de Tule, como una nación situada seis días al norte de Gran Bretaña. Según el explorador griego, se trataba de un lugar tan al norte que el sol en pleno verano no se ponía. Con el paso de los siglos, esta isla no consiguió identificarse con ningún otro paraje con el que se topaban los marinos, pero, aun así, continuó apareciendo en los mapas de manera consistente, como bien muestra el siguiente extracto de la Carta Marina de Olaus Magnus.
La discusión se ha mantenido vigente hasta nuestros días y se han planteado multitud de localizaciones posibles, como Shetland (Escocia), Islandia o algún punto de Escandinavia. Un estudio llevado a cabo hace pocos años fue el último que intentó situar de forma exacta Tule, para lo que los académicos se guiaron las descripciones de Ptolomeo e intentaron redibujar la isla con los conocimientos actuales de cartografía y proyecciones. La conclusión fue que la isla descrita por los antiguos griegos tenía que ser Smøla, en Noruega, frente a la ciudad de Trondheim. El estudio no es concluyente y, en hasta cierto punto, es posible que jamás consigamos averiguar a qué isla se refería Piteas, si es que se refería a alguna en concreto, cuando introdujo la primera Isla Fantasma.
Después de Tule llegarían multitud de lugares descritos por marineros que más tarde resultaron no existir. No podemos decir que estos mentían deliberadamente, ya que es mucho más probable que todo fuera fruto de un cúmulo de deficiencias en medida, interpretaciones dudosas de las historias contadas por otros colegas y, por descontado, algo de fanfarronería.
La isla de Brasil, también conocida como Hy Brasil, fue descrita por primera vez en 1325, como un punto del océano Atlántico más allá de las costas de Irlanda. Después, continuó apareciendo durante varios siglos sin que en ningún momento se mantuviera estable, ya que ningún marinero lograba aportar información fiable sobre su situación. De hecho, algunos mitos irlandeses la describen como una isla oculta en la niebla que únicamente es visible un día cada siete años, pero sin llegar a ser alcanzable. En este mapa, parte del Atlas Catalán de Cresques Abraham, se puede apreciar la isla de Brasil, a medio camino entre Irlanda y Galicia.
Hay más de cincuenta islas fantasmas que se han documentado a lo largo de la historia y cuya existencia se ha repetido en varios mapas. Si únicamente pensamos en un navegante escribió y un cartógrafo pintó, sin que se repitiera en otras obras, podemos hablar de cientos de ellas. Las últimas durante el mismo siglo XX, como el arrecife que afirmó haber descubierto el francés Ernest Legouvé en medio del Pacífico Sur en el año 1902. Las autoridades francesas tomaron nota y, ochenta años más tarde, se mandó una expedición para obtener información detallada sobre el lugar, lo cual dio como resultado un fracaso absoluto.
He leído en algunas fuentes que el arrecife incluso apareció en la edición de 2015 del atlas de National Geographic. He intentado comprobarlo, pero no he conseguido hacerme con ninguna copia. Así que, si alguno lo tiene a mano, que lo eche un vistazo para contrastar. Se me antoja complicado que sea cierto.
El Nuevo París
En una línea semejante, leí este interesante artículo en Sandglass Patrol sobre la creación de un nuevo París. La historia se remonta a la Primera Guerra Mundial, cuando los bombarderos comenzaron a hacer estragos en distintas ciudades europeas. Estos se solían llevar a cabo en mitad de la noche, para guiarse, era muy útil para los pilotos poder guiarse de luces que indicasen la situación de la ciudad a bombardear.
Esto fue determinante para que el gobierno francés montase un auténtico espectáculo de ilusionismo, creando construcciones y luces en un bosque al noreste de París, con una estructura semejante a París y que pudiera valer para que los alemanes tirasen bombas en una zona, lejos de objetivos estratégicos y de la población civil. Y como no, de ello se conservan un par de mapas muy curiosos.
Este fascinante proyecto se quedó a medio terminar. Los bombardeos de París cesaron en septiembre 1918 y el armisticio llegó dos meses más tarde, cuando aún no se había finalizado el gran truco de distracción. Al final de la guerra, todo el trabajo fue desmontado y guardado en un cajón para siempre.
Cuando leo Tule me acuerdo de la novia (platónica, como no podía ser de otra manera cuando yo era chaval) del Capitán Trueno. Interesante post. Y descansa... en