Este proyecto, que incluye esta newsletter y el catálogo de mapas, lleva tiempo y dedicación. Si quieres apoyarlo, suscríbete y compártelo. Si además quieres ayudar a que sea sostenible, considera una suscripción de pago. Esto te permitirá, entre otras cosas, acceso a los monográficos y los mapas del mes.
Buen martes a todos,
Las siete maravillas del mundo antiguo me han fascinado desde pequeño1. Recuerdo haberme topado con ellas por primera vez en un atlas histórico que había por casa de mis padres, y me consta que busqué información sobre ellas en la biblioteca municipal en múltiples ocasiones. De algún modo, admirar aquellos monumentos del pasado me servían para comprender un poco mejor lo cambiante de la historia, con sus épocas doradas y los declives posteriores.
Con los años, me sorprendió aprender que, en realidad, esa idea de las siete maravillas del mundo antiguo es más o menos una construcción reciente, fruto de una comprensión limitada del mundo antiguo. Con Alejandro Magno y la expansión del mundo helenista, fueron muchos griegos los que visitaron lugares tan alejados como Persia, Mesopotamia o Egipto, recopilando cada uno su particular lista de monumentos icónicos. Pero por lo general, no por ser lugares extraordinarios, sino por considerarlos sitios que toda persona debía de visitar2.
En 1908, Wilhelm Heinrich Roscher, recopiló más de 18 listas que aparecían en distintos textos de la Antigüedad. Lo que posiblemente sorprenda a muchos de vosotros es que únicamente dos de las listas contenían los mismos edificios distintivos y que, entre todas, listaban hasta 22 monumentos en distintos rincones de Anatolia, Persia, Mesopotamia, Egipto, Grecia… e incluso Roma3.
Entonces, ¿cómo hemos llegado al consenso de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo?

Con el Renacimiento, Europa comenzó a obsesionarse con el estudio de la Antigüedad. De manera progresiva, la estética clásica se impone en la arquitectura y, en paralelo, continúa esa búsqueda de los grandes monumentos de la antigüedad. En 1540, el español Pedro Mejía publicó Silva de varia lección4, donde se incorpora la primera referencia moderna a las maravillas de la antigüedad, aunque ya él mismo menciona que hubo múltiples listas sin ningún tipo de consenso entre autores.
Tomando esa sutil idea como referencia, el pintor holandés Maarten van Heemskerck realizó una serie de dibujos en los que representaba las 7 maravillas del mundo antiguo. Philips Galle convirtió esos dibujos en grabados, publicándolos como Octo Mundi Miracula en 1572, logrando un gran éxito en toda Europa y, por consiguiente, estableciendo las que conocemos actualmente como las siete maravillas canónicas de la Antigüedad5.
Aprovechando estos grabados, hoy os contaré una breve historia sobre cada una de estas maravillas, las cuales únicamente coexistieron durante un periodo limitado de poco más de 50 años.
La Gran Pirámide de Giza

Las majestuosas maravillas de las pirámides, los reyes faraones
construyeron estructuras escalonadas, como monumentos para los enterrados,
las levantaron y mostraron los rayos del sol
para caer cerca, en el límite de la gran Memphis
Es, de largo, la más antigua de todas las maravillas en la lista, al haber sido construida en torno al 2600 a. C. Sorprendentemente, también es la única que se mantiene en pie en la actualidad. Si bien la maravilla canónica hace referencia exclusivamente a la pirámide de Keops, la más grande de todas, hay algunas listas en las que sí que se hacía referencia al conjunto de Pirámides de Giza, que también incluye las pirámides de Kefrén y Micerino.
En sus orígenes, la pirámide se elevaba hasta los 146,6 metros de altura, manteniéndose como la estructura más elevada realizada por el hombre a lo largo de 3.800 años6. También estuvo recubierta de piedra caliza blanca, la cual dotaba de un brillo característico a la pirámide. Al perderse ese recubrimiento, además de perder su brillo, también perdió algunos metros de altura.
Siendo la única de las maravillas que se ha conservado hasta nuestros días, podemos ver con claridad que Heemskerck jamás visitó aquel lugar y no tenía una buena descripción de cómo podían ser las pirámides. De alguna forma, esta diferencia sirve para tomar con cautela el resto de representaciones, posiblemente imaginativas y exageradas.
El Faro de Alejandría

Para los viajes, tú construiste, Ptolomeo, guía prudente,
Un faro para la noche, para que cuando la noche oscura se calmara,
Las antorchas brillantes, en lugar de la luna, iluminaran,
Para que las traicioneras orillas del Nilo pudieran ser abordadas con mayor seguridad.
Esta maravilla, tal y como dice el verso, fue construida durante el reinado de Ptolomeo II (280 - 247 a. C.), sobre la isla de Faros, en el Delta del río Nilo, cerca de la ciudad de Alejandría. Se estima que tenía unos 100 metros de altura y, según las descripciones que se han conservado, estaba compuesto de tres secciones: una base cuadrada, una parte intermedia octagonal y la zona de mayor altura circular. En la parte superior, el faro tenía espejos que permitían reflejar la luz del sol a largas distancias durante el día. Por la noche encendía un fuego que servía igualmente para que los marineros pudieran localizar el delta y adentrarse en el puerto de Alejandría sin peligro.
Entre 956 y 1303, tres terremotos ocasionaron graves daños en el faro, causando su ruina parcial y que el edificio fuera abandonado. En 1480, los restos fueron reutilizados para construir sobre el mismo lugar el actual Fuerte de Qaitbey.
Los Jardines Colgantes de Babilonia

Imperiosa, tras cortar la cabeza de su marido,
Semiramis ordenó que la elevada Babilonia fuera rodeada
por muros de ladrillo cocido y puertas con betún firme.
Se añadieron cien, y sobre ellas, su noble tumba.
Esta quizá sea la más polémica de todas las maravillas. En sus ilustraciones, Heemskerck se centró en la muralla de Babilonia, aunque esta maravilla cristalizó en la lista canónica con el otro gran monumento de la ciudad descrito en otras listas: Los Jardines Colgantes. Si solo fuera por esto no sería tan polémico, pero es que también es la única de las maravillas sobre la que no hay consenso sobre su existencia.
Hasta la fecha, no tenemos más que fuentes secundarias sin ningún tipo de resto arqueológico. Eso sí, hay textos clásicos que describen la obra de ingeniería con todo lujo de detalles: terrazas ajardinadas repletas de árboles y arbustos, junto a un sistema de riego que utilizaba un tornillo de Arquímedes para aprovechar el agua del Éufrates. Recientemente, ha habido algún historiador, como Stephanie Dalley, que han propuesto que, en realidad, la maravilla hiciera referencia a los jardines construidos en Nínive por Senaquerib.
Por el contrario, de las murallas de las que hablaba Heemskerck sí que tenemos restos arqueológicos. No solo tenemos constancia de los cimientos de las murallas7, sino que algunas partes monumentales se conservan con todo lujo de detalles. Y por supuesto, me refiero a la Puerta de Ishtar, que actualmente se preserva en el museo de Pérgamo, en Berlín.
El Templo de Artemisa

Un amazona construyó esto en Éfeso para ti, Artemisa, un
santuario sagrado, un lujoso y grandioso adorno asiático.
Un pantano sostenía sus profundos cimientos, colocados previamente sobre carbones,
para que la tierra permaneciera inmóvil en un terremoto.
El Templo de Artemisa estaba situado en la antigua ciudad de Éfeso, actualmente en la costa occidental de Turquía. Fue popular por su grandeza, aunque hay constancia de que fue reconstruido en al menos dos ocasiones, la última después de un incendio en el año 356 a. C. En su tercera etapa, se mantuvo en pie durante más de 600 años, hasta que en el año 391 d. C. el emperador Teodosio decidió clausurarlo de forma definitiva. Es posible que el edificio ya hubiera sido dañado durante las incursiones de los godos, en el año 268 d. C., pero su destrucción definitiva no tendría lugar hasta el año 401 d. C.
Su tercera fase fue la más grandiosa de todas. Se dice que estuvo edificado por completo en mármol, con unas dimensiones de 130 metros de largo, 70 metros de ancho y unos 20 metros de altura. Dicho así es difícil hacerse a la idea, por lo que es mejor decir que casi todas las dimensiones multiplican por dos las del Partenón de Atenas, uno de los edificios de este estilo más icónicos que se conserva en la Antigua Grecia. Además del tamaño, el Templo de Artemisa también incorporaba 127 columnas recubiertas de oro y plata, así como múltiples esculturas y motivos que lo convertían en un templo único.
La Estatua de Zeus en Olimpia

Elis, madre de Olympia, que señala Achaea
Con famosos juegos y récords, alberga maravillas:
Mostrando el Zeus de Fidias, tallado en marfil blanco,
Cuyo cabello y asentimiento una vez sacudieron el Olimpo.
Fidias posiblemente sea el escultor más reconocido de la Antigua Grecia. Entre otras cosas se encargó de la reconstrucción del Acrópolis de Atenas, así como de la icónica estatua de Atenea que se encontraba dentro del Partenón. Pero su obra maestra, según todas las fuentes clásicas, fue su estatua de Zeus en Olimpia. Con sus 12,4 metros de altura, la escultura del dios sentado ocupaba la mitad del pasillo del templo. La cabeza de Zeus se situaba tan cerca del techo del templo que daba la sensación de que, si se levantara, atravesaría la cubierta del edificio.
Fue construida en el año 435 a. C. y, con esta escultura, Fidias tuvo que solventar el problema del peso de la piedra. Para ello, creó una gran estructura de madera sobre la que puso placas de marfil y paneles de oro. El acabado final consistió en adornos realizados con pintura y ornamentos de ébano, marfil, oro y otras piedras preciosas.
Su grandeza se hace más evidente con testimonios como el del emperador romano Calígula, quien pidió que la estatua fuera trasladada a Roma y la cabeza de Zeus fuera reemplazada por la suya. Sabemos que esto no sucedió, pero no se sabe qué pasó exactamente con ella. Algunas fuentes barajan que fuera destruida con el templo durante un incendio en el 425 d. C., otras que pudo haber sido trasladada a Constantinopla y se destruyó con otro incendio en el año 475 d. C. Sea como fuere, la estatua no ha llegado a nuestros días y no hay registros de su existencia desde el siglo VI d. C.
El Coloso de Rodas

El Coloso, que se dice que medía 700 codos,
igual en masa a una torre, bajo el nombre del Sol,
estaba hecho de bronce hueco, con una caverna de piedra en su interior
y recibía honores sagrados entre los rodios.
Quizá lo más fascinante de esta maravilla es cómo ha quedado plasmada en el imaginario popular. Históricamente, se la ha representado a horcajadas en la entrada del puerto, obligando a que todos los barcos pasaran por debajo para entrar y salir de la ciudad. La realidad es que los estudios de ingeniería de las últimas décadas demuestran que esto no habría sido posible, ya que la estatua habría colapsado por su propio peso.
Eso sí, la realidad no es menos impresionante. Se construyó entre los años 292 a. C. y 280 a. C. bajo la dirección de Cares de Lindos y buscaba celebrar una victoria contra el ataque de los macedonios, aunque la estatua en sí estaba dedicada al dios Helios. Con 33 metros fue la estatua de mayor altura construida en la Antigüedad y, por si eso no fuera poco, estaba situada sobre una plataforma de otros 20 metros de altura. Para poner estas medidas en perspectiva, el Cristo Redentor de Río de Janeiro tiene una altura de 30 metros y está situado sobre una plataforma de tan solo 8 metros.
Su innegable grandeza fue posiblemente también su debilidad. Un terremoto en el año 226 a. C. lo rompió a la altura de las rodillas, tan solo 54 años después de su construcción. Hubo propuestas de reconstrucción que nunca se llevaron a cabo, y sus ruinas se mantuvieron en el suelo como atracción durante más de ocho siglos, que es posible a lo que haga referencia Heemskerck en la parte frontal de su dibujo. Cuando los árabes conquistaron Rodas, en el año 653 d. C., los restos fueron vendidos a un comerciante, poniendo fin a la historia de esta maravilla.
El Mausoleo de Halicarnaso

Desde la tumba de Mausolo, su esposa extrajo calor,
Implorando devoción eterna a sus cenizas.
Dando ejemplo, erigió una tumba, en la que
Los artistas esculpieron las mejores estatuas de mármol.
Mausolo fue sátrapa de Caria entre 377 a. C. hasta 353 a. C. y, a su muerte, se decidió construirle un sepulcro. Hasta aquí, posiblemente lo que pasaba con cualquier otro gobernante que moría en aquellos tiempos. Pero Mausolo, como si de un faraón egipcio se tratara, ya había comenzado a trabajar en la planificación de su tumba antes de su muerte. Su hermana se aseguró de que se llevara a cabo, completándose en el 351 a. C. El monumento funerario fue de tal calibre, que no solo se convirtió en una de las siete maravillas, sino que también dio nombre al término mausoleo.
El Mausoleo de Halicarnaso, llamado así por su ubicación en la capital de Caria, tenía una altura de 46 metros, y contaba con esculturas de los mejores artistas de la época. Dada su ubicación en la Anatolia, combinó influencias griegas, egipcias y persas, logrando un aspecto único. La tumba se mantuvo en pie hasta el siglo XV, aunque tras múltiples terremotos quedó derribada. Parte de sus restos forman parte del actual Castillo de Bodrum, reconstruido pocos años después de la destrucción de esta maravilla.
Bonus: El Coliseo de Roma

A estos se suma el poeta cuyo nacimiento Bilbilis presume,
La gloria sagrada del anfiteatro imperial:
Una estructura que imitaba la forma redonda del globo,
Hueca, albergaba a las multitudes y escenificaba sus juegos.
En todos los dibujos de Maarten van Heemskerck se percibe un cierto aura de fantasía. La fantasía de aquel que dibuja con unas vagas descripciones encontradas en libros antiguos y nunca ha tenido la posibilidad de visitar esos lugares. En todas menos en el octavo dibujo con el que termina su obra, el Coliseo de Roma.
Heemskerck sí que visitó durante su vida el Coliseo de Roma, tal y como muestra uno de sus autorretratos. Quedó tan fascinado por aquel edificio que no dudó en incluirlo en su particular lista de maravillas del mundo antiguo, aunque en esta ocasión no mostró el edificio en su momento de máximo esplendor, sino que lo representó derruido, tal y como él lo había conocido.
A pesar de formar parte de Octo Mundi Miracula, el Coliseo de Roma no logró entrar en la lista canónica de las siete maravillas, posiblemente porque no aparecía en ninguna fuente clásica. Aun así, sin los viajes a Roma y la fascinación por el Coliseo de Heemskerck es posible que jamás hubiéramos tenido esta fabulosa colección de grabados. Y quién sabe, quizá nunca se hubiera consolidado una lista de maravillas del mundo antiguo que sirvieran como referencia de lo que una vez fue grandeza, y de lo que ya no queda ni cenizas.
Me da la sensación de que comienzo demasiadas entradas con la afirmación de que algo me ha fascinado desde pequeño. Y bueno, aunque suene a cliché, es cierto. Era un chaval con inquietudes extrañas, aunque también me flipara jugar a las chapas y al baloncesto.
También hay historiadores que hablan de una posible mala traducción. Las primeras listas iban acompañadas del término griego theamata (θεάματα), que significa vistas o lugares que visitar, mientras que listas más tardías ya iban acompañadas del término thaumata (θαύματα), que sí que se puede traducir como maravilla. La similitud entre ambos términos es lo que hace sospechar de algún posible error de traducción.
Hoy me centraré en las 7/8 maravillas canónicas, pero posiblemente la semana que viene explore el resto.
Aquí está disponible por completo. El libro está escrito en castellano antiguo y es extremadamente denso. No merece la pena ni ojearlo, para ser sincero. Únicamente menciona a las maravillas en los capítulos 32 y 33.
Como suele pasar con todo el conocimiento que se centra en la Antigua Grecia y la Antigua Roma, la lista canónica de las siete maravillas peca de ser heleno-centrista. Cuando se confeccionaron estas listas había grandes monumentos en otros rincones del mundo, pero estos no eran conocidos para los autores griegos, quienes centraban toda su atención en el territorio que una vez llegó a gobernar Alejandro Magno.
Esta altura fue superada por la antigua catedral de San Pablo, en Londres, en 1087. También es posible que fuera superada por la estupa de Kanishka en el año 200, aunque no hay consenso sobre la altura real que llegó a alcanzar esta estructura.
Todavía hay más de un 80 % del trazado de la muralla que está sin excavar.
Qué buen repaso de las Siete Maravillas, me parece fascinante cómo algo que hoy damos por sentado en realidad es fruto de recopilaciones modernas, reinterpretaciones artísticas y un poco de fantasía. Al final, más que monumentos aislados, son un reflejo de cómo cada época quiso imaginar la grandeza del pasado.
¿No es curioso que todas las demás maravillas excepto las pirámides vivan más en la memoria y en los dibujos que en la piedra misma?
Maravilloso Miguel. Maravilloso. Como siempre. 😉
Gracias por estar. 🙏