Si te gusta lo que lees, no dudes en suscribirte. Para que este proyecto sea sostenible, además puedes apoyarlo con una suscripción de pago. Aquí puedes consultar todos los detalles.
Buen miércoles a todos,
Anteayer, como cualquier lunes, a eso de las 12:30 andaba preparándome la comida. Sí, posiblemente soy de los pocos españoles que comen tan temprano, pero me gusta presumir de ello. Estaba terminándome de hacer unos garbanzos, cuando de repente se marchó la luz. Aquí llega la parte más cómica de mi particular circunstancia. Durante toda la semana pasada, se me saltó el diferencial en repetidas ocasiones: cinco veces el domingo, otras cuatro veces el miércoles, y otras tantas el jueves. El electricista se había pasado el mismo miércoles para echar un vistazo y el viernes para arreglarlo1.
Con esa premisa, podéis imaginaros mi cabreo. No habían pasado ni tres días desde que me lo habían arreglado y ya estaba fallando de nuevo. Cuál fue mi sorpresa al llegar al cuadro de luz y ver que el diferencial no había saltado. Me asomé al portal y comprobé que ahí tampoco había luz, y rápidamente me empezaron a llegar varios mensajes, curiosamente en un orden muy oportuno. Primero, una vecina en un grupo de WhatsApp preguntó si teníamos luz en casa. Después, un amigo que vive en el piso de enfrente, comentando que se le había pirado la luz. Tras ello, un sobrino que vive a cosa de un kilómetro de mí, un amigo que vive en un pueblo de las afueras y entonces mi hermana diciendo que en Madrid tampoco hay luz.
Coño. La cosa era seria.
Pero la comida estaba a medio hacer, así que tenía que aprovechar que los garbanzos estaban calientes. Les eché una salsa de yogur que había preparado, y a zampármelos2.

La televisión no estaba disponible, así que, mientras me comía los garbanzos, iba pensando cómo iba a conectarme a la reunión que tenía a las 13:00. Los datos funcionaban sin problema y el portátil del trabajo aún tenía batería, así que pensé que eso sería suficiente. Pero claro, la red de telefonía móvil da lo que da. Lo mismo que yo seguramente lo supondríamos muchos otros. Logré avisar de que había un corte eléctrico importante en parte de España y que lo mismo no podía terminar la reunión. Y bueno, razón llevaba. La red móvil se hizo tan inestable que todo se cortó en apenas cinco minutos.
Volví a consultar los mensajes en el móvil y vi que tenía amigos de toda España que afirmaban no tener luz3. De hecho, nadie decía lo contrario. Me metí en Bluesky y estuve tanteando el panorama. Parecía que Red Eléctrica de España ya confirmaba que la avería era gorda y que se tardaría en recuperar el sistema. Vi que tenía un mensaje de mi madre diciendo que estaba preocupada. Sin nada más que hacer, y habiendo sido uno de los pocos españoles que comió anteayer caliente, decidí darme un paseo e ir a ver qué tal andaban mis padres.
La incertidumbre y la desinformación
Hace año y medio, traje por aquí la terrible historia del terremoto de Kantō en 1923. Lo que más me interesa de aquella historia no es el terremoto y el gran incendio posterior, sino como la incertidumbre afectó a la población. Un año antes de que se fundara la primera emisora de radio en Japón, no había una manera fiable de mantenerse informado, por lo que la imaginación de la población fluyó del modo más terrible posible.
Japón había ocupado Corea en 1910, y desde aquel momento se formó una importante resistencia que buscaba recuperar la independencia. Esa simple premisa hizo volar, a la misma velocidad que el fuego, un rumor que hacía responsable a los coreanos de aprovecharse del terremoto para incendiar la ciudad y robar. La población japonesa no solo abrazó ese rumor, sino que fue una consecuencia directa de al menos 200 coreanos asesinados en los días posteriores al terremoto.
Y por si hay dudas, no fueron los coreanos los responsables de aquel incendio, pero la desinformación sí que fue culpable de que fueran linchados.
Cuando iba camino de casa de mis padres, yo tenía mucha paz mental. Es lo que me suele pasar cuando no puedo hacer absolutamente nada ante el problema, es uno de mis superpoderes. Pero soy consciente de que la cabeza de todos no funciona igual. La incertidumbre puede ser abrumadora para muchos. Como mi madre, había millones de españoles y portugueses dando vueltas a qué habría podido pasar, cuando podría durar y cómo estaría toda la gente con la que no podían contactar.
Normalmente, suelo llevar música puesta cuando camino por la calle, pero anteayer me apetecía sentir el ambiente, entender cómo se sentía la gente. Había grupos de personas a las puertas de casi todas las tiendas, comentando cómo no podían seguir trabajando, ya que los datáfonos estaban caídos y casi todo el mundo paga con tarjeta hoy en día. Intenté ayudar a la dueña de una joyería a bajar el cierre automático, pero fuimos incapaces de encontrar la forma de activar el cierre manual. Pero lo que más me llamó la atención, fue la cantidad de gente que escuché elucubrar sobre lo que podía haber pasado. Todas esas opciones, fruto de la incertidumbre:
Mucha gente ampliaba el impacto del apagón mucho más allá de la Península Ibérica, incluyendo de forma consistente Francia, pero también Bélgica, Italia, Grecia e incluso Alemania.
Algunos afirmaban vehemente que el apagón había llegado a toda Europa.
Sin duda, el gran villano de las habladurías fue Putin. Era él quien estaba detrás de lo que estaba ocurriendo.
Un hombre dijo haber leído en el móvil que los moros eran quienes habían atacado a España, por culpa de la política exterior de Pedro Sánchez.
El modus operandi más popular que escuché fue el ciberataque. Es sin duda una palabra con tirón, entiendo que tuviera éxito.
También había quien comentaba sobre posibles incendios en estaciones que habrían desestabilizado la red eléctrica.
Todo eso lo escuché en los 30 minutos que tardé en llegar a casa de mis padres. Durante el resto del día, también escuché a quien echó la culpa a los coches eléctricos, o incluso a gente que barajaba que sería algo programado por Europa para ver si habíamos hecho caso y comprado el famoso kit de supervivencia de hace unos meses.
Ha pasado un siglo después del terremoto de Kantō, pero ese sentimiento inicial se repite. Sin luz, nadie podía conectar la televisión, y eran muy pocos los que tenían una radio de pilas en casa. La red móvil estuvo operativa en algunas localidades de España durante un tiempo, aunque a medida que las antenas consumieron sus baterías, la desconexión fue total. Era complicado mantenerse informado de una forma fiable, lo que facilitó mucho que la gente diera rienda suelta a la desinformación, y abrazase cualquier tipo de teoría que pudiera aportar un poco de paz a su incertidumbre.
Por suerte, como las consecuencias del apagón no fueron tan graves4, la incertidumbre no dio paso a la frustración, pero el caldo de cultivo estaba presente. Como no podía ser de otra forma, hay partidos que han intentado sacar provecho a esta desinformación campante para hacer campaña contra el gobierno en España. Y no hablo de las críticas legítimas que pueda haber sobre la prevención o sobre la gestión, sino que hablo de partidos que han abrazado muchos de los bulos y teorías para fortalecer su postura de oposición5.
Lo que realmente ha pasado
En el mundo existen múltiples redes eléctricas que cubren territorios de tamaño muy dispar. Dentro de cada una de esas redes sincronizadas de gran área, la electricidad se transmite a la misma frecuencia.

En la Península Ibérica se rige una de las más grandes del mundo, la cual mantiene interconectadas las redes eléctricas de gran parte de Europa continental, Turquía y el Magreb.
Esa interconexión entre redes nacionales aún tiene muchas limitaciones, a pesar de los planes de la Unión Europea. En la actualidad, esa interconexión entre Europa funciona tal y como muestra este mapa de El Orden Mundial.

Para entender los detalles dentro de la Península Ibérica, es muy descriptivo este mapa de 2005 publicado por Red Eléctrica de España. Ha habido algunos cambios en los últimos años, pero a grandes rasgos aún sigue vigente.
La red eléctrica opera en un continuo equilibrio entre la oferta y la demanda. Para ello, hay unas estimaciones de consumo, y los operadores eléctricos planifican una generación de energía acorde. Cuando esto se consigue, se mantiene la frecuencia estable de la red, 50 Hz en el caso de la Península Ibérica. Si eso no se consigue, aparecen desequilibrios en la frecuencia que los generadores intentan compensar.
Este símil que he leído a Marta Victoria me parece brillante para explicar este efecto. La frecuencia de la red eléctrica es como un barco en el que pequeños desajustes se intentan compensar de forma continua, del mismo modo que se compensan los vaivenes de un barco en alta mar. Cuando la demanda de energía cae y la generación se queda por encima, entonces la frecuencia aumenta. Si, por el contrario, falla un generador y la demanda se mantiene, la frecuencia baja. Esas desviaciones normalmente se compensan por los propios generadores de la red, de tal modo que el desequilibrio no retroalimente el sistema y lo desestabilice.
Lo que parece que sucedió el 28 de abril de 2025 en la Península Ibérica fue que dos grandes puntos de suministro de energía se desconectaron de la red en el lapso de 15 segundos6. Como consecuencia, la frecuencia se desestabilizó por completo, y algunos generadores se desconectaron de la red. La red francesa se desconectó de España y la frecuencia de España y Portugal se desacoplaron. Como resultado, el barco que se balanceaba terminó volcando. O, como lo han llamado en los medios, ocurrió un cero eléctrico7.
Recuperar una red eléctrica de este tamaño no es baladí. Para garantizar que la frecuencia se mantiene estable, hay que ir conectando partes de la red de forma sostenida y garantizando en todo momento ese equilibrio del sistema. Nunca ha sido tan simple como encender los plomos de una casa, aunque nos cueste entender la complejidad.
Epílogo
Después de pasar un rato con mis padres, decidí salir a andar. Estuve andando por las afueras de Segovia y por el centro de la ciudad durante más de cuatro horas. Aproveché para pensar en mis cosas y, de paso, cansar un poco al cuerpo ante la posibilidad de que la luz no volviera antes de acostarme. Mi predicción fue buena, ya que en Segovia nos tuvimos que ir a la cama sin que la luz hubiera vuelto, y sin ni siquiera saber en qué puntos de España había vuelto. Yo no tenía radio de pilas en casa, y la red móvil ya se había caído por completo. Eso sí, pude leer en la cama con una pequeña linterna que encontré por casa que me puse estratégicamente en el hombro.
En algún momento caí dormido. Sé que la luz volvió poco antes de las 3:30 de la mañana, ya que comenzó a pitar el frigorífico, quejándose del calor que había acumulado a lo largo del día. Tuve que apagar la luz del pasillo y la luz de la cocina, que se habían quedado encendidas gracias a esa manía que tenemos de pulsar interruptores al entrar a una habitación a oscuras, aunque no haya luz en casa. Cuando me acosté después de arreglar el sindiós, en apenas un par de minutos, me di cuenta de que mi teléfono aún no tenía datos. La red móvil seguía sin funcionar y el wifi de casa parecía no tener acceso a Internet.
Me desperté a las 7:30 de la mañana y aproveché para hacer todas las cosas eléctricas que se me ocurrieron. Me pasé la máquina para recortarme la barba y el pelo de la cabeza, puse una lavadora, aproveché para prepararme un café con leche caliente y terminé pasando la aspiradora. A las 8:40 seguía sin Internet en casa ni red móvil. Y llevaba ya más de 12 horas sin saber absolutamente nada del mundo. No fue hasta ese momento en el que me acordé de que, aunque no tenía Internet, sí que tenía una televisión conectada a la antena con la que podía enterarme de qué estaba pasando.
Tras ponerme al día y ver qué seguía sin red, opté por lo mismo que había optado el día anterior. Bajar a ver a mis padres, a ver si por su casa había Internet o red móvil, porque yo tenía que intentar trabajar en algún momento. Tuve suerte, allí me encontré con que sí que les funcionaba el Internet y, además de poder currar y justificar mi sueldo, también pude disfrutar de un cocido para comer.
Dos días de garbanzos seguidos, uno nunca se cansa de algo que le gusta.
De lo que sí se cansa uno es de la falta de comunicación. Puede ser que lo más llamativo del apagón fuera la falta de luz, pero para alguien que vive solo, el fallo en el sistema de telecomunicaciones termina pesando mucho más.
Quizá demasiado.
Nota adicional: Cuando dejo esto programado, a las 00:00 del 30 de abril, la red de Movistar aún no está operativa en Segovia. Cuando pensaba sobre este artículo en mis paseos del pasado lunes, tenía pensado hablaros de cómo cae una red de telecomunicaciones tras un apagón y lo complicado que puede llegar a ser restablecerla. En El País han entrevistado a un puñado de expertos que seguro que lo dejan bastante más claro de lo que yo pudiera haber conseguido.
Nota adiciona 2: También hablando del apagón, ha escrito esta historia y esta otra historia. Cada cual con su experiencia y su perspectiva, pero las dos muy recomendables.
Ahora tengo un diferencial rearmable, que además es menos sensible al ruido de la electrónica de mi casa. En principio, no debería de volver a pasar lo mismo.
Un plato de garbanzos, cocinados con bien de cebolla y comino, con una salsa de yogur casera, es un auténtico manjar. Tenéis que probarlo.
Antes de que alguien salte al cuello, no tengo amigos de Baleares, Canarias, Ceuta o Melilla que me escribieran. Allí se mantuvo el suministro eléctrico.
Lamentablemente, sí que ha habido víctimas, así que hay una cierta gravedad que no podemos negar. En el momento en que escribo esto, ya se ha confirmado la muerte de una mujer en Madrid por un incendio con una vela, otra mujer ha muerto en Valencia por no poder mantener su respirador en marcha, y otra familia de tres personas ha fallecido a causa de una intoxicación por los gases del generador que activaron para mantener un respirador en marcha.
Esta es la información oficial que se ha aportado hasta el momento en que programo esto, el 30 de abril de 2025 a las 00:00. A partir de aquí, todo con pinzas y entendiendo que la información oficial puede variar, en función del análisis y lo que se vaya averiguando.
Yo prefiero seguir hablando de apagón, todo sea dicho.
Unos buenos garbanzos de madre curan toda incomunicación.
Por cierto, me has hecho pensar en cómo serían las rumorologías cuando no existían sistemas de información masivos. Ahora nos quejamos mucho de la propagación de bulos por esos medios, pero son ellos los que pueden apagar un poco el ruido instantáneo que generamos los seres humanos ante acontecimientos de este tipo. Que las meras ocurrencias pronto se convierten en diagnósticos seguros. Somos primates estimulados por el chismorreo, como decía Dunbar. Tanto, que tuvimos que aprender a hablar para intentar dejar las cosas más claras.
Tú comes a las 12.30, yo te leo antes de las 6 mientras pienso en levantarme a por café, un saludo de parte de la España con horarios raros. Yo mantuve datos durante buena parte del día solo en el móvil del trabajo y, efectivamente, todos esos rumores que escuchaste ya andaban a sus anchas en la primera media hora. Así que yo, a pesar de tener bastante Internet decidí hacer como tú, dedicarme a la paz 😉 Me ha gustado mucho la explicación de la Red eléctrica, ha quedado muy claro.