Buen miércoles a todos,
Justo hoy se cumple un año desde que se publicó mi primer libro. Aprovechando el aniversario, voy a salirme totalmente de la temática de esta newsletter para hablar un poco de la experiencia que supuso escribir un libro1.
Quiero hablaros sobre lo mucho que aprendí con el proceso, incluyendo algunas cosas que me hubiera gustado saber de antemano. Me consta que las experiencias ajenas jamás contarán tanto como propias, ya que yo soy el perfecto ejemplo de que me gusta darme cuenta de la realidad por mí mismo, después de haber ignorado en repetidas ocasiones los consejos de personas que ya han pasado por ello.

Antes de seguir, dos disclaimers más. Como no debe sorprender a nadie, lo que escribiré aquí será mi particular experiencia. Habrá personas que hayan tenido experiencias distintas, mejores o peores, lo cual tiene mucho que ver con todo el bagaje que cada uno lleva a sus hombros y las expectativas que tienen sobre el proyecto. Tomadlo como tal. Por otro lado, yo escribí un libro de no-ficción, a medio camino entre el ensayo y la divulgación. Parte de lo que cuente únicamente aplicará a este tipo de libros, aunque otros puntos sí que serán relevantes para cualquier tipo de libro.
Y sin más, como me gusta decir: al atún2. El texto es un poco largo, pero tengo mucho que contar.
1. La elección de la editorial y la firma del contrato
En mi caso, puedo decir que tuve la suerte de que la editorial se acercó a mí para que escribiera el libro. Después de 13 ó 14 años manteniendo un blog y publicando en varias plataformas, me propusieron escribir un libro sobre la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 2021. El tema concreto que me sugirieron inicialmente no me parecía viable con las limitaciones sobre imágenes, así que planteé uno sobre propaganda. Esa segunda idea gustó, así que fue fácil llegar a un acuerdo.
El hecho de que la editorial me hiciera la proposición inicial, y que no fuera yo quien tuviera que buscar una editorial, significa que no tanteé diversas editoriales ni comparé las condiciones que me podrían haber propuesto otras. En aquel momento, tuve claro que era mejor seguir adelante con una editorial que me había buscado, ya que no estaba totalmente seguro de que fuera a conseguirlo3.
La gran desventaja de esta opción era que las condiciones venían ya preestablecidas. Me pautaron un tamaño aproximado para el libro y el contrato era genérico, sin ninguna opción aparente de negociación. De hecho, con ese primer contrato en mi mano no tenía claro ni qué cosas hay que mirar. A posteriori he hablado con muchos autores y trabajadores del mundo editorial, con lo que he comprendido que sí que hay cosas importantes:
Fecha de entrega del manuscrito. Yo creía que iba a ser capaz de hacerlo en 12 meses, y fue lo que firmé4. Es crucial asegurarse de que el tiempo que firmas se corresponde con el que necesitarás para escribirlo, contando que seguramente no puedas hacerlo a tiempo completo.
Dinero por copias vendidas. El formato físico siempre lleva un porcentaje menor (en torno al 10 %) que un formato digital (en torno a un 20 %). El audiolibro puede llevar un porcentaje aún mayor. Las editoriales intentarán negociar este número a la baja.
Tirada, copias promocionales y copias para el autor. Todos estos números se pueden y deben incluir en el contrato. Si esto no se incluye, las obligaciones no se establecen y luego puede haber sorpresas. El autor suele recibir directamente un número de copias de cortesía y más copias a un precio inferior al precio de mercado. Ese precio también aparecerá pautado en el contrato.
Duración del contrato. Los contratos poseen una serie de condiciones de extinción que, por lo menos, han de cumplir con lo estipulado en la ley de propiedad intelectual5. Respecto a la duración del contrato, es común firmar duraciones de 6 ó 7 años, pero puede ascender hasta los 15 años prorrogables.
Cesión de derechos a terceros. El contrato puede, y debe, incluir información sobre qué condiciones existirán si se cedieran los derechos del libro a terceros. Cuestiones como quién puede tomar esa decisión y qué porcentaje de los posibles beneficios se lleva cada parte (autor y editorial).
Condiciones de promoción. Dentro del contrato se pueden firmar condiciones de promoción y obligaciones, tanto por parte de la editorial como por parte del autor. En mi caso, puedo confirmaros que este punto lo obvié por completo.
Las editoriales, por lo general, son empresas con sus propios intereses. Como es esperable, van a luchar por unas condiciones beneficiosas para ellos, pero no se debe firmar nada con lo que no se está conforme. Hay editoriales que están más dispuestas a negociar que otras, pero para negociar es mejor entender qué condiciones se suele manejar en el mundillo.
Si algún día te ves en la gran situación de poder elegir con qué editorial quieres publicar, hay muchas cosas que debes tener en cuenta:
Las condiciones del contrato.
La capacidad de distribución. Las editoriales más grandes tienen más capacidad de distribución que las editoriales más pequeñas. En este punto no existe casi excepción.
La capacidad de promoción. Al igual que con la distribución, las editoriales más grandes suelen tener más capacidad de promoción que las pequeñas. Pero no siempre es así, hay editoriales pequeñas o de nicho que están muy bien posicionadas. O editoriales grandes que no están interesadas en la promoción de todos los libros que publican.
El trabajo editorial y de corrección. Hay muchas editoriales grandes que únicamente buscan publicar sin preocuparse de la calidad. Hay otras que cuidan la calidad de las publicaciones para asegurarse de que cumple los mínimos por los que se le conoce. En este punto, hay muchas editoriales pequeñas que cuidan al autor y le acompañan en el proceso, aunque también hay editoriales grandes que lo consiguen.
Además de todo lo dicho, si algún día te ves cerca de publicar en un libro, no dudes en contactar con algún autor o persona que haya trabajado en alguna editorial. Hay más gente de la que nos creemos dispuesta a hablar sobre su experiencia, y un poco de perspectiva siempre viene bien6.
2. La estructura del libro
Desde que tuve sobre la mesa un libro sobre propaganda durante la Segunda Guerra Mundial, tuve bastante clara la estructura. Cuando estuve estudiando Geografía e Historia, la propaganda en distintos periodos siempre fue algo que me fascinó, así como las estrategias y temáticas empleadas a lo largo de la historia de la humanidad.
En un libro de no ficción, creo que es clave tener en mente el objetivo que quieres lograr. No basta con escribir líneas y líneas de información inconexa, ya que, por muy bien que escribas, se pierde todo tipo de propósito e interés narrativo. Tenía claro que había tres cuestiones que tenían que debían quedar claras con el libro. La primera, que la propaganda es algo que ha existido a lo largo de toda la historia, pero que se fue sofisticando a medida que las estructuras sociales ganaron complejidad. La segunda, la Segunda Guerra Mundial como ejemplo de cambios en la forma de la propaganda en función del tipo de organización del poder. La tercera, que la tecnología tenía un papel esencial para explotar nuevas formas de llegar a la gente.
Las tres partes que tenía claras desde el principio, a medida que fui dando más forma en detalle, se quedaban cojas. Hablaba de la historia, hablaba de los actores principales y hablaba de los medios… pero me faltaban los objetivos. De algún modo tenía pensado incorporarlos a lo largo del libro, que de algún modo aparecen, pero sin su propia sección estructural se les priva de la importancia que realmente tienen.
Una vez tuve las cuatro secciones principales, planteé una serie de capítulos dentro de cada una de ellas, intentando buscar una cierta equidad. De algún modo, mi cabeza me pedía que todas las secciones tuvieran un número semejante de capítulos, y que cada capítulo tuviera una extensión parecida. Spoiler alert: Esta fue una de las ideas más absurdas que tuve. Cuando me puse a escribir, rápidamente se hizo evidente que cada capítulo pedía una extensión particular, y que eso no supone ningún problema.
3. El proceso de documentación
Con una estructura en mente, me metí a profundizar en mis conocimientos sobre propaganda. Ya había leído muchos libros sobre el tema, pero tenía la necesidad imperiosa de entender qué era lo que ya se había escrito y las estructuras por las que otros autores habían optado.
De algún modo, conseguí validar que la estructura que tenía en mente era más que válida y, de algún modo, novedosa. Hay decenas de libros mejor escritos sobre la propaganda durante la Segunda Guerra Mundial; sin embargo, todos se centran sobre estados o individuos concretos. A pesar de que puede ser más atractivo hablar sobre la propaganda soviética y nazi que sobre la estadounidense o la británica, creo que lo apropiado para representar la realidad de la época era otorgar igual peso a todas las industrias propagandísticas. Aunque no todas fueran tan sorprendentes como la soviética y la nazi, sí que jugaron un papel esencial en cada uno de sus países.
El problema con la documentación fue que rápidamente caí en un pozo y me tiré seis meses en los que únicamente leí. En total consulté más de 200 fuentes, y tomé notas para todas las secciones que había planteado. Me leí once libros de referencia sobre propaganda, leí partes de más de 50 y ojeé más de 150 artículos académicos y tesis doctorales para atar de la mejor forma posible algunos datos.
Uno de los planteamientos que me exigí fue incluir los ejemplos imprescindibles, por su importancia histórica, pero asegurarme de que también escogía otras muestras de propaganda menos manida para que quienes ya supieran sobre propaganda también encontraran en el libro algo que les aportase valor.
Seis meses suponía la mitad del tiempo que había prometido a la editorial, pero aún creía que sí que sería capaz de conseguir entregar un manuscrito a tiempo.
4. El proceso de escritura
Y entonces me puse a escribir.
El primer error fue intentar empezar por la introducción. Gasté una semana intentando escribir esta sección. No fue hasta que hablé con una amiga sobre el bloqueo que me percaté de lo evidente: aunque crea que sepa lo que va a contener el libro, aún no lo sé fehacientemente. ¿El resultado? Las cuatro páginas de la introducción las escribí justo al final, tardé menos de un día y lo hice pocas semanas antes de entregar el manuscrito.
El segundo error se hizo evidente al escribir el primer capítulo. A pesar de haber consultado muchas fuentes, ya habían pasado meses desde que las había leído la última vez. Las notas ya no eran suficientes por sí solas y me tuve que volver a meter a fondo en mucho del material que ya había consultado.
Cuando me quise dar cuenta, estaba volviendo a realizar de nuevo todo el trabajo de documentación, sin que aparentemente hubiera servido de nada el curro inicial. Y no solo eso, el propio proceso de escritura me llevaba a afirmaciones que pedían más documentación sobre cuestiones muy concretas, lo que me llevó a expandir aún más el proceso de documentación.
La conclusión de esto, que ahora me resulta evidente, es que tenía que haber comenzado a escribir desde la primera semana. Una vez que tienes la estructura y te documentas para un capítulo, la mejor manera de conseguirlo de forma coherente es escribiéndolo. Es la única manera de encontrarte con las incoherencias y los agujeros en la historia que quieres contar. Es más, tan solo escribiendo es cuando te percatas de que las manos te llevan a escribir afirmaciones… de las que no tienes realmente pruebas. Mi cabeza me jugó muchas malas pasadas, ya que estaba convencido de multitud de cosas que, o bien no pude comprobar, o bien eran directamente falsas.
Todo esto que os estoy contando, además de algo de frustración inicial, también provocó que mis estimaciones de seis meses para terminar el manuscrito eran totalmente irreales. Enseguida se hizo evidente que llegaría al menos tres meses tarde, de lo cual tuve que informar a la editorial. No pusieron ningún problema.
Entonces apareció el tercer error: sobreestimar mi control sobre la vida. Trabajar por cuenta ajena, en cuestiones de algún modo sociales y creativas, consume mucha energía. Tanto que, muchos días, después de trabajar, era totalmente incapaz de ponerme con el libro. Mi cerebro estaba totalmente frito y me pedía algo que no fuera mentalmente exigente. A esto hay que sumar que la vida también tiene sucesos impredecibles que te secuestran por completo durante días o semanas. Como resultado, otros seis meses más de retraso.
De los 12 meses que había prometido, que yo me había dividido mitad y mitad en documentar y escribir, resultaron siendo 21 meses. Llegué claramente tarde, y tengo que agradecer a la editorial la paciencia que tuvieron7.
Un apunte relevante más sobre la cuestión de la escritura. Escribir en papel no tiene nada que ver con escribir en blogs, newsletters o medios online. Aunque es perfectamente legítimo mantener tu voz, la forma de escribir es recomendable que se adapte al medio para que se pueda consumir mejor. Aunque lo hagamos de forma inconsciente, todos tenemos expectativas distintas sobre un texto que te encuentras en una web que sobre lo que lees en un libro que te has comprado. Cuando eres el que lo escribe, has de intentar honrar esa expectativa8.
5. La figura del editor y del corrector
Como ya he dicho antes, no todas las editoriales dan la misma importancia al trabajo editorial. Y, desde mi humilde punto de vista, es posiblemente uno de los mayores valores que puede aportar una editorial.
El editor de un libro, por lo general, trabaja para la editorial9. Existen varios tipos de editores, dependiendo de sus desempeños en el proceso, pero simplificando mucho su trabajo en una editorial, puede abarcar las siguientes labores:
Elección de libros a publicar:
Evaluar propuestas y temáticas para libros.
Buscar y seleccionar escritores para escribir libros.
Negociar contratos, fechas de entregas y otras condiciones.
Supervisar todo el proceso de creación del libro:
Elección y estructura de los contenidos.
Longitud de los textos.
Gramática y estilo de redacción.
Fuentes documentales.
Elección de título.
Diseño de cubierta.
Soporte en aspectos legales y derechos de autor.
Promoción del libro.
Diseñar una campaña de lanzamiento.
Enviar copias para conseguir posibles reseñas.
Acordar entrevistas.
Montar presentaciones del libro.
En mi caso, en particular, el trabajo del editor no cumplió mis expectativas. También os digo, nadie me prometió que fuera hacerlo, eran mis expectativas y no promesas o cosas de las que hubiera hablado con la editorial al firmar el contrato. Una vez tuvimos el acuerdo para escribir el libro, el editor no tuvo ningún interés en hablar conmigo hasta que tuviera el libro escrito y estuviera listo para el proceso de corrección.
Esto me obligó a buscar gente de mi entorno que me ayudase en algunas de las tareas que, generalmente, debe cumplir un editor. Muchos de los compañeros con los que estudié historia revisaron la estructura del libro para ver si se me escapaba algo que fuera fundamental. También revisé la estructura con muchos amigos, más o menos interesados en la materia, para asegurarme de que podía despertar un interés entre gente ajena a la materia10.
Una vez comencé a escribir, también contacté con dos amigas que han dedicado gran parte de su vida laboral a escribir y corregir textos. Con ellas trabajé en cuestiones de gramática y de estilo. Necesitaba ojos que fueran capaces de encontrar vicios que pudieran resultar molestos, y también entender en qué aspectos de la escritura debía ser coherente a lo largo de toda la obra. Por poner dos ejemplos tangibles, para que se me entienda mejor: me ayudaron mucho a no abusar de las subordinadas que utilizaban el gerundio y a no abusar de los adverbios terminados en mente. Cuando escribes un artículo en la web, estos vicios no resultan molestos, ya que no se suele leer contenido del mismo autor de continuo, pero en un libro puede ser algo que saque al lector del texto con facilidad.
Tres personas leyeron el libro por completo una vez terminé de escribirlo. A cada uno le pedí que lo leyera con una perspectiva distinta. Virginia se centró en el aspecto más gramatical y de estilo. Resulta que tenía muchos más vicios de los que era consciente. Y ojo, sigo teniéndolos, pero al menos ahora soy consciente de muchos de ellos. Elena lo hizo para asegurarse de que fuera ligero y entendible para alguien no ducho en estudios históricos. Sus aportaciones me sirvieron para aligerar un poco la forma de escribir y que no resultase excesivamente académica y, de algún modo, impostada. Vamos, que me dirigió para recuperar mi voz y que no quedase totalmente aséptico. Por último, Genís realizó una lectura con la lente del historiador, buscando que no hubiera ningún gazapo terrible y que tampoco se me hubiera escapado nada imprescindible. Entre otras cosas, si no hubiera sido por Genís, habría cometido el imperdonable error de no incluir al Acorazado Potemkin.
Por último, además de releer el texto un par de veces, pasé un software por el libro para identificar qué palabras y expresiones eran las que repetía con mayor frecuencia. Repetir, per se, no está mal, a no ser que suene repetitivo. Gracias a esto me di cuenta de algunas expresiones y palabras que llegaba a utilizar hasta 4 ó 5 veces en la misma página, lo que terminaba siendo inevitablemente cansino. Este trabajo distó mucho de ser perfecto, pero dado el soporte que había tenido en el aspecto editorial, no confiaba en que el proceso de corrección fuera a estar a la altura que esperaba cuando firmé el contrato.
6. La figura del corrector
Y bueno, estaba equivocado. El trabajo de corrección fue magnífico.
Una vez entregué el texto a la editorial, la correctora lo tomó y me lo devolvió corregido en tan solo un par de semanas. No solo corrigió todas las cuestiones de estilo para que el libro estuviera acorde con el resto de libros de la editorial, como el uso de comillas, cursivas, las citas o las referencias, sino que también corrigió muchísimos gazapos, erratas y errores gramaticales que tenía a lo largo de todo el libro.
Me sorprendió especialmente el trabajo de corrección en algunos de los títulos y referencias que aparecen de otras lenguas, no solo en los títulos de algunos libros y películas que aparecen en italiano, inglés, francés o alemán, sino que también corrigió de forma adecuada títulos que estaban transcritos del japonés.
Aun así, es fascinante que después de que la obra esté impresa, cuando recibes el primer libro, te topas inmediatamente con un puñado de erratas. Esto es algo muy común, ya que muchos ojos mirando el mismo texto y cambiando por aquí y por allí, finalmente es fácil que algunas cosas se escapen.
7. La elección del título y la portada
Esto fue uno de los momentos de mayor frustración y, por lo que he hablado con otras personas que han publicado libros, coinciden en que suele ser algo común. Había comenzado a escribir el libro en septiembre de 2021, entregué el texto en julio de 2023 y en febrero de 2024 fue cuando comenzamos a discutir sobre el título y la portada. Yo tenía una idea clarísima que aún no se me ha quitado de la cabeza.
El título que quería era “La batalla en la sombra” y el subtítulo “Propaganda en la Segunda Guerra Mundial”. Me parecía un título fácil de recordar, ligeramente poético y una expresión que no se había usado hasta la saciedad. El subtítulo proporcionaba el contexto necesario para dejar claro de qué trataría el libro, para que no llevase a equívocos. En mi cabeza tenía que funcionar a la perfección, pero claro, yo no me dedico al mundo editorial como sí que lo hace la editorial.
El título que me propusieron fue “La batalla de la propaganda en la II Guerra Mundial” y el subtítulo original tenía cuatro líneas que no voy a reproducir aquí. Después de dos años y medio trabajando en el libro, yo ya tenía ganas de que se publicase, así que mis ganas de discutir estaban muy limitadas, así que tenía que elegir bien mis batallas. La única condición que planté a la editorial fue que el subtítulo tenía que reducirse a una sola línea, para lo que eligieron “Carteles, eslóganes, discursos y guerra psicológica”. Me conformé. Y digo que me conformé, a pesar de que no me quedé del todo conforme. En ningún momento del libro utilizo el término guerra psicológica, porque no creo que sea del todo correcto.
Para la portada yo también tenía una idea clara. Quería que se utilizara este panfleto que lanzaron los alemanes sobre Inglaterra durante los bombardeos de 1944. Se trata de un panfleto que se utilizó hace más de 80 años y es posible que copias concretas estén sujetas a algún tipo de copyright, algo de lo que se tendría que haber encargado el editor. En su lugar, terminó siendo esta portada, que, a mi parecer, puede ser más llamativa, pero le quita mucho peso y seriedad al libro. De nuevo me conformé, porque no era una batalla que tuviera ganas de luchar.
Creo que una de las consecuencias directas de la elección de la portada, el título y el subtítulo, fueron las expectativas que generó el libro. El libro no tiene imágenes11, pero ese subtítulo elegido lleva a confusión, tal y como me ha comentado mucha gente en persona, por email, por redes sociales e incluso en una de las tres reseñas que tiene el libro en Amazon. Una queja que, a mi parecer, es legítima. Y que se podría haber evitado.
8. La publicación y la promoción
Un detalle interesante es que me enteré de la fecha de publicación apenas dos semanas antes, justo cuando yo iba a estar de viaje en Colombia. Me pareció desafortunado, pero había poco que podía hacer al respecto y tampoco me resultó un problema per se. Pero sí que hubo un par de cuestiones relacionadas con la publicación que no me gustaron.
En primer lugar, el libro se registró con un autor erróneo inicialmente en Dilve, lo que ocasionó que tuviera en prácticamente todas las librerías y webs un nombre de autor erróneo: Miguel García Vizcaínos en vez de Miguel García Álvarez. Cuando les comenté el error, apenas diez días antes de que se publicase el libro, lo corrigieron, pero aún se puede encontrar el error en muchas librerías que tomaron los datos en el momento en que recibieron las copias.
La segunda es el precio. A pesar de ser un libro de 300 páginas que no tiene ninguna imagen, se puso a un precio de 27 euros. Aquí volvemos a lo que ya he comentado al principio: una editorial es una empresa cuyo objetivo es ganar dinero. Entiendo que realizaron las cuentas en función de la tirada y las expectativas de venta, y a partir de ahí eligieron un precio. La calidad de impresión es buena, pero 27 euros me parece un valor de venta excesivo, se mire como se mire.
El libro se publicó y me mandaron las copias acordadas. En el aspecto promocional, no tengo constancia de si mandaron copias a medios. Dado que Pinolia, la editorial, está participada por Muy Interesante, la revista sí que incluyó algún artículo sobre el libro, tanto en la web como en la versión impresa. Además de eso, me invitaron a firmar en la Feria del Libro de Madrid, lo que fue una experiencia maravillosa12.
Pero más allá de eso, no hubo ninguna presentación, ni organizaron ninguna entrevista con medios. A mí, personalmente, me contactaron de algunas radios13 e incluso participé en el podcast de Casus Belli, y sé que la editorial les proporcionó copias del libro, pero fue a petición de quienes me querían entrevistar.
Evalué realizar una presentación y montarla por mi cuenta, pero me encontré con más trabas de las que pensaba, lo que me fue echando para atrás, hasta que finalmente tomé la decisión seis meses más tarde de no hacer ninguna presentación.
9. Más cosas buenas
Quizá algunas de las críticas o baches con los que me he topado en todo este proceso hagan parecer que fue agridulce, pero nada más lejos de la realidad. Fue una experiencia magnífica, en todas sus fases, y aprendí muchísimo sobre el proceso de escribir y publicar un libro. Como suele pasar en muchos casos, yo creía que sabía, pero cuando llega el momento de la verdad, te das cuenta de que, en realidad, sabes mucho menos de lo que pensabas.
Gracias a este libro, además de la experiencia, me llevó a indagar en el mundo de la propaganda hasta un punto que jamás hubiera hecho por mi cuenta. He conseguido estructurar mucha información que tenía dispersa, y entiendo mucho más en cuanto a mensaje, actores, intenciones y diferencias entre medios. Es un tema que me sigue fascinando y sobre el que he continuado leyendo y recopilando información. De hecho, hablaré sobre propaganda en el próximo evento TEDx en Vitoria14.
Algo con lo que no contaba, y que posiblemente sea de lo que más me alegro, fue que me permitió recuperar mi pasión por la escritura. Antes de 2014 había sido muy prolífico publicando cosas en blogs y redes sociales, pero entre 2014 y 2022 me arrolló el síndrome del impostor como si fuera una apisonadora. En 2023, cuando estaba escribiendo el libro, fue cuando me adentré en la aventura de crear un catálogo de mapas y esta newsletter. Si no hubiera escrito el libro y hubiera recuperado el músculo, muy posiblemente esta newsletter nunca habría llegado a nacer.
Y hasta aquí la newsletter de hoy. Me he salido de la temática habitual, a la que volveré la semana que viene, pero espero que haya merecido la pena. Seguro que muchos de vosotros tenéis experiencias que compartir o cosas que discutirme sobre lo que he comentado, así que no dudéis en hacerlo en los comentarios o por privado. Todo se agradecerá.
Si os interesa saber más sobre el libro en sí, aquí escribí sobre él y hay un puñado de opciones sobre donde comprarlo. Que, por cierto, los que opten por ser miembros fundadores, también recibirán una copia del libro firmada, además de mi eterno agradecimiento.
La semana que viene volveré con la temática habitual.
En mi entorno utilizamos mucho la expresión “ir al atún” como sinónimo de “ir al grano”. Hace no mucho tiempo me enteré de que no es una expresión generalizada, de ahí esta aclaración.
Mirando atrás, me parece hasta absurdo, pero en 2021 llevaba muchos años en los que apenas había escrito un artículo al año. Estaba muy oxidado y desconfiaba de mis capacidades.
Me quedé corto. Más adelante explico las razones por las que tardé mucho más de lo que esperaba.
Es relevante conocer la ley para entender los derechos y obligaciones del autor. En lo relativo a la extinción de contrato, es interesante leerse los artículos 68, 69 y 70.
Dicho lo cual, si algún día os veis en la circunstancia, no dudéis en contactar conmigo. No tengo todas las respuestas, pero cuantas más perspectivas escuchéis de primera mano, mejor entender qué puede ser importante.
Aunque sospecho que es algo con lo que se encuentran alguna que otra vez.
O si optas por no honrarla, que sea de una forma premeditada y con una intención concreta.
También hay editores freelance, cuyo trabajo se puede contratar.
Sobre todo porque el libro no buscaba ser únicamente un ensayo duro, sino también tener poder divulgativo.
El tema de las imágenes lo discutí inicialmente, y el tipo de imágenes que podía incluir y las condiciones que suponían me llevaron a decidir no incluir ninguna imagen. Posiblemente, el libro podría ganar algo con algunas imágenes concretas en algunos puntos, de eso también estoy seguro.
Pensaba que iba a estar mirando la vida pasar durante una hora, pero terminé firmando unos 20 libros y hablando pausadamente con todos los que me visitaron. La mayoría, gente que no conocía, lo que fue una muy grata sorpresa.
La última participación fue en la Mecánica del Caracol de Radio Euskadi, publicada hace apenas 5 días. Tenía un trancazo tremendo :/.
Muy interesante las bambilanas de ese proceso.
Gracias por compartir un texto tan generoso y honesto sobre el proceso de escritura. Me parece muy importante lo que mencionas sobre la necesidad de empezar a escribir incluso cuando aún no se tiene todo claro… quizá porque sólo en la escritura se desvela la verdadera forma del libro (al menos en los no ficción, como también es mi caso).
Me ha resonado especialmente en la parte de promoción. Mi libro lo publicaron un mes más tarde de yo ser madre, te podrás imaginar el percal. La editorial creo que este hecho le "favoreció" para no plantear una presentación, y ahí tengo clavada la espinita. Ellos hicieron la nota de prensa y yo algunas entrevistas de radio... y yastá.
En fin, gracias por derribar ciertos mitos muy arraigados sobre la figura del autor y el “romanticismo” de escribir un libro. Es un testimonio que debería circular más, sobre todo entre quienes fantasean con publicar sin conocer las complejidades que hay detrás.