Buen martes a todos,
Hace unos días leía
sobre el precio del agua, en una línea semejante a lo que comentaba hace algunas semanas en este otro artículo. Ambos textos se aproximan al problema del agua desde la perspectiva de las nuevas tecnologías y cómo estas pueden aportar formas de obtener agua de una manera mucho más económica y sostenible1.La tecnología, bien utilizada y distribuida, es algo que innegablemente nos permite adentrarnos en el futuro con muchas más expectativas y oportunidades. Pero en muchas ocasiones, el progreso no solo se logra mediante el desarrollo de nuevas formas de explotar los recursos existentes, sino mediante la efectividad en el uso de los recursos de los que ya disponemos.

El ser humano tiene la mala costumbre de consumir recursos hasta la saciedad, sin pararse mucho a pensar sobre las consecuencias de nuestros actos a medio o largo plazo2. Aunque a veces nos centremos en el ejemplo fácil de los combustibles fósiles, los tenemos otros por todas partes. La pesca no sostenible ha arrasado multitud de ecosistemas marinos, por lo que algunos tratados han limitado temporalmente la pesca de algunas especies. La caza no se queda atrás, con ejemplos de especies extintas como el dodo o el alca gigante. Múltiples bosques tropicales han sido arrasados por la madera, e incluso por el mero afán de utilizar esos terrenos para otros fines más productivos.
Y bueno, no podemos olvidarnos del caso del agua dulce. La humanidad pasó milenios buscando la mejor manera de consumirlo de forma segura, ya fuera para su consumo directo o para fines agrícolas. Y lo consiguió, vaya si lo consiguió. El problema es que, una vez más, la sostenibilidad no se tuvo en cuenta.
Ejemplos hay a patadas, pero hay uno del que es imposible no acordarse cuando se trata este tema: la triste historia del mar de Aral.
El cuarto lago más grande del mundo
A finales del siglo XX, cuando se estudiaban los lagos más grandes del mundo, había uno que sobresalía notablemente sobre el resto: el mar Caspio. Con unos 371.000 kilómetros cuadrados, era cuatro veces mayor que cualquier otro lago de la superficie terrestre y, al ser un vestigio del océano de Tetis, era uno de los pocos con agua salada. A continuación se encontraba un grupo de cinco lagos que se asemejaban en tamaño entre sí y que también tenían una extensión que duplicaba al resto:
Lago Superior, en Norteamérica, con 82,100 km².
Lago Victoria, en África, con 68,800 km².
Mar de Aral, en Asia, con 68,000 km².
Lago Hurón, en Norteamérica, con 59,600 km².
Lago Michigan, en Norteamérica, con 58,000 km².
Estos datos que se repitieron hasta la década de los 90 son en realidad de la década de los 60, cuando el mar de Aral aún era el cuarto lago más grande del mundo. Gracias al río Sir Daria, desde el este, y al río Amu Daria, desde el sur, esta región Asia Central se mantenía inundada, lo cual favorecía que el clima desértico fuera más llevadero.

El cambio se comenzó a fraguar en 1946. La Segunda Guerra Mundial había dejado el sistema agrícola muy dañado, con gran parte del campo sin el mantenimiento adecuado ni suficiente grano almacenado para poder hacer frente a contratiempos. Aquel año, una importante sequía provocó que la recuperación del campo no fuera posible, dando lugar a una cosecha muy por debajo de las necesidades del país. La incipiente Guerra Fría, también jugó un papel crucial, ya que puso freno a cualquier petición de ayuda por parte del gobierno soviético, por miedo a mostrar debilidad.
Las consecuencias reales se sufrieron en 1947 y a comienzos de 1948. Una hambruna, que afectó principalmente a Moldavia, Bielorrusia, Ucrania y la Rusia Europea, se cobró la vida de más de un millón de ciudadanos3. A modo de respuesta, el gobierno de Stalin puso en marcha el Gran Plan para la Transformación de la Naturaleza. El proyecto, muy ambicioso, buscaba mejorar la productividad agrícola en las zonas más áridas mediante la plantación de cortinas forestales para proteger del viento, la rotación de cultivos y la construcción de embalses que garantizasen el acceso al agua.

Con la muerte de Stalin en 1953, muchos de los proyectos ideados como parte del Gran Plan fueron desechados, no así el plan para irrigar las estepas de Uzbekistán para convertir la región en el mayor productor de algodón del mundo. Es cierto que los primeros canales para abastecer de agua los campos de cultivo uzbekos se comenzaron a construir en la década de 1930, pero en sus orígenes, estos canales eran sostenibles. A partir de 1960, casi la totalidad del agua de los ríos Sir Daira y Amu Daira comenzó a utilizarse para el cultivo de algodón4.
Es así como, poco a poco, el mar de Aral dejó de recibir agua y dejó de ser el cuarto lago más grande del mundo.
La muerte de un lago
El mar de Aral, a pesar de ser extenso, nunca fue un lago especialmente profundo. A diferencia de otros de los grandes lagos, con varios cientos de metros de profundidad, el mar de Aral tenía una profundidad media de unos 70 metros hacia 1960. Durante los primeros años, el nuevo sistema de irrigación apenas suponía 20 centímetros en el nivel del agua cada año. A partir de la década de 1970, la pérdida se agrava con una media de 50 centímetros anuales; y aún peor en la década de 1980, con una media de 90 centímetros anuales.

En 1990, el mar de Aral ya había perdido un 20 % de su extensión y el problema de secado ya era tangible. Pero por muy evidente que fuera, en 1991 la Unión Soviética implosionó, dando lugar a quince nuevas repúblicas que tenían como prioridad conseguir una estabilidad política. El mar de Aral quedó separado entre Kazajistán y Uzbekistán, sin que ninguno de los dos países pudiera prestar un mínimo de atención al problema durante muchos años.
Sin el problema del hermetismo de la Unión Soviética, la comunidad científica internacional solicitó acceso a la región para poder evaluar los daños causados por el cultivo intensivo de algodón a costa del mar de Aral. En 1998, se realizó el primer estudio exhaustivo y los datos no hicieron más que confirmar todas las sospechas. El mar de Aral ya había perdido más de un 60 % de su superficie original y el 80 % de su volumen.
Y el estudio también dio un claro aviso: si no se tomaban medidas, el secado completo del mar de Aral sería cuestión de tiempo.

Lo que fue una sorpresa para la comunidad internacional, pudo no haber sido algo desconocido para la cúpula soviética. Según Aleksandr Asarin, un hidrólogo ruso involucrado en el proyecto, el gobierno soviético barajaba la posibilidad de que el mar de Aral se secase por completo en 1969, cinco años de que el cultivo de algodón estuviera a pleno funcionamiento5.
El nacimiento de un desierto
A medida que el mar de Aral se fue secando, fue perdiendo más y más extensión. En 1987 se dividió en dos partes, el mar de Aral del Norte y el mar de Aral del Sur, y ambos comenzaron con una historia particular muy distinta. El lago del norte ha estado sometido a múltiples proyectos de recuperación por parte del gobierno de Kazajistán desde el año 2003. Lo primero fue lograr una presa que estableciera una separación permanente entre el norte y el sur, para así poder rebajar la salinidad del lago y recuperar el ecosistema lacustre.

Tras ello, se buscó restablecer el abastecimiento de agua por parte del río Sir Daria, limitando el uso de agua para cultivos y mejorando los sistemas de irrigación para que no se perdiera tanta agua en el transporte. Como resultado, a partir de 2010 se recuperó la pesca en la región y de ese modo el método de subsistencia histórico de los habitantes del entorno del lago. En los últimos años, los resultados han sido especialmente prometedores, ya que entre 2022 y 2024 el volumen de agua se ha conseguido multiplicar por tres hasta los 2.600 millones de metros cúbicos6. Eso sí, con una extensión de 3.500 km², ni siquiera está entre los cuarenta lagos más extensos del mundo.
La historia de su vecino del sur ha sido mucho más dramática. El mar de Aral del Sur, que en el momento de la separación tenía una extensión diez veces superior, continuó secándose durante años sin que existiera ningún plan de acción. En el año 2003 se dividió en dos lagos más pequeños, uno en la parte oriental y otro en la parte occidental. La parte occidental logró una cierta estabilidad gracias a las aguas subterráneas y el deshielo, pero el de la parte oriental se terminó secando por completo en 2014, dando lugar a un nuevo desierto, Aralkum7.

El desierto de Aralkum es distinto a cualquier otro de los que existe en la tierra. Desde luego, no es el primero que tiene su origen en un lago, pero dista mucho de ser una maravilla de la naturaleza, como puede ser el salar de Uyuni. El defectuoso proyecto hidrográfico soviético ha provocado que Aralkum sea el primer gran desierto con un alto contenido de pesticidas, los cuales están mezclados con sedimentos marinos y sales. La falta de vegetación permite que el viento levante partículas tóxicas que afectan de forma continua a la población local.
El gran desastre de este lago, lamentablemente, no se circunscribe únicamente al nuevo desierto. La particular composición de su polvo permite que pueda analizarse de forma inequívoca, gracias a lo cual sabemos que, el polvo del Aralkum, ha sido hallado en lugares tan lejanos como Bielorrusia, los bosques de Noruega o incluso en Groenlandia8.
En 2022, Uzbekistán y Kazajistán, con colaboración de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), establecieron el proyecto conjunto ERAS-II9. El objetivo era evaluar la implantación de nuevas tecnologías para mejorar la irrigación y limitar el impacto de los vientos, de tal modo que mejorasen las condiciones de vida de los habitantes de la región.
Lamentablemente, con los cambios en el gobierno de los Estados Unidos, USAID ha sido desmantelada y el proyecto, como muchos otros, no seguirá adelante.
Fundamentalmente, mediante la desalinización de agua marítima. Algo que se conoce desde la antigüedad, en China y Grecia, pero que hasta tiempos recientes no ha comenzado a ser rentable.
Los movimientos ecologistas son relativamente recientes y, de momento, su capacidad de impacto real sigue siendo bastante limitada.
Como suele suceder en estos casos, las estimaciones varían entre varios cientos de miles y hasta dos millones.
Lo más lamentable no es el uso indiscriminado del agua de los ríos sin mantener un cauce sostenible, sino que la gran mayoría de los canales se construyeron fatal. Se estima que muchos de ellos perdían en fugas hasta un 75 % del agua tomado de los ríos.
Estas declaraciones aparecieron en el NY Times en 2002. Por supuesto, hay que tomarlas con cautela, ya que no hay mucha información más que sustente estas afirmaciones.
Aquí están los datos, así como los nuevos proyectos de mejora.
Literalmente, desierto de Aral.
Este estudio habla sobre el transporte de polvo de Aralkun.
El proyecto se podía ver en la web de USAID, pero ha sido borrado por la administración de Trump. Aun así, todavía se puede consultar en la Wayback Machine.
Conocía la historia del mar Aral pero no el intento de recuperación. Como siempre, la mar de interesante (ja ja ja )
Un texto muy interesante. Este año estoy organizando un viaje a Uzbekistán y estuve informándome sobre este caso para poder visitarlo. Una historia que para mí deja muchas enseñanzas, pero en este caso hay que señalar a la planificación estatal.
Lysenko era el máximo encargado de la política agraria de la URSS en época de Stalin. Ideólogo de una teoría pseudo científica respecto a los caracteres adquiridos, y negando la evolución de Darwin y la genética de Mendel, Lysenko ideó los planes agrónomos que siguió el país soviético, sirviendo de inspiración en muchos, entre ellos el caso del mar de Aral.
Está historia es un ejemplo perfecto de como una planificación estatal sin control ni justificación puede resultar nefasto. En primer lugar, el principal problema es el ignorar toda la evidencia y el conocimiento científico y priorizar la ideología. Decisiones por fines políticos sin tener en cuenta los hechos ni las consecuencias esperables de los mismos. La política como religión, un pecado habitual en los países socialistas (¿salvo China quizás?).
En segundo lugar, el uso indiscriminado de los recursos del Estado para un fin político no tuvieron en cuenta los daños a la población, ya no solo los daños medioambientales. La política seguida resume los 3 puntos que Mises criticaba a la intervención estatal: 1 )sin precios de mercado que reflejen la escasez, no existen incentivos para la preservación de agua, 2)los planificadores actuaron sin tener información real, decidiendo la plantación de algodón y el uso del agua sin conocimiento sobre la demanda y demás condiciones de mercado, sino siguiendo fines políticos y 3) se ignoraron las consecuencias a largo plazo pues los costes de la mala política las pagan los ciudadanos y no sus dirigentes.
Por tanto, esto representa un ejemplo perfecto de los fallos de la planificación estatal que muchas veces olvidamos. Y va algo más allá y es lo que critica Hayek en su obra más célebre. El control total de los ciudadanos a expensas de un Estado que agota recursos y obliga a regiones a adoptar un determinado cultivo sin saber si es valorado socialmente, sin saber la información dispersa entre la población respecto a lo que rodea el mar de Aral o el cultivo de algodón, atropellando las libertades individuales a su paso. Por ello esta historia no es solo la de un desastre natural, sino también de los peligros de un planificador centralizado con poder donde no existen ni intención ni los incentivos necesarios para la coordinación entre los ciudadanos y la correcta asignación de los recursos.
Gracias por esta historia.