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Buen jueves a todos,
Un mapa, en términos generales, es una representación del mundo que nos rodea. Estamos acostumbrados a que esa representación se haga sobre el papel o, en los últimos 20 años, en formato digital. Lo más común es que esa representación tenga una temática principalmente geográfica, a poder ser, centrándose en alguna característica de un territorio definido1. El mapa puede centrarse en la línea de costa, los ríos que surcan una llanura, caminos, carreteras, cadenas montañosas, ciudades, islas, la elevación del terreno o la profundidad de las aguas. Todos estos elementos estáticos nos ayudan a situarnos en el espacio.
Esta idea es la predominante en la actualidad en Occidente y fue prácticamente la única durante casi 2000 años. Podría decir que se trata de una herencia de la Antigua Grecia y de Ptolomeo, pero mentiría. Si nos remontamos a los primeros mapas regionales, tenemos evidencia firme de representaciones geográficas del territorio que se remontan hasta 25 000 años atrás. Y es más, podemos dar por hecho que hubiera algún tipo de mapa anterior realizado sobre soportes perecederos que no haya persistido hasta nuestros días, ya fuera en madera o simplemente trazos en la arena.

Con esta forma tan consistente de entender la representación geográfica, es normal entender la sorpresa del misionero europeo Gulick cuando en 1862 descubrió que los marshaleses utilizaban tiras de palma atadas con fibras de coco para navegar por las complejas aguas del océano Pacífico.
Los europeos descubrieron las Islas Marshall a comienzos del siglo XVI, pero los marshaleses que poblaron por primera vez el archipiélago llegaron hace unos 3000 años2. Todos esos siglos en contacto con el entorno sirvió a los nativos para entender las particularidades de todas las islas y de las aguas que las rodeaban. Con toda esa información, desarrollaron un sistema único de representar el territorio circundante.
Una nueva forma de cartografía
Guilick fue el primer europeo que habló de aquella peculiar forma de representar el entorno, pero apenas investigó estos artefactos. Posiblemente, esto se debió a que las Islas Marshall, como tal, no fueron ocupadas por los europeos hasta finales del siglo XIX. Los españoles llegaron allí por primera vez en 1526 y, desde entonces, las islas comenzaron a aparecer en los mapas, aunque únicamente fueron consideradas como un punto de comercio y de suministro en las largas travesías a través del océano Pacífico.

Los ingleses llegaron a finales del siglo XVIII y, además de ponerle nombre3 al archipiélago, comenzaron una carrera para ver qué potencia se hacía con el poder sobre las islas. Los españoles, alegando la cercanía entre las islas Carolinas4 y las islas Marshall, reclamaron el territorio en 1874. Esto no gustó a los alemanes, quienes realizaron múltiples maniobras en los diez años siguientes que terminaron desencadenando la Crisis de las Carolinas en 1885. No hubo un enfrentamiento armado, pero sí que forzó un acuerdo por el que España terminó cediendo el archipiélago a Alemania.
Durante todo el periodo en que España reclamó las islas Marshall, nunca llegó a ocupar las islas. Ni siquiera establecieron una avanzadilla. Alemania, por su parte, nombró a Georg Irmer gobernador en la isla en 1893 y en este momento fue cuando los europeos se expusieron por fin a la sociedad marshalesa. El capitán Raimund Winkler, de la Armada Imperial Alemana, estuvo estacionado en la isla durante julio de 1896. Durante su estancia, Irmer le dio dos dispositivos que era incapaz de comprender, y le pidió que trabajase con los nativos para intentar descifrarlos.

De primeras, Winkler se topó con un grupo de gente celosa de revelar el secreto, tal y como ya le había pasado a Irmer antes. Aparentemente, tan solo unos pocos jefes tribales conocían el secreto que se escondía detrás de estos artefactos. Finalmente, Winkler se ganó la confianza de Lojak, uno de los marinos locales más hábiles, quien aceptó explicarle el secreto mejor guardado de los marshaleses: las conchas indicaban las islas y los palos representaban las corrientes. Memorizando estos mapas, el marinero que se encontraba en la proa de la canoa, tan solo mirando el agua y sintiendo el oleaje, podría dirigir el rumbo.
Sobre las cartas náuticas marshalesas
El 9 de enero de 1898, Winkler regresó a Alemania. Allí se casó y continuó su ascenso en la Armada Imperial Alemana, pero por suerte también decidió escribir y publicar todo lo que había aprendido en aquel mes de julio de 1896 en la otra punta del mundo. Así es como vio la luz Ueber die in früheren Zeiten in den Marschall-Inseln gebrauchten Seekarten, mit einigen Notizen über die Seefahrt der Marschall-Insulaner im Allgemeinen5, el libro que desveló por fin al mundo el gran secreto de los marshaleses.
Este libro contenía todo lujo de detalles sobre los distintos tipos de cartas náuticas que empleaban los marshaleses. Todos estos mapas se dividían en tres tipos fundamentales, cada una de ellas con una funcionalidad claramente diferenciada por los marshaleses.
Mattang

Los mattangs eran mapas abstractos que no representaban ninguna realidad concreta, pero servían como herramientas para instruir sobre los principios de la navegación en las Islas Marshall. Más concretamente, mostraban patrones de oleaje, patrones de viento predominante, el oleaje en torno a las islas y, en general, como la presencia de islas o atolones alteraba los patrones predominantes en cada momento y lugar.
Si bien las tiras curvas eran las que representaban los oleajes predominantes, era importante para los aprendices entender que el problema estaba en los puntos donde se solapaban muchas de estas tiras. En esos puntos, el mar se comportaba de forma caótica, y había que evitarlos en todo momento. Además, los mattangs permitían enseñar ideas complejas como la reflexión, el cambio de dirección de las olas al rebotar contra una costa, o la refracción, el cambio de dirección de las olas cuando pasan por cambios bruscos de profundidad o zonas de bajura.
Quizá, la gran peculiaridad de los mattangs era su gran versatilidad, hasta el punto de que cada marino, una vez conocía el arte de la navegación, creaba sus propios artefactos individuales, que únicamente podían ser interpretados por completo por su propio creador.
Meddo

Este segundo tipo de mapas se acerca más a la cartografía que conocemos. Aquí ya se muestran islas reales, con una posición relativa que se aproxima a la realidad, aunque las distancias eran irrelevantes. Los meddos ayudaban a proporcionar instrucciones de navegación específicas para islas concretas o conjuntos de islas. Entre otras cosas, aportan información sobre los mares de fondo prevalentes y cómo el oleaje se curvaba en torno a cada isla, y cómo distintos patrones podían colisionar entre sí, indicando una vez más las zonas a evitar.
Las conchas representaban islas o atolones, pero a diferencia del mattang, en el meddo los palos podían representar las rutas de navegación óptimas entre distintas. Las tiras cortas y rectas, por lo general, servían para señalar corrientes predominantes, algo que los marineros tenían que tener en cuenta en todo momento.
Rebbelib

Los rebbelibs se asemejaban a los meddos, con la principal diferencia de su ámbito. Si bien los meddos se centraban en una isla o un pequeño grupo de islas, los rebbelibs abarcaban todas las islas de una de las dos cadenas que componían las Islas Marshall. En algunos casos, como el segundo mapa que podéis ver más arriba, se mostraban todas las islas de ambas cadenas6.
Hay algunos historiadores que defienden la posibilidad de que los rebbelibs pudieran tener cierta influencia de los contactos con marinos europeos a lo largo de siglos, ya que en estos mapas las islas sí que tienen una posición relativa y una distancia que se acerca mucho a la realidad. Si bien puede haber algo de esto, en 1817, cuando pocos europeos habían llegado a las Islas Marshall, el explorador alemán Otto von Kotzebue, dejó escrito cómo recibió ayuda del jefe Langemui para localizar el resto de islas del archipiélago. A Langemui le bastó con situar de memoria una serie de piedras sobre una alfombra, lo cual resultó describir de forma bastante precisa una descripción geográfica de las Islas Marshall.
Un puñado más de mapas y de detalles de navegación
Todo lo que os he contado hasta aquí puede parecer confuso y sin un gran fundamento, pero el trabajo de Winkler llegó a un gran nivel de detalle. Proporcionó dibujos esquemáticos para distintos tipos de mapas y explicó con todo tipo de detalle como interpretar cada uno de ellos en su libro. Por ejemplo, aprovechando este mattang, Winkler se permite explicar los tipos de oleaje más importantes en las Islas Marshall.
Los marshaleses tenían en cuenta cuatro tipos de oleaje:
Rilib: se trataba del más fuerte de todos. Es el oleaje que se produce por la influencia de los vientos alisos, los cuales influyen a lo largo de todo el año. Para los marshaleses, simplemente era el mar que venía del este.
Kaelib: era un oleaje más débil que el Rilib, pero también estaba presente a lo largo de todo el año. En este caso, venía del oeste.
Bungdockerik: este oleaje podía llegar a ser tan fuerte como el Rilib, aunque únicamente era importante en las islas del sur, ya que venía del suroeste.
Bundockeing: el más débil de los cuatro oleajes. En este caso, únicamente era relevante en las islas del norte.
En el mattang de arriba, A, B, D y E representan cuatro islas. Los segmentos tM y ac representan los Rilibs de la isla A, mientras que los segmentos vM y bc representan los Kaelibs de esa misma isla. En forma de espejo, vientos semejantes afectan a la isla B. Las islas D y E, por su parte, están afectadas principalmente por los Bungdockeriks y los Bundockeings, que son lo que representan los segmentos que las rodean.
Esto sería el marco teórico de un mattang. Pero Winkler también mostró la misma complejidad con meddos y rebbelibs.
Podría intentar explicar también estos mapas, pero he de reconocer que la complejidad en estos ya me supera. He disfrutado un buen rato leyendo el libro de Winkler e intentando interpretar cada detalle de sus esquemas, pero creo que todo lo que he retenido no es suficiente para poder explicarlo.
Aun así, si a alguno le interesa, he dejado el libro en la carpeta compartida. Bien merece la pena echar un rato y poder entender un poco mejor esta maravilla única de la cartografía.
PS: Creo que es la primera semana que me retraso hasta el jueves para compartir el artículo de la newsletter. Como suelo hacer todas las semanas, empecé a escribirlo el lunes con una intención mucho menos ambiciosa, pero pronto me surgió la necesidad imperiosa de entender en detalle cómo funcionan estos mapas.
Espero que la espera haya merecido la pena.
A lo largo del siglo XIX se comenzaron a popularizar los mapas de datos o los mapas satíricos, que de algún modo expandieron esta visión de la cartografía.
Por si os interesa, aquí os dejo un mapa de cómo se pobló el Pacífico.
Alonso de Salazar, el español que descubrió el archipiélago en 1526, lo llamó Los Pintados. El nombre de Islas Marshall viene del capitán inglés John Charles Marshall, quien visitó las islas en 1788 y puso su nombre en un puñado de mapas. Los nativos de las islas no adoptaron estos nombres y continuaron llamando al archipiélago jolet jen Anij (Regalo de Dios).
Las islas Carolinas tienen cinco islas principales, cuatro de ellas conforman en la actualidad los Estados Federados de la Micronesia, mientras que la quinta conforma el país independiente de Palaos.
En español: Sobre las cartas náuticas utilizadas antiguamente en las Islas Marshall, con algunas notas sobre la navegación de los habitantes de las Islas Marshall en general. He subido una copia en inglés de este libro para los suscriptores de pago.
Las Islas Marshall se dividen geográficamente en dos cadenas de islas. La cadena Ratak (alba) es la que se encuentra al este y la cadena Ralik (puesta de sol) es la que se sitúa al oeste.
Estas cartas náuticas siempre me han parecido fascinantes, más allá de su utilidad, en su composición tienen un aire de símbolo místico, de código oculto que protege y guía a quien lo porta y sabe descifrar.
En su forma me recuerdan a algunos Veve, a los símbolos religiosos empleados en el vudú (otro de los innumerables temas de los que me gustaría escribir y probablemente no irá más allá de las notas :).
Exhaustivo, entretenido y didáctico as usual, Miguel. Un abrazo.
Miguel, es un "out of the box" total, me gusta y por hacer un paralelismo visual, si le tuviera que poner nombre diría que son "atrapasueños cartográficos". Un placer leerte, como siempre.