Buen martes a todos,
El tema de hoy, personalmente, me fascina. A estas alturas, supongo que para la mayoría no será una sorpresa que la propaganda es algo con lo que tengo cierta fijación. En una línea semejante, me gusta leer sobre los mitos nacionalistas y cómo se construyeron en cada país a lo largo de los siglos XVIII y XIX. Y bueno, la unificación de Italia es algo sobre lo que me empapé bastante a raíz de trabajar en Nápoles y que los compañeros compartieran conmigo su visión sobre cómo Italia se convirtió en Italia1.
Tomando un poco de cada uno de estos temas, lo que quiero contaros hoy, de forma simplificada, es la historia de la Unificación de Italia, del sentimiento irredentista y cómo esto supuso uno de los pilares fundamentales del fascismo en Italia.
La Unificación de Italia
A pesar de lo que muchas veces se piensa, la unidad de la península italiana bajo una misma entidad política no ha sido la norma a lo largo de la historia. Después de la caída del Imperio Romano, la fragmentación fue la norma durante más de mil años. Los poderes cambiaron, fuerzas externas e internas formaron sus propios estados y lucharon entre ellos, pero ninguno logró la unidad de la península. De este modo, a comienzos del siglo XIX, Italia aún estaba dividida entre el Reino de Sicilia, el Reino de Cerdeña, el Reino de Nápoles, el Ducado de Milán y la República de Venecia, además de otros principados menores.
Lo que sí se mantuvo en parte fue una cultura y lenguas cercanas, lo que facilitó el surgimiento de movimientos nacionalistas en todo Italia durante el siglo XIX. Estos movimientos buscaban, por un lado, la unidad, pero también la liberación de las injerencias de potencias extranjeras, que habían sido comunes durante siglos y se acentuaron tras el Congreso de Viena2. Este sentimiento se reforzó durante las revoluciones de 1848 que, pese a su fracaso en Italia, sirvieron para visibilizar que el nacionalismo italiano era mucho más extendido de lo que se pensaba.
El primer intento de unificación tuvo lugar en 1849, cuando Austria derrotó sin problemas al Reino de Cerdeña. Esta experiencia llevó a Camillo Benso, conde de Cavour y primer ministro del Reino de Cerdeña, a comprender la necesidad de una política exterior que posicionara al Reino de Cerdeña como un estado con capacidad de hacerse con el poder en Italia. El segundo intento de unificación comenzó en 1859 y, en apenas dos años, Cavour expulsó a Austria del norte de Italia e incorporó Lombardía al reino. Con Austria fuera del tablero, Emilia-Romaña, el Ducado de la Toscana, Módena, Parma y Lucca se anexionaron de forma voluntaria.
El Reino de las Dos Sicilias, que agrupaba el Reino de Nápoles y Sicilia, se opuso inicialmente a la unificación, aunque gran parte de su población estaba a favor. Para acelerar el proceso, Cavour nombró a Giuseppe Garibaldi para liderar la Expedición de los Mil, que supuso el desembarco en Sicilia de 1089 veteranos de guerra y, con el apoyo de la población afín, logró la anexión del Reino de las Dos Sicilias al Reino de Cerdeña.
Como resultado, el 17 de marzo de 1861 se proclamó el Reino de Italia, con Víctor Manuel II de Cerdeña como rey y Cavour como presidente del Consejo de Ministros. Aun así, la unificación aún tenía dos cuestiones importantes pendientes. En 1866, Italia aprovechó un enfrentamiento entre Prusia y Austria para intervenir a favor de Prusia y anexionarse Venecia, que aún estaba bajo control de Austria. El paso final tuvo lugar en 1870, cuando las tropas francesas se retiraron de Roma y el Reino de Italia consiguió incorporar la ciudad y convertirla en su capital.
La Italia irredenta
La Italia unificada no fue suficiente, al menos no para aquellos que buscaban que todas las personas con cultura italiana formasen parte de la nueva nación. Parte de las posesiones históricas de la república de Génova, como Niza, Córcega y Saboya, aún formaban parte de Francia, y posesiones históricas de la república de Venecia, como Dalmacia, Istria y Trentino, aún formaban parte de Austria. Es así como surge la idea de la Italia irredenta, que literalmente se puede traducir como la Italia no recuperada, en referencia a todas esas tierras que, según los irredentistas, pertenecían de forma legítima al Reino de Italia.
Las primeras organizaciones se formaron pocos años después de la unificación, como fue el caso de la Associazione pro Italia irredenta (1877). Desde su formación fue extremadamente crítica con el nuevo gobierno italiano por haberse rendido en la unificación de Italia y haber dejado bajo el yugo austriaco a Trentino, Istria y Dalmacia. Realizó múltiples protestas contra Austria e Italia e incluso intentó organizar una intervención armada en Trentino en 1879 para rectificar las fronteras que se habían impuesto.
La firma de la Triple Alianza en 1882 entre Italia, Alemania y el Imperio Austrohúngaro limitó la manga ancha de Italia con el irredentismo. Si bien el interés del gobierno italiano con esta alianza era, en parte, lograr aliados para enfrentarse a Francia por las colonias del norte de África, los movimientos irredentistas lo interpretaron como una puñalada más, ya que suponía un claro acercamiento al país que aún mantenía bajo su posesión los principales reclamos territoriales. Como resultado, el discurso de la Associazione pro Italia irredenta se intensificó. En 1889 el irredentismo firmó un manifiesto en el que se acusaba al gobierno italiano de haber dejado Italia a la merced de los extranjeros, que obtuvo como respuesta una fuerte censura del documento y la prohibición tajante de su promoción y distribución. La tensión continuó en aumento hasta 1891, cuando el primer ministro ordenó la disolución de la asociación. Eso sí, el irredentismo se mantuvo vivo con la Sociedad Dante Alighieri, creada en 1888 con el fin de preservar la lengua y la cultura italiana3.
A comienzos del siglo XX, el irredentismo encuentra nuevos aliados en importantes políticos de todo el espectro, como Gabriele D’Annunzio, líder de la extrema derecha, o Cesare Battisti, miembro del partido socialista. Este auge del irredentismo y a las fuertes relaciones comerciales de Italia con Francia y el Imperio Ruso fueron las razones principales por las que Italia no hizo honor a la alianza defensiva con las Potencias Centrales al estallar la Primera Guerra Mundial en 1914. A finales de ese mismo año, Benito Mussolini funda en Milán el periódico Il Popolo d’Italia como medio para presionar al Estado para intervenir en la guerra. El nuevo medio contó con una fuerte financiación de varias empresas italianas, gracias a la que llevó a cabo una fuerte campaña de concienciación y manipulación para que Italia entrara en la guerra y lo hiciera de parte de la Triple Entente4.
Ante la firma del Tratado de Versalles, la nación italiana esperaba que lo acordado en el Tratado de Londres, con el que Italia accedió a unirse a la Primera Guerra Mundial, se cumpliera. En él se garantizaba que la colaboración italiana sería compensada con la recuperación de las regiones históricas de Tirol del Sur, Trentino, la península de Istria y la costa norte de Dalmacia. En las negociaciones de Versalles, Italia vio cómo toda la costa de Dalmacia fue otorgada a la nueva nación yugoslava. El acuerdo con sus aliados franceses e ingleses se había roto y ninguno de ellos les había defendido en la mesa de negociaciones.
Esto supuso un fuerte varapalo para el nacionalismo italiano y, a pesar de la victoria y las ganancias territoriales, creció un importante descontento en la sociedad. D’Annunzio acuñó el término vittoria mutilata («victoria mutilada») para referirse al trato injusto que había sufrido Italia en las negociaciones de paz.
La Gran Italia y el fascismo
La reacción en Italia no se hizo esperar. La postura de D’Annunzio tuvo un fuerte apoyo y no le costó reclutar a más de 2.500 soldados, con los que tomó la ciudad de Fiume5, al norte de la costa de Dalmacia, cerca de Istria, y proclamo su anexión al Reino de Italia. Esta acción, conocida como la Empresa de Fiume, encontró un fuerte apoyo entre los veteranos de guerra y nacionalistas italianos, con una fuerte campaña propagandística liderada una vez más por Il Popolo d’Italia. Es en este contexto, de tensión internacional, cuando Mussolini fundó en 1919 el movimiento político Fasci Italiani di Combattimento («Fasces italianos de combate»)6 con el que concurre por primera vez a las elecciones en 1919, con escaso éxito.
Este fracaso marca un punto de inflexión en la política de Mussolini, que opta por una acción directa en la línea marcada por D’Annunzio en Fiume. Mediante Il Popolo d’Italia, el nuevo movimiento fascista apoyó un fuerte rearme y, gracias a ello, se encontró de nuevo con financiación por parte de empresas ligadas a la industria armamentística. A la par, cubrió el éxito de la Empresa de Fiume y solicitó a los lectores del periódico financiación adicional para mantener el control de la ciudad. Este dinero, por la corrupción del diario, nunca llegó a D’Annunzio, sino que fue utilizado por el movimiento fascista para reorganizarse y tener una mejor posición de cara a las elecciones de 1921.
Las acciones de la nueva organización de Mussolini no se limitaron en exclusiva a la propaganda de la gaceta de la que era editor jefe. Todo esto encontró un importante complemento cuando sacó provecho de la gran experiencia militar de gran parte de los miembros del movimiento. Con una marcada influencia de los soldados de asalto italianos durante la Primera Guerra Mundial, conocidos como arditi, aparece el squadrismo, un movimiento paramilitar asociado a las Fasci que replica el reconocible uniforme de los arditi, la camisa negra. Esta sutil campaña propagandística de asociación resulta muy exitosa en los ámbitos más nacionalistas, dado que los soldados de asaltos eran reconocidos como los verdaderos héroes de la guerra y se consideraban referentes en la Italia de la postguerra.
De cara a las elecciones de 1921, Mussolini radicalizó su discurso y, además del irredentismo, abrazó el ultranacionalismo y la necesidad de un imperialismo expansionista que recuperara la grandeza de Italia. El partido obtuvo un resultado mejor, lejos de la mayoría, pero suficiente como para formar parte de la coalición de Gobierno. Gracias a esto, los camisas negras comenzaron a operar con total impunidad como milicia asociada a un partido del poder: destituyeron a empleados públicos disidentes; expulsaron a líderes locales de otros partidos, y desmantelaron organizaciones católicas y socialistas para reemplazarlas con organizaciones fascistas.
La gran muestra de poder tuvo lugar entre el 27 y 29 de octubre de 1922 con la marcha sobre Roma. Durante dos días, todos los militantes y simpatizantes del Partido Nacional Fascista fueron llamados a tomar las calles de ciudades a lo largo de todo el país y, principalmente, de Roma. En torno a 25 000 personas ocuparon estaciones de tren y edificios de la administración, con lo que pusieron en jaque la posición del rey Víctor Manuel III. Con el fin de evitar una escalada de la violencia y entrar en una posible guerra civil, el 29 de octubre de 1922 el rey impidió al primer ministro Luigi Facta declarar la ley marcial y solicitó a Mussolini que formase un nuevo Gobierno.
Una vez en el poder, el fascismo italiano se centró en el imperialismo expansionista y el intento de recuperar la Gran Italia, asemejándose en parte con los grandes éxitos que tuvo la Antigua Roma. Ya no se limitaba a los reclamos del irredentismo, sino que buscaba recuperar toda la costa del Adriático y, además, ocupar toda la costa de Libia y Túnez. Poco antes de la Segunda Guerra Mundial, este plan se comenzó a ejecutar con la invasión y conquista de Albania en abril de 1939. Ya después del estallido de la guerra, casi todo este territorio llegó a ser ocupado por el ejército italiano, aunque fue un espejismo de pocos meses, ya que rápidamente Estados Unidos y el Reino Unido consiguieron desmoronar para siempre las aspiraciones del imperialismo y el irredentismo italiano.
PS: Mi buen amigo Genís me dice que echa de menos que no haya hablado de la idea de Risorgimento (Resurgimiento), que he dejado totalmente fuera. Ese concepto, que se utiliza mucho en Italia para hablar de la unificación, traza una línea directa con la unidad de la península que hubo en tiempos de Roma, como si la unidad de Italia fuera la naturaleza pura de la región y no la división de poder que duró más de mil años. El Risorgimento juega un papel fundamental en el irredentismo y en el nacionalismo italiano, de manera semejante a la idea de Reconquista en el caso del nacionalismo español7.
Sobre esto me gustaría hablar algún día con calma. La principal queja de mis compañeros napolitanos era la promesa de que la unificación de Italia aunaría también las condiciones de vida del norte y el sur. El sentimiento de gran parte de italianos del sur es que esto nunca se hizo realidad y que las desigualdades aumentaron, incluso esto se considera una de las principales razones por las que las organizaciones mafiosas ganaron tanto peso en la región. Es un tema fascinante.
El congreso de Viena de 1815 puso fin a las guerras Napoleónicas y dio como resultado una división de Italia, con gran parte bajo control de Austria.
Esta asociación sería el equivalente al Instituto Cervantes en la actualidad, aunque en su comienzo estuvo fuertemente ligada al nacionalismo italiano y a los movimientos irredentistas.
La Triple Entente era la alianza constituida por Francia, Reino Unido y el Imperio ruso, la cual se enfrentó a las Potencias Centrales, que es el nombre con el que se conoce a la alianza de Alemania y el Imperio Austrohúngaro.
Fiume se corresponde con la actual Rijeka, en Croacia. Tal y como me comenta Alejandro, lo curioso es que ambos nombres significan río en sus respectivos idiomas.
Este partido cambió de nombre más tarde, en noviembre de 1921, por Partido Nacional Fascista.
Esto es un melón interesante, así que mejor para otro día.
Justo hace unos días escuchaba un podcast sobre Amadeo I de Saboya y María Victoria dal Pozzo en el que mencionaban la unificación italiana y me entraron ganas de refrescar el tema.
Así que gracias por esta maravilla de publicación.
¡Interesantísimo! Hoy veía por algún lugar en Twitter un mapa contemporáneo titulado: Todos los caminos llevan a Roma. Una especia de radiografía de Europa donde todas las carreteras, de alguna forma u otra, su destino final es Roma.