Feliz día del libro a todos. Aprovechando la coyuntura, os comento de nuevo que el pasado 16 de abril se publicó mi primer libro, y puede ser un regalo estupendo para el día de hoy.
De nuevo, muchas gracias por la acogida. Se agradece.
Buen martes a todos,
¿Alguna vez os habéis preguntado en qué momento el ser humano comenzó a representar el territorio que le rodeaba en forma de mapas? Si no queremos caer en el sesgo de supervivencia1, no podemos afirmar con total seguridad cuál fue el momento en el que un individuo representó por primera vez de forma simbólica su entorno. Lo que más o menos tenemos claro es que a lo largo de paleolítico aparecen en múltiples sociedades de todo el mundo. En la actualidad, muchos autores consideran que el mapa más antiguo que está inscrito en un colmillo de mamut que se halló cerca de Pavlov, en la República Checa, en 1962.
Esta pieza se encontró dentro de un yacimiento2 ligado a cazadores de mamuts y está datado en el 25000 a. C. Según los arqueólogos del yacimiento, las inscripciones geométricas que aparecen sobre el colmillo se corresponden con los valles de los ríos cercanos, así como las laderas de las montañas circundantes. Esta representación simbólica del territorio pudo haber tenido un importante valor para los grupos de cazadores-recolectores que ocuparon la zona, aunque no es posible afirmar la utilidad real de este mapa. De hecho, ni siquiera es posible saber con certeza si este conjunto de líneas realmente era un mapa.
Así que, partiendo de esta idea, hoy os traigo algunos ejemplos de los primeros mapas regionales y el primer mapamundi.
El mapa de la cueva de Abauntz
El ser humano ha reconocido la importancia de conservar el recuerdo de los lugares y rutas útiles para cubrir sus necesidades desde tiempos inmemoriales. Saber dónde se encontraban el agua, los árboles frutales y los animales en la zona en el que vivía eran cuestiones vitales para favorecer la subsistencia del grupo. Pero, al igual que cualquier otro tipo de saber, era difícil preservar el conocimiento sobre el entorno de unas generaciones a otras a causa de las limitaciones comunicativas.
Gracias a la evolución del lenguaje y del pensamiento simbólico, poco a poco el ser humano aprendió a plasmar esos detalles de su entorno en diversos materiales y soportes. Lo más probable es que los primeros mapas o croquis representativos de una región se trazasen en maderas, o incluso sobre el barro de zonas arenosas, de tal modo que suplía una necesidad comunicativa temporal ante una situación concreta. Dada la naturaleza efímera de la madera como material o del barro como soporte, no ha llegado a nuestros días ninguna muestra. Pero por suerte para nosotros sí que hubo algunos grupos que utilizaron materiales y soportes más duraderos.
La piedra que podéis ver más arriba se corresponde con una de las piedras calizas, de más de un kilo de peso y veinte centímetros de largo, hallada en la cueva de Abauntz, en Navarra. El equipo arqueológico liderado por Pilar Utrilla Miranda lo encontró en 1993 y, durante más de quince años, se dedicaron a analizar todos los trazos e incisiones de la piedra. Inicialmente, parecía que únicamente se trataba de representaciones de animales con algunas líneas que unían a unos con otros, pero poco a poco se percataron de que había ciertas semejanzas con ríos, montañas y caminos.
Los resultados de la investigación se presentaron el 21 de julio de 2009 en la revista Journal of Human Evolution3. El equipo de Utrilla no había encontrado otra muestra más de arte rupestre. Lo que habían encontrado dieciséis años atrás se trataba de uno de los primeros mapas que se conocen en la historia de la humanidad. Una de las dos piedras encontradas contenía un detallado plano de los entornos de la cueva de Abauntz, y estaba datado en el 11660 a. C.
En el plano de la cueva de Abauntz, como en otros planos paleolíticos, prevalecía el interés del cartógrafo para representar algo de utilidad para su ámbito social frente a la fidelidad con la realidad. Las distancias y las direcciones no eran tan relevantes como las marcas visuales de la zona que permitieran a los individuos moverse cómodamente por el entorno.
La losa de Saint-Bélec, el mapa de un principado
El mapa de Abauntz, a pesar de estar representado sobre una piedra, parece tener un uso limitado al pequeño grupo que habitase la cueva y necesitase mantener cierta información sobre el entorno. No es una necesidad de representar el territorio en sí, sino una forma de mostrar al grupo cómo llegar a los lugares del entorno que son útiles para la supervivencia, como el río o las charcas. Del mismo modo que las sociedades se vuelven más complejas, también los mapas comienzan a servir otras utilidades.
La losa de la fotografía superior fue hallada originalmente en 1900 en Saint-Bélec, un enterramiento prehistórico de Bretaña por Paul du Châtellier. Formaba parte de una cista4 de casi cuatro metros de largo, dos metros de ancho y otros dos metros de alto. Esta losa en concreto media 2,2 metros de largo y 1,5 metros de ancho, y tenía muestras de haber formado parte de una losa de mayor tamaño, pero la parte superior estaba perdida. Du Châtellier se llevó esta pieza a su casa y allí se mantuvo en el sótano hasta que fue redescubierto en 2014.
Varios investigadores que habían leído los informes originales de du Châtellier ya sospechaban que la losa podría representar un mapa. Durante cuatro años, un grupo multidisciplinar estudio la pieza en detalle y publicó y en junio de 2021 publicó en el Bulletin de la Société préhistorique française5 de la Sociedad Prehistórica Francesa un artículo en el que explicaba que, en realidad, la losa tallada de Saint-Bélec mostraba un mapa de un amplio territorio.
Por suerte, la pieza no había estado expuesta al exterior durante mucho tiempo, lo que facilitó que todos los surcos pudieran estudiarse mediante fotogrametría. Los investigadores no tardaron en percatarse de que las líneas que se mostraban en la roca se correspondían con una gran precisión con los ríos de la región de Bretaña, donde se había hallado originalmente. Los círculos y cuadrados se podían interpretar como asentamientos y túmulos. Además, la superficie de la losa estaba ligeramente tallada con pequeñas ondulaciones que tenían similitud con la topografía del terreno. En total, la losa representaba un área de 30 kilómetros de largo y 21 kilómetros de ancho, con una similitud del 80 % en comparación con los mapas actuales.
La datación sitúa al mapa en la Edad de Bronce, hace unos 4 000 años. Los datos proporcionados por los investigadores, además del hecho de que se hallase originalmente en un enterramiento, ha dado peso a la hipótesis de que este pudo ser un mapa de un principado de la Edad de Bronce. Esto otorga al mapa una intención de poder sobre el territorio que, hasta esa época, era poco común en Europa. De hecho, varios académicos consideran la losa de Saint-Bélec el primer mapa de Europa.
El mapamundi babilonio
Si los mapas de regiones extensas eran poco frecuentes en la antigüedad, los mapas que pretendían representar el mundo entero eran aún más extraordinarios. Esto tiene sentido, ya que no bastaba con que una sociedad tuviera noción de sí misma y se relacionase con un territorio concreto, sino que además requería que esa sociedad tuviera noción de que había otros grupos más allá que ocupaban otros espacios distintos. Esto que puede parecer obvio con el prisma del presente, posiblemente no era algo relevante hasta hacer relativamente poco tiempo.
De hecho, el mapa más antiguo conocido que intente representar el mundo entero se corresponde con el mapa babilonio, que reside actualmente en el British Museum de Londres. Fue creado Babilonia en torno al año 500 a. C. como copia de un original 200 años más viejo, el cual no se ha conservado hasta nuestros días. Se trata de una tablilla de arcilla con dibujos e inscripciones en la que se muestra la visión que tenían los babilonios del mundo.
El mapa muestra dos circunferencias concéntricas, así como siete áreas triangulares rodeando la circunferencia exterior. El área del interior del círculo representa el continente central, donde la ciudad de Babilonia ocupa el lugar central, representada mediante un rectángulo. Con otras figuras geométricas, los babilonios también situaron y pusieron nombre a otros pueblos coetáneos como Asiria (al noroeste de Babilonia), Uratu (actual Armenia, al norte de Asiria) y Habban (actual Yemen, al suroeste de Babilonia). Pese al hecho de que el pueblo babilonio conocía a los persas y egipcios, estos fueron obviados totalmente en esta representación, posiblemente por las rencillas existentes con ellos.
A nivel topográfico, el mapa representa unas montañas al norte, donde nace el río Éufrates, el cual atraviesa la ciudad de Babilonia y desemboca en la parte inferior del mapa en las dos circunferencias. Estas dos circunferencias concéntricas se corresponden con las aguas saladas, es decir, el mar. El texto exterior a ambos lados de la tablilla describe que el objetivo del mapa es mostrar el mundo entero. El énfasis en la distancia entre los lugares que acompaña al mapa hace suponer que tenía intención de localizar regiones lejanas, incluso más allá del mundo conocido.
El texto en el reverso de la tablilla describe las siete regiones triangulares, a las cuales las denomina islas, en detalle, aunque es evidente que los babilonios sabían poco de esas islas. La primera isla corresponde con la representada en el sureste, y las sucesivas son descritas según el sentido de las agujas del reloj. Solamente se conserva la breve descripción de tres de las siete islas, de las cuales se dice brevemente: “Lugar del sol naciente”, “El sol está escondido y nada se puede ver”, “Más allá del vuelo de los pájaros”.
Como último detalle interesante de este primer mapa del mundo, hemos de hablar de la orientación. Como ya comenté por aquí hace meses, no todos los mapas apuntan al norte. En este caso, el mapa sitúa el noroeste en la parte superior. Esto se debe a que, a diferencia de nuestro sistema de puntos cardinales, el sistema de orientación babilonio se basaba en los vientos predominantes, siendo el viento del noroeste un viento soplado por la diosa Ishtar.
El sesgo de supervivencia consiste en concentrarse en todo aquello que ha llegado a nuestros días, obviando todas aquellas que pudieron existir y que no se han conservado o encontrado.
Podéis encontrar más información sobre el yacimiento y la pieza en su web oficial.
Una cista es un tipo de enterramiento que consiste en cuatro losas laterales y una quinta que hace de cubierta.
Super interesante. Me parece fascinante el aspecto del lenguaje. Imagínate un mapa actual que apunte hacia "allá dónde el sol se esconde", o "donde las montañas ya no son blancas en la cima". Si Google maps diera direcciones de esa manera nos volveríamos locos. Hace un tiempo escuché un podcast donde hablaban de una tribu en el Amazonas que tiene un sistema de lenguaje similar. Sería interesante saber hasta que punto los mapas ha influenciado el lenguaje, y has que punto los mapas has sido influenciados por el lenguaje. Buen post. 🖖🏽
Qué cosas tan interesantes cuentas, Miguel...