Buen martes a todos,
El pasado fin de semana por fin me quité un gran peso de encima. Llevo más de 15 años escribiendo sobre temas diversos en Internet, siempre con esa obsesión subyacente por los mapas. Gracias a eso, y a gente que vas conociendo por el camino, hace 11 años di una charla en Naukas Bilbao1. Trataba sobre mapas, cómo no2. Si bien no salió mal per se, la experiencia me resultó hasta cierto punto traumática. Pasé un mal rato en el escenario, con la sensación de que el corazón me iba a explotar.
Por eso tomé la decisión de no volver a subirme a un escenario, al menos hasta el pasado fin de semana. Alejandro Polanco3 me llamó hace tres meses y me convenció para participar en la primera edición de Naukas Guardo. Los nervios no faltaron el día de antes, e incluso el mismo día, pero en esta ocasión cuando me subí al escenario casi puedo decir que lo disfruté. No sentí que el corazón se acelerase y estuve bastante cómodo. Desde luego, hay mucho en lo que puedo trabajar y vicios que mejorar, pero al menos conseguí el gran objetivo: ganar la batalla contra mí mismo.
El evento se emitió en directo, y aquí podéis ver mi intervención. No está grabado en alta calidad, pero se puede ver si os interesa (aunque alguno de los mapas que utilicé no se ve del todo bien)4.
En cualquier caso, aprovecharé la oportunidad para contaros en la newsletter de hoy una parte resumida de lo que conté en Guardo el pasado fin de semana.
Los viajes de Cristóbal Colón
Cristóbal Colón fue un personaje afortunado. A pesar de haber tenido múltiples problemas con la justicia en su Génova natal y más tarde en Portugal, al final aterrizó en España, donde consiguió buenos contactos. Eso le permitió tener acceso a los Reyes Católicos y conseguir presentarles una manera de viajar a las Indias Orientales muy loca: a través del océano. Gracias a una serie de correspondencias que se han conservado, sabemos que Colón creía que esto era posible gracias a un mapa de Toscanelli de 1474.
Según el plan de Colón, la Tierra tenía una circunferencia a la altura del Ecuador de 29.000 kilómetros5, frente a los 40.000 kilómetros que ya había planteado Eratóstenes en el siglo III a. C. y que aún se mantenía como consenso en Europa. Gracias a esa medición, él calculaba que podría llegar sin problema hasta Cipango (Japón), atravesando el océano, con una parada estratégica en la hipotética isla de Antillia, a mitad de camino.
La corte del Reino de España no estaba para nada convencida de que esto fuera realmente posible, pero a través de Fernando el Católico consiguió en diciembre de 1491 financiación para establecer una expedición que probase (o no) la hipótesis de Cristóbal Colón. Es así como logró partir del puerto de Palos de la Frontera, en Huelva, el 3 de agosto de 1492, con tres barcos y 86 tripulantes. Llegó pocas semanas después a Canarias y de ahí se adentró dirección oeste en busca de las Indias.
El 12 de octubre de 1492, la expedición llegó por fin a su destino, lo que Colón creía que eran las Indias Occidentales, pero en realidad se trataba del archipiélago de Bahamas. De ahí navegaron a Cuba y finalmente a la isla Española. Tras el naufragio de la Santa María, Colón decidió iniciar su camino de vuelta para llevar las noticias a los Reyes Católicos. El descubrimiento de esta nueva ruta tuvo una gran acogida, ya que suponía una ruta mucho más rápida que la habitual (circunnavegando África), y una ventaja competitiva para mejorar la red comercial de España. Gracias a esto, Colón consiguió financiación para un segundo viaje que partió a finales de 1493 con 17 barcos y más de 1.500 tripulantes.
¿Pero dónde había llegado realmente Cristóbal Colón?
Las mediciones de Cristóbal Colón
En su segundo viaje, Colón tomó la determinación de intentar averiguar donde había llegado realmente. Por ello, aprovechando un eclipse de Luna, intentó medir su posición cuando estaba situado al este de la Española, cerca de la actual Punta Cana. Allí determinó que se encontraba a 80° al oeste del cabo de San Vicente, al suroeste de Portugal. La medición fue bastante desastrosa, ya que este punto es donde se encuentra en realidad la península de Yucatán, en el actual México, a 2.200 kilómetros de distancia.
Tras el segundo viaje, la situación de Colón se complicó. Comenzó a tener problemas también con la justicia española, aunque consiguió hacer dos viajes más, con una tripulación mucho más comedida y con menos relevancia para los planes del Imperio Español. Durante el cuarto viaje, Colón volvió a aprovechar un eclipse de Luna para intentar averiguar su posición una vez más. En esta ocasión se encontraba al norte de Jamaica, y estimó que se situaba a 100° al oeste del cabo de San Vicente. La medición en su primer viaje había sido mala, pero la del cuarto viaje resultó ser mucho más lamentable. A 100° al oeste del cabo de San Vicente se encuentra un punto en medio del océano Pacífico, al sur de la península de California, a 3.800 kilómetros de distancia.
Si os percatáis, en ambas mediciones, Colón fue capaz de estimar con bastante precisión su latitud (eje norte-sur), pero falló de forma garrafal en su longitud (eje este-oeste). ¿Y esto a qué se debe? Pues simplemente al hecho de que medir la latitud es algo simple que ya eran capaces de hacer los fenicios y los polinesios varios siglos antes de Cristo, pero la longitud era algo prácticamente imposible de medir con precisión si no se tenía a mano un reloj preciso y que funcionase de forma absoluta. Es decir, no calculando la hora solar de cada punto, sino una hora universal.
El consenso es que Américo Vespucio estableció la hipótesis de que las tierras a las que había llegado el Imperio Español era en realidad un nuevo continente. Colón murió en 1507 y, muy posiblemente, sin ser nunca realmente consciente de que había llegado a un continente desconocido para los europeos.
El problema de la longitud
El problema teórico de la longitud y la latitud es algo que está resuelto desde tiempos de la Antigua Grecia. En el siglo III a. C., Eratóstenes ya propuso que la Tierra era esférica con un diámetro de 40.000 kilómetros y propuso un mapa en el que se dividía el mundo utilizando meridianos y paralelos. Los meridianos se definieron como líneas que unían el polo norte y el polo sur y que servían para medir la longitud de cualquier punto de la superficie terrestre. Los paralelos, por su parte, se definieron como líneas perpendiculares a los meridianos que servían para medir la latitud de cualquier punto.
En el siglo II a. C., Hiparco de Nicea aportó la información necesaria para medir la latitud y la longitud. Para la latitud, el problema se solucionó simplemente con una serie de herramientas para medir la altura del sol al mediodía, cuando está en su punto más alto, y una serie de tablas que definían la latitud en función del momento del año6.
La longitud, por su parte, se mide de forma relativa. Hiparco ya sabía que el sol sale antes en las ciudades situadas más al este y sale más tarde en las ciudades situadas al oeste. Si se toma una duración del día de 24 horas y los 360° en los que se divide la esfera terrestre, cada hora se corresponde con 15°de longitud de diferencia. Lo único que haría falta sería medir el tiempo, y este es el punto en el que la tecnología no estaba a la altura e impedía aplicar la teoría perfectamente definida por Hiparco.
Hubo múltiples científicos e inventores que durante siglos intentaron solucionar el problema de la longitud. Todas las potencias europeas se volcaron en este problema e intentaron mediante múltiples premios conseguir que alguien les diera esa ventaja competitiva para navegar de forma más eficaz los mares. Finalmente, a mediados del siglo XVIII, John Harrison, un relojero inglés, consiguió encontrar el mecanismo. Con el objetivo de lograr el premio propuesto por el parlamento inglés en 1714, dedicó gran parte de su vida a crear un reloj preciso que le hiciera merecedor de las 10.000 libras que prometía el premio.
Su primer modelo, el H-1, fue presentado en 1737. Gracias a él se ganó la atención del parlamento, aunque no el premio. Esto le permitió un acceso a más financiación, con lo que pudo diseñar más modelos, hasta que en 1760 presentó el H-4, el reloj que lo cambiaría todo. Se probó por primera vez en un viaje de Inglaterra a Jamaica y, a lo largo de 81 días de viaje, el reloj únicamente se retrasó 5 segundos, lo cual supuso todo un éxito. Aun así, el escepticismo del parlamento y de muchos científicos de época provocaron que John Harrison nunca recibiera oficialmente el premio, aunque gracias a la presión de Jorge III sí que logró que se le pagase parte del mismo.
A pesar de que el problema de la longitud ya había sido resuelto de forma práctica por John Harrison, el problema persistió en la navegación, ya que el acceso a ese tipo de relojes era caro y pocos navíos se lo podían permitir. Es por esto que fue clave la popularización del telégrafo a lo largo del siglo XIX. Esta nueva tecnología permitía comunicarse de punto a punto del planeta de forma instantánea, lo que facilitaba comparar la hora entre dos puntos y así determinar de forma eficaz la longitud sin necesidad de un reloj que se desplazase de un punto a otro.
Este mapa publicado en Francia a comienzos del siglo XX muestra la red de telégrafo que existía en aquel momento, pero también muestra de manera fiel las costas de toda la superficie terrestre, sin las aberraciones de medición que habían sido tan comunes en los siglos anteriores. La invención de la radio, a comienzos de ese mismo siglo, solucionó también el problema de la longitud para todos los marinos, ya que permitía que se pudieran comunicar de forma instantánea con torres de control que ayudaban para determinar la posición del barco.
Y con esto, el problema de la longitud quedó finalmente solucionado.
El pasado 16 de abril se publicó mi primer libro, sobre la historia de la propaganda hasta la Segunda Guerra Mundial. Echad un vistazo si queréis más detalles… ¡y corred la voz!
De nuevo, muchas gracias por la acogida. Se agradece.
Que por cierto, ayer mismo anunció las fechas para la edición de 2024, aquí podéis ver los detalles.
He dudado, pero dejo aquí el enlace a la charla por si alguno quiere verla: De cómo mentir/manipular con mapas.
Alejandro es un auténtico crack. Mantiene desde hace más de 19 años el blog Tecnología Obsoleta y es un apasionado a los mapas que ha editado multitud de atlas fascinantes para cualquier amante de los mapas. Os recomiendo que sigáis su obra en Kickstarter.
Si tenéis tiempo, también os recomiendo que veáis el resto de la sesión, con charlas muy chulas de Gaby Jorquera, Laura Toribio, Gisela Baños y Pedro León.
O de 32.000 kilómetros, según la fuente consultada.
Debido al movimiento de translación, la altura del sol a mediodía cambia a lo largo del año.
Buena entrada (artículo). Ya había escuchado (en algún podcast de Peláez y algún que otro artículo) el problema de la longitud, pero aquí lo resumes y explicas estupendamente. Gracias.
En el penúltimo párrafo de las mediciones de Cristóbal Colón hay una errata? “… garrafal su latitud “ ¿es longitud?
Veré, las dos charlas. Por qué personas, que conozco, que saben de un tema les cuesta tanto hablar en público y otras son capaces de parlotear de cualquier tema. Es algo que me pregunto. Debe ser un don de los dioses (jajaja), pero estoy segura que hacerlo muchas veces hace mejorar. Así que a ello, porque sabes contar las cosas.
Y, ya tengo en casa (lo recogí ayer) tu libro. Empezaré un día de estos a leerlo.
Fantástica esa charla. Lástima que no se vieran bien las imágenes.