Buen miércoles a todos,
El 6 de septiembre de 1522, Juan Sebastián Elcano llegaba junto a 18 compañeros a Sanlúcar de Barrameda a bordo de la Victoria, completando así la primera circunnavegación de la Tierra. Habían pasado más de tres años desde que la expedición liderada por Fernando de Magallanes partiera de Sevilla, junto a otros cuatro navíos y 221 marinos más. No se puede negar el éxito de este periplo, pero tampoco se puede obviar las decenas de muertos por enfermedades varias, el naufragio la Santiago en la Patagonia o el hecho de que tuvieron que abandonar a la Concepción en Filipinas, ante la falta de marinos que pudieran llevarla a buen puerto1.

Tras esta expedición, otras siguieron sus pasos y bastantes lo lograron, aunque muchas de una forma tortuosa. Ese fue el caso de la expedición de García Jofre de Loaisa, en la que todos los capitanes murieron y todos los navíos se perdieron, aunque nueve marinos sí que lograron volver a España a bordo de barcos portugueses, once años después de comenzar la expedición. Técnicamente, los nueve lograron circunnavegar el mundo.
Entre el siglo XVI y el siglo XX, hay bien documentadas al menos 40 expediciones que, de uno u otro modo, lograron navegar los océanos dando una vuelta completa al mundo. Francis Drake fue el primer británico, en 1577. Francesco Carletti fue el primer italiano, en 1601, y también el primero en hacerlo como pasajero en todos los tramos del viaje. Aquel mismo año, dos expediciones holandesas también completaron la vuelta al mundo. Los primeros franceses y estadounidenses lo lograron en el siglo XVIII, y los primeros rusos y daneses no lo lograron hasta el siglo XIX.
Es difícil estimar exactamente cuántas personas lograron dar la vuelta al mundo entre el siglo XVI y el siglo XIX, pero seguramente ese número se encuentre entre 1000 y 2000 individuos. Lo que sí que sabemos es que ninguno lo hizo en solitario con su propio barco, al menos hasta que en 1895 Joshua Slocum se propuso intentarlo.
Los orígenes de Joshua Slocum
La familia de Slocum descendía de muchos de los leales al Imperio Británico que, debido a su oposición a la Guerra de Independencia Americana, tuvieron que huir a Canadá, pero a cambio recibieron tierras en Nueva Escocia, donde pudieron rehacer su vida. La cercanía al mar y la escasa productividad de los cultivos, fue lo que llevaron al padre de Slocum a lanzarse al mar, convirtiéndose en un buen conocedor de los barcos y del arte de la navegación.
A pesar de que muchas veces se idealiza la historia de Joshua Slocum, la verdad es que no fue una familia tan humilde para aquella época. A pesar de haber nacido en 1844, tuvo la suerte de poder entrar en la escuela, donde aprendió a escribir y a leer. Esas facilidades no quitaron que su fascinación por el mar, heredada de su padre, le llevara a intentar escaparse en múltiples ocasiones. A los catorce años lo hizo como cocinero en un pequeño pesquero, durante poco tiempo y, a los dieciséis años, de forma definitiva, en un barco mercante que partió de Halifax hacia Dublín.

De Dublín, cruzó el mar de Irlanda y en Liverpool se embarcó en el Tangier, un barco mercante con el que llegó hasta China. Aquí es donde comenzó su primera exploración del mundo en detalle. Rodeó el cabo de Hornos en dos ocasiones, lo que le permitió conocer las Indias Orientales Neerlandesas, las islas Molucas, Filipinas, Hong Kong, Singapur o Saigón. A los dieciocho años se convirtió en Segundo Oficial y, gracias a su ambición, a los pocos años ascendió a Primer Oficial de barcos mercantes británicos, con lo que hizo múltiples viajes desde las Islas Británicas hasta San Francisco.
Su pasión por el mar le hizo navegar en distintos tipos de navíos, e incluso se hizo propietario de muchos de ellos, como fue el caso del Pato, el Northern Light, el Aquidneck o el Liberdade2. En los barcos no solo viajaba él, sino que se llevaba a la familia, lo que demuestra hasta qué punto toda su vida estuvo por completa dedicada al mar. Su conocimiento sobre distintos tipos de barcos a todos los niveles, construcción, mantenimiento y navegación, así como su ambición, fueron clave para que, a los 50 años de edad, se propusiera una nueva aventura: navegar alrededor del mundo en solitario.
El Spray y la vuelta al mundo
Tras la vuelta de Slocum de Brasil, a bordo del Liberade, hizo una parada en Fairhaven, Massachusetts, donde su amigo Eben Pierce le regaló el Spray, una antigua balandra3 que se encontraba en muy mal estado. A pesar de tratarse de una embarcación de mucho menos tamaño y valor que todos los barcos que había navegado en las últimas décadas, Slocum decidió quedarse con el Spray y, durante trece meses, se dedicó por completo a repararlo.

El 21 de junio de 1892, el Spray se lanzó por primera vez al mar y, posiblemente, en uno de sus primeros viajes, se comenzó a fraguar la idea de circunnavegar el mundo en solitario a bordo de esta embarcación. Durante los tres años siguientes se dedicó a la pesca en las aguas de Boston, hasta que la mañana del 24 de abril de 1895 decidió partir para recorrer el mundo en solitario a bordo del Spray.
Su primera parada fue en las islas Azores, en medio del Atlántico. De ahí navegó hacia Gibraltar con la intención de atravesar el Mediterráneo para atajar por el canal de Suez, aunque la presencia de piratas le hizo cambiar de planes. Siguiendo la costa de África, pasó por las islas Canarias y Cabo Verde, y de ahí cruzó hasta Brasil, tocando tierra en Pernambuco. Siguiendo la costa oriental de Sudamérica, pasó por Río de Janeiro, Montevideo y Buenos Aries, para terminar llegando al sur del continente americano.
En vez de bordear el cabo de Hornos, decidió adentrarse por el estrecho de Magallanes, donde tuvo problemas con el clima y con los nativos de la región. Se vió obligado a realizar múltiples paradas, hasta que finalmente logró salir hacia el mar abierto, tomándose un descanso en la isla chilena de Más Atierra4. Desde ahí, se adentró en el Pacífico y, tras una breve parada en Samoa, llegó a Sídney.
Bajó hasta Melbourne, aunque finalmente decidió rodear Australia por el norte, realizando una parada más en las islas Cocos. Atravesó el océano Índico hasta llegar a Mauricio, tocó la costa africana en Durban y, de ahí, siguió hasta realizar una larga parada en Ciudad del Cabo. Tras tres meses, decidió cruzar una vez más el océano Atlántico, esta vez haciendo una breve parada en Santa Helana y, desde allí, llegó al Caribe.
El 27 de junio de 1898, Slocum tocó tierra en Newport, Rhode Island, después de más de tres años surcando el mar, recorrer más de 74.000 kilómetros, y completando así la primera circunnavegación del mundo en solitario.

La expedición de Slocum está muy bien detallada, entre otras cosas, porque mandó un gran volumen de cartas en las distintas paradas que realizó durante su viaje. Una gran parte de ellas dirigidas a su editor, lo que facilitó que un año después se publicara su libro más conocido, Sailing Alone Around the World5.
Los mapas de Joshua Slocum
Como ya hemos visto, Slocum era un experimentado marino que había llegado a prácticamente todos los rincones del mundo con todo tipo de barcos. Además, gracias a su temprano aprendizaje, estaba acostumbrado a utilizar los antiguos patrones de navegación, estimando la longitud y la latitud mediante el sol de mediodía6. Es un hecho que poseía múltiples mapas, pero es muy probable que también hubiera dibujado sus propios mapas con los aprendizajes de sus viajes.
Por eso no debe sorprender que ya en su primer libro7, publicado a su llegada a Estados Unidos tras su viaje a bordo del Libertade desde Brasil, ya se incluyera un mapa de aquel viaje.

En su segundo libro, Sailing Alone Around the World, Slocum incluyó todo lujo de detalles sobre las paradas realizadas por el Spray en su viaje. Además, también incorporó múltiples mapas en los que se detallan los trayectos seguidos y las paradas realizadas. Los podéis consultar todos en su libro, pero aquí os dejo algunos de los más interesantes.





El libro incluye, además, planos del barco, así como decenas de ilustraciones en las que se muestran algunas de las maravillas de naturales con las que se topó, así como las culturas con las que se encontró.
Curiosamente, a su regreso a Estados Unidos, su hazaña fue ignorada casi por completo, dado que Estados Unidos había estado en guerra con España durante toda la duración de su viaje. Gracias al libro en el que narró su historia, pudo obtener a posteriori todo el reconocimiento por una proeza de este calibre.
La historia de Slocum se oscureció notablemente tras la publicación de su libro. Fue acusado en dos ocasiones de violar a menores, y en una de ellas pasó por la cárcel, aunque no llegó a haber sentencias firmes.
Principalmente, vivió de las rentas de su libro, del cual se vendieron muchas copias. Eso le permitía vivir a bordo del Spray la vida tranquila que siempre había soñado. En 1909, los ingresos ya habían decaído hasta el punto de no poder garantizar los mínimos necesarios, por lo que se comenzó a plantear un nuevo viaje con el que escribir otro libro: navegar a Sudamérica para recorrer el Amazonas y el Orinoco.
El 14 de noviembre de 1909, zarpó de Vineyard Haven, Massachusetts, hacia el Caribe, como hacía cada invierno para evitar el frío, pero en esta ocasión no se supo nunca más de él.
Joshua Slocum desapareció en el mar, el lugar donde siempre buscó vivir.
Por comentar brevemente el destino de los otros dos navíos, sin que el texto quede engorroso, os dejo por aquí dos notas más. La tripulación de la San Antonio se reveló al llegar al estrecho de Magallanes y se dio media vuelta. La Trinidad, que fue la capitaneada originalmente por Magallanes, fue asaltada por los portugueses al llegar a las Molucas, y ahí se perdió.
La historia de este barco es bastante interesante. Se construyó en Brasil con piezas de su antiguo barco, el Aquidneck, y se lanzó al mar justo el 13 de mayo de 1888, el día en el que se abolió la esclavitud en Brasil. De ahí su nombre, Liberdade, libertad en portugués.
La balandra es una pequeña embarcación de vela con un solo mástil.
Actualmente, es conocida como Robinson Crusoe, en el archipiélago de Juan Fernández.
Lo podéis encontrar en la biblioteca Gutenberg. Merece la pena ojearlo.
Sobre la dificultad de medir la longitud hablé en detalle en este otro artículo.
Este otro libro también lo podéis encontrar en la biblioteca Gutenberg.
Estoy hojeando el libro y es una maravilla llena de aventuras, Miguel, siempre rescatando y narrando material fino ✨