Buen martes a todos,
Hace unos meses estuvimos discutiendo sobre el número de continentes que hay en la Tierra. Como ya vimos, hay muchas posibles perspectivas, geológicas, históricas y culturales, pero ninguna que sea la definitiva.
Este problema, además de la cuestión de la definición de continente en sí, es debido a la distribución actual de las tierras emergidas. La tierra firme se haya distribuido en múltiples masas de distinto tamaño y, algunas de ellas, unidas por pequeños istmos entre sí1. Pero hubo un tiempo en que esto no fue así.
Sin que exista consenso entre geólogos y otros investigadores de la materia, se cree que en algún momento hace 4.000 - 2.500 millones de años apareció la tectónica de placas en la Tierra2. Las placas tectónicas son fragmentos de la litosfera que se desplazan sobre el manto terrestre. Estos desplazamientos conllevan interacciones entre las placas que ocasionan la creación y desaparición de parte de la corteza terrestre, así como la creación, el choque, la división y la desaparición de los continentes.
Como resultado, en múltiples ocasiones a lo largo de la historia de la Tierra, todas las tierras emergidas han estado unidas en un único supercontinente, tal y como fue Pangea, el más conocido de todos.
Hoy, vamos a recorrer algunos de esos supercontinentes, cuya existencia se ha postulado, y también algunos de los que probablemente están por llegar.
Pangea
La forma de las costas que se encuentran a ambos lados del océano Atlántico es sospechosamente semejante. Lo es en la actualidad, y lo ha sido a lo largo de la historia de la humanidad, pero durante la gran parte de este tiempo no hemos tenido mapas completos que nos permitieran realizar esa observación. Después de que los europeos recorrieran las costas de América y comenzasen a dibujar los límites del océano Atlántico, comenzó a ser tentador especular. Apenas cien años después de que Cristóbal Colón pisara las costas de la Española, en 1596, Abraham Ortelius se convirtió en el primero en dejar esta hipótesis por escrito3.
Según comenta el propio Ortelius en la tercera edición de Thesaurus Geographicus, un diccionario de topónimos clásicos, Platón ya habría descrito la separación de los continentes en la antigüedad. No existe evidencia de que Platón dijera tal cosa, pero Ortelius utilizó esa afirmación para justificar su interpretación del mundo: las costas del Nuevo Mundo y el Viejo Mundo parecían encajar y eso solo podía explicarse si América se hubiera separado de África y Europa por una sucesión de terremotos y diluvios.
Esta idea de Ortelius quedó de algún modo enterrada entre el polvo de un puñado de bibliotecas. Hubo pensadores como Francis Bacon que admiraron esa similitud entre las líneas de costas, pero ninguno llegó tan lejos como Ortelius. Al menos no hasta finales del siglo XIX, cuando la geología se comenzó a desarrollar sus cimientos. En 1858, Antonio Snider-Pellegrini hipotetizó que los continentes habrían estado conectados 300 millones de años antes y fundamentó su teoría en las evidencias fósiles que coincidían a ambos lados del océano Atlántico.
Pero el que realmente comenzó a construir el corpus teórico que más tarde se convertiría en la tectónica de placas fue Alfred Wegener. En 1912 publicó un artículo, Die Entstehung der Kontinente (El origen de los continentes), en el cual se describía por primera vez la deriva continental. La teoría de Wegener planteaba que los continentes se desplazaban y que, en un momento inicial, todos ellos formaban parte de un único supercontinente conocido como Pangea4.
Esta idea, aceptada en la actualidad, tuvo casi cuatro décadas en las que estuvo totalmente rechazada por la comunidad científica. No se trataba de negacionismo, sino de un problema fundamental de Wegener: no tenía ninguna propuesta para explicar cómo se desplazaban los continentes. Además, Wegener cometió el gran error de estimar que los continentes se desplazaban más de 2,5 metros al año, lo que resultaba extremadamente rápido5. Rápido en tiempos geológicos, se entiende.
En paralelo, muchas otras teorías sobre los orígenes de los continentes y los cambios en la corteza terrestre fueron desarrollándose, como la expansión del fondo oceánico6, la sismología o la vulcanología. Un poco de todas sirvieron para que se formulara la tectónica de placas a lo largo de los 1960s, con la participación de muchos científicos como John Tuzo Wilson, Edward Bullard, W. Jason Morgan, Dan McKenzie, Robert Parker o Xavier Le Pichon, quien formuló el modelo que sería finalmente aceptado por la comunidad científica.
¿Y antes de Pangea?
Sabemos que Pangea se formó hace unos 300 millones de años, aunando todos los continentes. Se estima que estuvo unificada durante unos 100 millones de años, cuando se partió en dos, dando lugar a Laurasia y Gondwana, con el océano de Tetis entre medias. Estos se dividieron a su vez en múltiples continentes hasta llegar a la distribución continental que tenemos en la actualidad.
La formación y división de estos supercontinentes está descrita por el ciclo supercontinental. Según este modelo, cada 400 - 500 millones de años la corteza terrestre se reconfigura y termina agrupando a todas las tierras emergidas. La colisión continental va agrupando los continentes en una única masa, para que luego la aparición de rifts genere rupturas y vuelva a dividir a los continentes, que más tarde volverán a agruparse. Así, de forma repetida, desde que las placas tectónicas están en funcionamiento, hace varios miles de millones de años.
Por esto, se han hipotetizado varios supercontinentes anteriores a Pangea. Los datos de los que disponemos son limitados, por lo que es imposible saber a ciencia cierta la forma exacta de los mismos, pero distintos modelos han llegado a conclusiones interesantes.
El primero que os traigo es Pannotia. Se formó hace unos 650 millones de años y mantuvo unido durante casi 150 millones de años. Su existencia fue descrita por primera vez por Ian Dalziel en 1997, como una agrupación de los continentes en torno al Polo Sur.
Rodinia fue el predecesor de Pannotia. Se formó hace unos 1.100 millones de años y no comenzaría a fracturarse hasta 300 millones de años después. Sabemos de su existencia gracias a las pruebas paleomagnéticas, las que permiten establecer la latitud que tenían los cratones7 y, de ese modo, modelar cómo estaban unidos los continentes.
Cuanto más nos desplazamos al pasado, los datos cada vez son menos, y las reconstrucciones e hipótesis más frágiles. Columbia, también concido como Nuna, fue un supercontinente que existió hace unos 1.500 millones de años. Al igual en que en el caso de Rodinia, su existencia está basada en datos paleomagnéticos.
Los datos más atrás apenas proporcionan información suficiente para poder establecer una hipótesis. La razón es que tan solo persisten dos cratones tan antiguos: Kaapvall y Pilbara. Eso no impide que existan paleogeólogos que hayan modelado otros continentes previos como Kenorland, Ur o Vaalbará.
Lo que nos depara el futuro
Ahora pensemos que nuestro tiempo es insignificante a escala geológica. Como ya supondréis, estamos camino de otro nuevo supercontinente. Es más, si observamos con detenimiento la distribución actual de los continentes, Eurafrasia (la agrupación de Europa, Asia y África) ya está unida, lo que supone el 57 % de las tierras emergidas. Los investigadores han planteado tres formas para el próximo supercontinente que puede formarse.
El primero en ser postulado fue Pangea Última, en 1982, por Christopher Scotese. Dado que su nombre original es confuso, ya que puede inferir que se trate del último supercontinente, Scotese cambió la denominación a Pangea Próxima. Según este modelo, África colisionará con Europa y se cerrará el mar Mediterráneo, Australia chocará con el Sudeste Asiático y los océanos Atlántico e Índico desaparecerán. Todo esto finalizará en unos 250 millones de años con este supercontinente.
A finales de los 1990s, Roy Livermore propuso otro modelo distinto: Novopangaea. La gran diferencia respecto al modelo de Scotese es que aboga por la desaparición del océano Pacífico en vez del océano Atlántico. De este modo, América colisionaría con la costa oriental de Asia, Australia y Antártida. Esta hipótesis también plantea que el supercontinente se formará dentro de unos 250 millones de años.
El último modelo como futuro supercontinente es Amasia, el cual también fue propuesto en los 1990s por John Baumgardner, pero que fue remodelado en 2012 por Ross Mitchell. En esta ocasión, al igual que en el caso de Novopangea, el océano Pacífico desaparecería, pero con la diferencia de que todo sucedería hacia el norte, uniéndose todos los continentes en torno al Polo Norte.
No estaremos aquí para ver cuál de las tres hipótesis resulta acertada, pero todo este trabajo de la paleogeología ha sido clave para entender ciertos aspectos de la evolución de la vida en la Tierra, la distribución de las especies y su adaptación al medio.
PS: Se me olvidaba, pero muy relevante al hilo de todo lo que cuento hoy. Os recomiendo mucho este mapa interactivo que me descubrió
hace unos meses. No solo reconstruye los últimos 750 millones de años y la distribución de los continentes, además también puedes buscar ciudades para ver en qué punto estuvieron situadas a lo largo de todo ese periodo. Si es que ya se había formado la tierra sobre la que hoy yacen, claro está.Sí, me refiero a los istmos de Suez y Panamá.
El tema es mucho más complejo que cualquier aproximación. Las placas tectónicas seguramente emergieron pronto, pero el funcionamiento actual tardó en asentarse cientos de millones de años, o incluso miles de millones de años. Hay algún geólogo que plantea que las placas tectónicas, tal y como las conocemos, podrían llevar con nosotros tan solo 800 millones de años.
James Romm lo cuenta en este artículo de 1994 publicado en Nature.
Del griego pan- (todo) y Gaia (Tierra).
La velocidad estimada actual de los continentes es de 2,5 centímetros al año, una centésima parte de lo estimado por Wegener.
Sobre esto también publiqué muchos mapas que podéis consultar aquí.
Los cratones, definiendo de forma simple, son las masas continentales que se mantienen rígidas y sin fragmentarse desde hace cientos de millones de años.