Los Estados Unidos de Europa, una peculiar historia del federalismo europeo
Newsletter #53 – 2024/03/12
Buen martes a todos,
Había escrito un párrafo introductorio para quejarme de que hace frío y que no me apetece lo más mínimo este tiempo en estas fechas, por muy normal que sea. Pero he decidido borrarlo porque, total, tampoco iba a cambiar nada.
En vez de eso, voy a ir directamente al tema de hoy, la idea de los Estados Unidos de Europa. Tenía pensado empezar a escribir sobre la historia del federalismo en Europa y cómo se llegó a la Unión Europea. Es una sucesión de hechos realmente interesante, pero se ha contado tantas veces que me ha dado pereza repetirlo una vez más. En vez de eso, he recuperado algunas ideas que ha habido a lo largo de la historia para montar una Europa federal, pero desde un punto de vista totalmente teórico e irreal.
Tras una pequeña introducción, os contaré las propuestas de Maas, Kohr y Heineken1.
El federalismo europeo, una forma de buscar la paz
Es complicado establecer un comienzo para la idea de unión de Europa, posiblemente porque no podemos decir que exista un momento en el que la idea de Europa emerja por sí misma. Si nos remontamos al siglo VIII, nos encontramos con la dinastía carolingia, que comenzando por Carlos Martel y terminando con la muerte de su nieto, Carlomagno, alcanzó una cierta unidad en gran parte de Francia y Europa Central2. Tras el tratado de Verdún, en 843, aquel primer intento se perdió por completo.
Durante los siguientes mil años, se mantuvo la idea del Sacro Imperio Romano Germánico, como una forma de mantener cierta unidad entre las múltiples entidades políticas en las que se dividía el centro de Europa. La realidad es que distaba mucho de ser algo uniforme, ya que los enfrentamientos internos eran continuos, ya fuera por una cuestión religiosa, de recursos o simplemente de poder. La guerra, a mayor o menor escala, era un problema continuo en Europa. Aun así, la existencia de enemigos externos sí que fomentó una cierta unidad, tal y como ocurrió en las múltiples cruzadas contra el Islam.
A partir del siglo XVIII, el ideal pacifista empieza a expandirse entre parte de la sociedad europea, lo que lleva a algunos pensadores a proponer ideas para poner fin a esa situación de guerra continua. Uno de los primeros en enunciar una solución concreta fue el Abbé de Saint-Pierre, con la publicación en 1713 de su Proyecto para lograr la paz eterna en Europa3. En él sugería una liga europea de 18 estados soberanos que compartirían un sistema económico común y que no tendría fronteras. La lista incluía algunos estados existentes, pero también otros que se tendrían que establecer: Francia, España, Inglaterra, Holanda, Portugal, Suiza (y asociados), Florencia (y asociados), Génova (y asociados), el Estado Papal, Venecia, Saboya, Lorena, Dinamarca, Curlandia y Gdansk, el Sacro Imperio, Polonia, Suecia y el Principado de Moscú.
Tras la guerra de la independencia de los Estados Unidos de América, fueron muchos más los que se unieron al carro. El establecimiento de una federación formada por todas las antiguas colonias británicas parecía un garante de paz que debía ser replicado en Europa. Immanuel Kant, en La paz perpetua4, explora esta idea de que una federación de estados, que tuvieran embajadores de forma continua en una ciudad como Venecia, podría ser la solución para asegurarse de que no haya más enfrentamientos innecesarios. Victor Hugo utilizó directamente la expresión “Estados Unidos de Europa” en el congreso internacional de paz de París en 1849. Otros pensadores propusieron que bastaba con una organización internacional ante la que todos los estados tuvieran que responder, como fue el caso del biólogo polaco Wojciech Jastrzębowski en su Tratado sobre la paz eterna de las naciones, de 1877.
Los Estados Unidos de Maas (1920)
El siglo XX comenzó fuerte en Europa. Todo el pensamiento de lo terrible que era esa guerra continua quedó en agua de borrajas cuando estalló la Primera Guerra Mundial. Ningún otro conflicto hasta es momento tomó más vidas en todo el continente, lo que fue determinante para que el ideal pacifista proliferase con muchas más fuerza en los años posteriores a la guerra. Fue el momento en el que se crearon más movimientos internacionalistas, y cuando resurgieron algunos de los muchos que habían sido enterrados décadas antes: la Internacional Comunista (1919), el Buró Agrario Internacional (1921), la Internacional Obrera y Socialista (1923), la Unión Internacional Paneuropea (1923), la Entente Radical y Democrática (1924), la Liga de Partidos Democristianos (1925).
Pero, si algo tuvo más impacto en la Europa de postguerra que los movimientos internacionalistas, fue la idea generalizada de que el Tratado de Versalles había sido un error. Estaba claro que limitaba el impacto a futuro de Alemania, pero distaba mucho de ser un acuerdo que pudiera garantizar a futuro la paz en el continente. Esto llevó a la aparición de múltiples propuestas que buscaban otra forma de asegurar que aquello no se volviera a repetir. Es dentro de este contexto cuando se publica en 1920 en Viena La Nueva Europa con paz duradera. La Unión de Europa Central. Este mapa, firmado por P. A. Maas5, iba acompañado de una guía donde se explicaba la propuesta en profundidad.
La propuesta, de un primer vistazo, se ve que es claramente idealista y sin ningún fundamento. Maas agrupa todo Europa Central y la divide en 24 cantones, los cuales convergen en Viena, que haría las veces de capital. Cada uno de los cantones tiene su sede en la ciudad más importante de la sección. De este modo, el autor también buscaba poner fin a todos los estados existentes y, a la vez, romper de una vez por todas con el nacionalismo que tanto daño había hecho a Europa durante la Primera Guerra Mundial. Qué poco sabía Maas que lo peor estaba por llegar. Para mostrar esa ruptura, el mapa aparece pintado de cuatro colores, uno por cada una de las cuatro naciones que se reconocería en La Unión de Europa Central: romanos, eslavos, germanos y magiares. También reconoce la existencia de otras naciones relevantes, como bretones y letones, pero a ellas les niega el reconocimiento del que gozan las otras cuatro.
El plan de Maas incluía también algún detalle sobre la organización administrativa y el funcionamiento de la Unión. El presidente serviría durante un periodo de tres años y su posición debía de rotar entre las cuatro naciones. Todos los mayores de 20 años tendrían derecho a voto, excepto las mujeres casadas (cosa de época, claro está). El idioma de la unión debía ser el esperanto, y el sistema educativo tendría que cambiar para que la mitad de las horas fueran totalmente dedicadas al aprendizaje del mismo. El plan contemplaba incluso el devenir de las colonias de todos los países de la Unión, que pasarían a agruparse para su mejor funcionamiento, tal y como mostraba este otro mapa que también incluía la guía.
Como muchos otros planes de la época, la idea de Maas no tuvo apenas recorrido. En la actualidad se conservan únicamente 13 copias de la guía, las cuales están distribuidas en distintas universidades y colecciones privadas.
Los Estados Unidos de Kohr (1957)
La Segunda Guerra Mundial estalló, se sufrió y terminó. Tras ella, ya no fueron ideas, sino que se comenzaron a ejecutar planes de unión, aunque fuera mediante la creación de organismos supranacionales. La Unión Europea comenzó a tomar forma en 1950, con la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), y con ello la dirección de la cooperación en Europa quedó marcada. Eso no impidió que otros pensadores, políticos y filósofos siguieran con su trabajo teórico de cómo sería posible reorganizar Europa.
Leopold Kohr fue un economista y jurista austriaco que dedicó gran parte de su carrera a explorar las sinergias entre el anarquismo y el ecologismo. Esto le llevó a publicar en 1957 El Colapso de las Naciones6, un manifiesto en el que explora cómo el tamaño de los estados influye en la sociedad. En él, Kohr defiende que la historia muestra que aquellos que viven en estados más pequeños son más pacíficos, más prósperos y más felices. También expone cómo las federaciones son formas legítimas de establecer equilibrios, siempre que los tamaños de los estados miembros sean equiparables y pequeños. Pone como ejemplos de federaciones exitosas a Estados Unidos y Suiza, y como ejemplos de fracasos a Europa y una hipotética Suiza que hubiera sido dividida en cantones por idioma preponderante.
Después, propone dos soluciones para Europa. La primera es una Europa a lo estadounidense:
Esta primera versión federada de Europa estaría formada por estados que se formularían con líneas geométricas, al más puro estado colonial. Kohr asume que esta división es una locura, pero denota que aunque fuera imposible, lo que sí que garantizaba era que la acumulación de poder no sería posible como sí que lo había sido durante las dos guerras mundiales.
Para compensar, Kohr presenta una segunda propuesta, la Europa de los Pequeños Estados.
En esta segunda propuesta admite que hay unas fronteras tradicionales que es mejor respetar. Para ello toma regiones que comparten una cultura y una historia, aunque busca equilibrar las fuerzas, dividiendo a las grandes potencias del continente. Según, Kohr, esta sería la única forma que Europa tendría de alcanzar la prosperidad, ya que no es cuestión de unir fuerzas, sino de asegurarse de que se divide en entidades lo suficientemente pequeñas.
Los Estados Unidos de Heineken (1992)
La última propuesta que os traigo hoy es la de Freddy Heineken, uno de los nietos del fundador del gran imperio cervecero. Durante sus años como presidente ejecutivo de Heineken se convirtió en una de las personas más ricas de los Países Bajos, pero apenas tuvo tiempo de dedicarse a su pasión por la política. Por ello, tras retirarse en 1989, se embarcó en un proyecto para rediseñar Europa, el cual se publicó en 1992 con el nombre: Los Estados Unidos de Europa, ¿una Eurotopía?
Con este folleto, Heineken buscaba dotar de viabilidad a una Europa que, a través de la Comunidad Económica Europea, se mostraba en continuo crecimiento7. El gran problema que exponía era la competencia entre las distintas grandes potencias europeas, ya que la lucha por la influencia sería un grave impedimento de cara a la creación de una supuesta nueva macronación. Para evitar esta situación, Heineken contactó con Henk Wesseling, un historiador de la Universidad de Leiden, con quien trabajó para redibujar Europa. Le propuso redibujar las fronteras, incluyendo los antiguos países del antiguo Pacto de Varsovia (a excepción de la URSS), en regiones con una población similar, de entre cinco y diez millones de habitantes. Estos nuevos estados debería intentar agrupar zonas cuyos habitantes tuvieran una unidad étnica y cultural lo más homogénea posible. De este modo, todas las grandes potencias se balcanizarían dejando de lado una supuesta competencia. El resultado, publicado en 1992, se resume en el siguiente mapa:
En total, Wesseling y Heineken sugirieron 75 estados. Algunos de ellos se correspondían con naciones ya existentes, como es el caso de Portugal, Dinamarca, Noruega, Suecia, Finlandia, Suiza, Grecia o Islandia. Otros suponen la división de grandes naciones, como todos los estados que se forman a partir de Francia, España, Italia, Alemania, Polonia, Yugoslavia o Reino Unido. La lista es curiosa, y podéis consultarla con todo detalle (capitales y habitantes) en este artículo.
Lo vais a leer más abajo, pero antes de que os vayáis por ahí a buscarlo lo dejo escrito. Sí, es familia del fundador de la cervecera.
Por supuesto, no podemos hablar que fuese una unificación pacífica.
Muchas veces se puede encontrar este mapa atribuido al Puerto Autónomo de Marsella (que comparte iniciales con P. A. Maas), pero en la propia guía se aclara que el mapa fue publicado por P. A. Maas, hijo del popular editor vienés Otto Maas.
Todo esto antes de que se firmase el Tratado de Maastricht.
Fronteras arbitrarias, fronteras tradicionales, fronteras culturales, fronteras de pertenencia... ¡Cuantas hemos tenido, y tendremos! Tantas como personas se sientan de un lugar, de una comunidad. ¿No ha habido ninguna propuesta que elimine las fronteras internas de Europa?
¡Muy interesante! No somos conscientes del hito que supuso poner de acuerdo a los países para crear la UE. Y tal y como dicen en otro comentario, Churchill encendió laecha del sentimiento europeo, pero fue su juguete, la excusa que se le ocurrió para seguir copando titulares tras perder las elecciones generales. De hecho, creo que él nunca quiso meter a Reino Unido en esa unión que él proclamaba.