Buen martes a todos,
A lo largo de la historia ha habido muchos imperios que han marcado de forma significante el devenir de la humanidad. Me consta que el primero que viene a la cabeza a una mayoría es el Imperio Romano1, pero son muchos los que han influido a un nivel semejante, sobre todo si nos quitamos la capa del eurocentrismo y pensamos en el conjunto del planeta. El Califato abasí, que trajo el esplendor del arte, la medicina y la filosofía islámica; el Imperio Otomano, con su manejo de la diplomacia y la multiculturalidad durante siglos; La Dinastía Qing, que dio por fin estabilidad a una de las regiones más convulsas del planeta. Todos ellos son buenos ejemplos, pero hoy toca hablar en detalle de uno muchas veces denostado: el Imperio Mongol.
Para hablar de ello, traigo al primer invitado a esta newsletter. Se trata de mi buen amigo Javier Jurado, autor de la newsletter Ingeniero de Letras.
A continuación, os dejo con un texto escrito por Javier en el que se navega por la historia del Imperio Mongol, muy centrado en su gran manejo de la información en su aspecto más amplio. Yo me he permitido el lujo de buscar un puñado de mapas que acompañasen bien al texto, que me consta que os gustan. Espero que lo disfrutéis.
Los orígenes del Imperio Mongol
Suele decirse que el imperio contiguo más extenso de la historia fue el imperio mongol. Pero ¿cómo un puñado de tribus nómadas de la estepa siberiana se hizo con el control de semejante territorio durante casi dos siglos? Los factores fueron muchos, y algunos probablemente nunca llegaremos a esclarecerlos del todo. Aquí me atrevo a explorar una óptica un tanto diferente: identificar aquellas ventajas que extrajeron de su particular gestión y adopción de la información.
Vaya por delante, que el concepto de información que aquí voy a manejar es amplio: la información está relacionada con la inteligencia militar y con la propaganda, pero también con el conocimiento técnico y científico, e incluso con el nivel de complejidad organizativa de una cultura, pues algo es más complejo cuanta más información es necesaria para describirlo. En ese sentido, los mongoles eran una cultura ágrafa y nómada, que no había desarrollado una especial complejidad social ni adoptado las técnicas de los pueblos sedentarios, subsistiendo en la periferia de las grandes civilizaciones de la época. Pero esa historia iba a cambiar.
En los albores de la emergencia mongola a principios del siglo XIII, el continente euroasiático a la vera de las estepas mongolas se encontraba en una cierta crisis. Por el oeste, el extenso mundo islámico se hallaba algo estancado, tras una resurrección sunita que había desplazado su potente producción científica y técnica por los contenidos religiosos que habían ganado protagonismo en las madrasas, además de alimentar las luchas político-religiosas en su seno, creando desórdenes y discordia. Por el este, la coetánea civilización china, había vivido un período de esplendor durante la primera etapa de la dinastía Song (960 – 1127), a la que sucedió un período más convulso, con un enfrentamiento continuo entre la dinastía Jin al norte y la dinastía Song al sur.
Esto dibujó un escenario proclive para que los mongoles se impusieran sobre un vastísimo territorio ocupado por viejas civilizaciones bien consolidadas. Como sucedió con las hordas bárbaras al Imperio romano más de seis siglos antes, o con las tribus árabes sobre el Imperio bizantino y sasánida, los mongoles encontraron en el escenario asiático del siglo XIII la oportunidad para aprovechar la debilidad de las civilizaciones circundantes. Esto les permitió protagonizar una expansión que llegó a desplegar el reconocido como imperio contiguo más extenso de la historia. Y la información tuvo un papel protagonista.
Parece que los detonantes de la explosión mongola estuvieron relacionados con una presión ecológica muy relevante: las estepas generalmente frías y áridas de Asia central disfrutaron de una mejoría en sus condiciones climatológicas en los años previos a la expansión, con temperaturas más suaves y húmedas, lo que produjo un aumento en el número de caballos de guerra y otro ganado que facilitó su aprovisionamiento. Sin embargo, poco antes del estallido, los mongoles sufrieron fuertes sequías repentinas que asolaron sus pastos, aumentando de forma drástica la presión por la supervivencia. A esto se sumó el bloqueo que los pueblos circundantes infligieron a las tribus mongolas, vedándoles las rutas comerciales de las que tanto dependían, y más en tiempos de crisis, ya que producían muy poco. Como reacción, se desencadenó un levantamiento bajo el liderazgo de Gengis Kan que, con una brutalidad e inteligencia militar sin parangón, los hicieron prácticamente invencibles durante casi dos siglos.
Gengis Kan y la administración mongola
Pero si la singularidad del éxito mongol, a pesar de sus limitaciones, se prolongó tanto tiempo, fue porque se apoyó en formas eficaces y múltiples de procesamiento de la información y a su capacidad práctica para crear y sobre todo asimilar de forma inteligente las estructuras complejas de los pueblos que conquistó. Así, el primer paso que hizo posible la emergencia del Imperio mongol fue la unificación de las tribus mongolas en torno a la figura de Gengis Kan como caudillo militar. Esta capacidad para ordenar la fiereza de las tribus nómadas mongolas encauzó y sistematizó una fuerza que resultó invencible en las décadas siguientes. La creación de un orden fundamentó el éxito de sus incursiones o razzias, con las que saquearon de forma depredadora y recurrente a los pueblos sedentarios, más interesados en sus riquezas que en sus tierras. Esto acabó cristalizando en una conquista efectiva y, con ella, en la dinamización económica que impusieron gracias a la protección del comercio, promovida por su matriz nómada-comercial.
La clave de la superioridad militar mongola estuvo en el desarrollo de una inteligencia militar diferencial, que se basó fundamentalmente en la eficacia y la movilidad con la que emplearon al caballo domesticado para la guerra y el desarrollo de una exigente disciplina militar. La conquista del pequeño reino chino de Xia permitió a Gengis Kan hacerse con muchos artesanos y técnicos con un conocimiento que le resultaría muy útil para ir más allá de las batallas campales en las estepas mongolas y asediar y conquistar fortalezas en civilizaciones más desarrolladas. Inspirado en el prestigioso Estado centralizado persa, Gengis Kan logró mejorar tanto el orden de la administración de los territorios conquistados como la organización de su ejército, haciéndolo mucho más eficaz al romper con las tradiciones de clanes y tribus nómadas mucho más ineficaces económica y militarmente. La reorganización se basó en un sistema decimal heredado de los musulmanes. Además, la instrucción de los soldados se cuidó con meticulosidad, con la introducción de nuevas destrezas a caballo, como la de conducirlos sin las manos, que quedaban liberadas para emplear los mortíferos arcos mongoles.
Por otro lado, en su expansión, el ejército mongol cuidó con detenimiento la preparación de los asaltos, aprovechando su creciente red de comerciantes e informantes, fundamentalmente musulmanes, que les reportaban las características particulares de cada una de las ciudades fortificadas que fueron asaltando. Desarrollaron para ello todo tipo de mecanismos, como las máquinas de asalto, e incluso formas que hoy calificaríamos de guerra bacteriológica, catapultando cadáveres infectados al interior de las ciudades que asediaban. De hecho, en esta práctica pudo hallarse el origen de la Peste Negra del siglo XIV que resultó tan letal en Europa. Por su parte, el desarrollo a caballo del yam, el sistema de correo mongol, permitió agilizar las comunicaciones hasta velocidades desconocidas hasta la fecha (entre 200 y 300 km en un día).
La importancia del comercio y el legado mongol
A esta gestión tan eficiente de la información desde el punto de vista militar, se sumó el interés práctico de los mongoles, que los hizo adoptar enseguida todas las posibles técnicas que fueran útiles de los pueblos conquistados. Conscientes del valor y de la utilidad de las vías comerciales, las protegieron durante casi doscientos años, lo que promovió no solo el comercio euroasiático sino también y decisivamente el intercambio de información, incluyendo la difusión de tecnologías cruciales para el desarrollo de muy distintas civilizaciones, como la pólvora, la brújula o el astrolabio. A pesar de su capacidad destructiva, promovieron este conocimiento, convencidos de su potencial utilidad, en áreas como la astronomía o las matemáticas. Algunos, de hecho, como Roger Bacon (s. XIII) llegaron a situar a las matemáticas en el epicentro del éxito mongol.
Si la expansión mongola logró sobrevivir y constituirse como imperio durante tanto tiempo fue porque, a pesar del carácter destructivo de sus conquistas, especialmente con los centros urbanos, y su tremenda agresividad con las poblaciones que exterminaron, fueron capaces de integrar una mezcla de culturas a una escala nunca vista que dio lugar a la llamada Pax mongolica: en ella, la síntesis del pueblo mongol con las sociedades campesinas y comerciales conquistadas favoreció el intercambio de bienes de forma intensiva. Las asociaciones de comerciantes, conocidas como Ortogh, permitieron el comercio de caravanas a largas distancias, lo que reactivó especialmente la Ruta de la Seda, y posibilitó épicos viajes entre Oriente y Occidente, como el que protagonizó el famoso Marco Polo. Cabe, pues, reconocer en los mongoles un factor de enorme interés histórico en la sincronización de la actividad comercial y el intercambio cultural y, con ellos, de difusión tecnológica a lo largo de toda Eurasia, como por ejemplo muestra la adopción casi universal de la pólvora:
Sin embargo, la capacidad destructiva del Imperio mongol no pudo consolidarse en instituciones y organizaciones de complejidad suficiente como para resistir a lo largo del tiempo. El éxito de sus conquistas fue detenido en significativas ocasiones, fruto de su incapacidad para innovar frente al cambio. Por ejemplo, cuando se encontraban a las puertas de Europa o de Egipto, dispuestos a extender aún más su imperio con pronóstico favorable, los ejércitos tuvieron que regresar ante la elección de un nuevo kan, al estilo tribal nómada, privados de mecanismos institucionales alternativos. Otro ejemplo se encuentra en las limitaciones de sus habilidades a caballo cuando se toparon con terrenos poco propensos al combate de caballería, como las regiones montañosas iraníes que nunca llegaron a dominar y ante las que no supieron innovar. O cuando se asomaron a la posible expansión hacia las islas de Japón o de Java, donde su impericia en el mar los hizo incapaces de adoptar bases estables para el dominio de la navegación.
Por otra parte, la enorme violencia con la que diezmaron a las poblaciones conquistadas generó singulares resentimientos que pronto desencadenarían rebeliones desestabilizadoras, lo que cuestionó su capacidad de asimilación de la complejidad conquistada. Además, su violenta expansión ocasionó auténticos eventos de gran extinción sobre la información, como el que siglos antes había sufrido la Alejandría helena, con episodios emblemáticos como la destrucción de la ciudad de Bagdad, que era centro del conocimiento y de la cultura del islam (1258 d. C.).
El carácter relativamente efímero de su expansión y decadencia apenas dejó una huella rastreable, síntoma de que no gozó de una cultura lo suficiente fuerte, y de que esta no estuvo sostenida económica e informativamente por redes sociales e instituciones sólidas. De hecho, es destacable que la huella que dejó del imperio mongol, más allá del dinamismo euroasiático del conocimiento y el comercio, se haya cifrado especialmente en la huella genética que desplegaron por toda Asia, con genocidios masivos2 e imponiendo su propia información genética a través de las múltiples uniones con las mujeres de los pueblos vencidos. Esto ha sido validado por varios estudios genéticos que han logrado mostrar esa carga genética mongola en las poblaciones que actualmente viven en el territorio que cubrió el imperio de Gengis Kan.
Los mongoles partieron como una cultura fundamentalmente ágrafa que adoptó a posteriori alfabetos de los pueblos conquistados para generar su propia literatura, y en general fueron asimilados por las distintas culturas. De hecho, en cuanto afloraron problemas sucesorios pocas generaciones después del liderazgo de Gengis Kan, el imperio se descompuso en sabores propios de los sustratos culturales que le habían precedido, como el chino, el persa o el islámico. Estos se reestructuraron e hicieron florecer sus formas de organización, como en el caso de los imperios islámicos de la pólvora o el de la dinastía Ming en China, que se rebeló exitosamente contra la Yuan, la dinastía que los mongoles habían intentado consolidar sin éxito bajo el liderazgo del nieto de Gengis Kan, Kublai Kan. Pero para entonces, los mongoles ya habían pasado a la historia.
Ya hablé del meme sobre la fijación de los hombres con el Imperio Romano, hablando de sus mapas, claro está. Aquí podéis leerlo.
Las estimaciones, dependiendo de los historiadores, varían desde los 4 millones hasta los 60 millones.
Interesante artículo, os felicito.
Se ven semejanzas con el helenismo de Alejandro, o también, aunque en una escala mucho más vasta, con la expansión de los pueblos arios o las prácticas de antiguos pueblos de la región en lo referente al consumo de substancias psicoactivas y el surgimiento de prácticas ascéticas o místicas luego, ante la dificultad de consumir las mismas plantas al dejar de ser nómadas, trasladarse a otros lugares o perder ese conocimiento, para seguir estando en contacto con "lo divino".
También me parece un apoyo a la hipótesis de la importancia de los ejes horizontales como fundamentos de la difusión de todo tipo (y a su vez, lo que viene a ser lo mismo, como impedimento de un aislamiento total) y, en consecuencia, de progreso y desarrollo social mayor en el continente euroasiático.
Otra causa profunda que mentas es la climática, cómo un aumento de productividad potenció un crecimiento de población y de caballos a los que luego, por otro cambio climático perjudicial, obligó a esos pueblos a mantener su población e ingeniárselas mediante, en este caso, la conquista. Muestra también una conjunción de causas, como el crecimiento y la dificultad de mantener luego el crecimiento dan lugar a la trampa de la circunscripción, y como esta es capital para entender los cambios históricos ya sea en expansiones, innovaciones tecnológicas, medidas regulatorias de la población, organización social...
Estos artículos pueden parecer anecdóticos, filias de amantes de la cartografía o la historia, pero su relevancia es capital al ayudarnos a entender el pasado y aplicar eso al presente. Por ejemplo: creo que los ejes horizontales tienen una relevancia en el "cambio" geopolítico en el que estamos y estaremos inmersos en lo que refiere al comercio y la eficiencia energética, lo qué afecta a relaciones políticas; junto a la presión demográfica y la circunscripción (que deben entenderse siempre ligadas a un nivel de vida determinado que se quiere mantener) que lleva a "luchas" por los recursos, migraciones, debilitamiento de otros Estados para evitar competencia, cambios sociales e ideológicos (en sentido amplio)...
Está claro la existencia capital de factores ideológicos y simbólicos en el desarrollo social, ni tampoco los meros intereses de individuos y grupos, pero a mí siempre me tiró más la filia por los factores "materiales" (las comillas se deben a que lo simbólico es también material xD) subyacentes; por lo qué este artículo ha sido disfrutado por mi parte.
Saludos,