Gracias por la mención, Miguel. Precisamente había leído hacía poco «El mito de Sísifo» y el tema del absurdo era algo que tenía muy en mente, pero tu conexión entre Camus y la historia sobre las diferentes plagas me ha parecido sublime. Hace tiempo que leí «La peste», pero me parece que has sabido plasmar con precisión esa visión del mundo de Camus y trazar un recorrido por los paralelismos entre esa ficción del francés y la realidad, tanto la más reciente como la histórica.
También me ha fascinado siempre esta enfermedad por la leyenda y literatura que lleva consigo. La peste en sus variedades (neumónica, bubónica) sigue matando gente hoy día y no solo en la Mongolia interior, en el Congo o Madagascar... Es endémica en EEUU y Perú y cada cierto tiempo salen noticias de contagios, confinamientos en pueblos o muertes... Eso sí, es una enfermedad bacteriana y hoy si se pilla a tiempo tiene cura.
Cuando se acepta al nihilismo, lo qué lo substituye no es nada aversivo ni destructor (salvo una pequeña decepción y abulia inicial que pasan pronto cuando te das cuenta que el espejismo era un espejismo, como los niños con los reyes), al contrario; el nihilismo es substituido por una visión naturalista o materialista de la existencia en la cuál las cosas se juzgan desde un punto de visto basado en la determinación y en el propio ser de las cosas. Un nihilista que lo haya interiorizado es alguien ecuánime y dichoso.
O cómo lo expresa un poeta:
"Porqué la decepción habita donde la ilusión ha muerto,
y quien antes vio espejismos ahora contempla el desierto.
Pero, a quilómetros de distancia de aquello,
lo qué fue un duro proceso se torna un progreso bello;
quienes se hallan en la base dudan, con mirada extraña,
del goce que entraña estar en la cima de la montaña."
El pesimismo nihilista, o el absurdo, (por llamarlo así) parece no entender que su pesimismo es meramente discursivo, una ficción conceptual, que impone dogmáticamente el postulado del "la vida no vale", o "no hay sentido trascendente" (cosa que sólo hiere al que previamente asumía que debía haber uno), tan gratuitos como sus opuestos. Generalmente, basan tal razonamiento en el sufrimiento, y hacen bien, pues una vida de puro sufrimiento no vale un carajo. No obstante, el sufrimiento que ellos padecen es fruto de deseos frustrados, de un anhelo transcendente, de una incapacidad para jugar el juego de la vida cotidiana (tan absurdo jugarlo como rechazarlo) y de ese runrún que tienen en su cabeza que repite machaconamente "¿y el suicidio, y el suicidio?". Parecen no darse cuenta que en ausencia de esos pensamientos la sensación aversiva muta, y que en presencia de otros la sensación deviene apetitiva. Parecen no haber asumido un verdadero materialismo y conocido cómo son las cosas ontológicamente para adaptarse al funcionamiento del mundo. Joder, ya lo dijo un hindú hace mogollón: "la comprensión verdadera de la originación dependiente (del determinismo) es la liberación del mismo (y del sufrimiento)".
Los organismos tienen una naturaleza definida, y por ella padecen y gozan. Eso es todo, ese es el único sentido que puedo desentrañar en las cosas mismas. Como organismos que somos, el único valor legítimo a nivel ontológico es una vivencia presente de valencia positiva (o la menor valencia negativa posible), o si se prefiere, la concatenación de vivencias presentes y su valencia hasta que nos muramos (el matiz ha de tenerse en cuenta para no sufrir más mañana). La gente sufre vivencias presentes aversivas (o dolor) al perseguir valores hipostasiados, cosa que no tiene sentido. Lo qué sí puede tener sentido es seguir ciertas apetencias hacía determinadas metas, pero sabiendo que la única justificación de tal empresa se halla en la vivencia presente de su persecución o en la vivencia presente fruto de sus efectos y/o consecución. Y aun suponiendo que un objetivo nos dé réditos de puta madre a futuro, así como una inversión cojonuda, sigue siendo irracional supeditar la vivencia presente; pues esta "es", y los efectos futuros "pueden ser", a lo mejor no llegan. No vayamos a ser como el burro que persigue zanahorias que comerá una vez muerto. A mí entender, la vivencia presente tiene siempre jerarquía salvo cuando es imposible evitar el dolor, como en esos ejemplos que tanto gustaban a los estoicos: "que el fuego cautericé la herida".
El problema en cuanto al sufrimiento está en su originación. La mayoría de sufrimientos que padecen los seres humanos son susceptibles de potencial dominio, ya que son fruto de una de serie de juicios-valores-razonamientos-imaginaciones-etcétera, que, al focalizar la atención en ellos, producen unos efectos cómo resultado (obviamente, los procesos concretos son más complejos y diversos, pero se entiende). Si se modifican, se modifica el resultado. Es un problema pragmático y no moral, que se ve dificultado por seguir explicándonos a nostros mismos las cosas en base a "razones" y no "causas" (las razones ofrecen comprensión, pero muchas veces confunden y ocultan una comprensión más verdadera y mejor). Es un problema de más estudio y ensayo-error, de ver qué produce efectos placenteros y qué produce efectos aversivos. Mantener el discurso del absurdo en el "imaginario colectivo"es no dar el siguiente paso, y eso es problemático, pues un efecto no se puede producir sin causa; y los individuos no cambiamos si no nos exponemos a nueva información.
Esto no impide abrazar una moral, es más, creo que posibilita una fundamentación no dogmática basada en las necesidades de los organismos en base a su constitución. Aunque, eso sí, la moral cumple una función social supra-individual, por lo cuál ciertas barbaridades como el infanticidio pueden resultar "necesarias" para que una sociedad prospere. A mayor conocimiento, más control y más alternativas, pudiendo eliminar efectos secundarios indeseados como el infanticidio al comprender que la función puede cumplirse por otras vías (por ejemplo, diplomacía, o guerra económica, en vez de guerra militar).
Antes, volviendo al tema, a un apestado se le podía matar o encerrar, pero a mayor comprensión se le puede tratar cumpliendo la misma función o evaluando los riesgos reales de la enfermedad.
Unas y otras bien pudieron traernos a Europa una enfermedad que a la postre sería fundamental para explicar su irrupción como centro de innovación (navegación, imprenta,...). Me dejas pensando para una próxima entrada... ;)
Gracias por la mención, Miguel. Precisamente había leído hacía poco «El mito de Sísifo» y el tema del absurdo era algo que tenía muy en mente, pero tu conexión entre Camus y la historia sobre las diferentes plagas me ha parecido sublime. Hace tiempo que leí «La peste», pero me parece que has sabido plasmar con precisión esa visión del mundo de Camus y trazar un recorrido por los paralelismos entre esa ficción del francés y la realidad, tanto la más reciente como la histórica.
Un placer leer tus entradas, como siempre.
Muchas gracias, Emi.
También me ha fascinado siempre esta enfermedad por la leyenda y literatura que lleva consigo. La peste en sus variedades (neumónica, bubónica) sigue matando gente hoy día y no solo en la Mongolia interior, en el Congo o Madagascar... Es endémica en EEUU y Perú y cada cierto tiempo salen noticias de contagios, confinamientos en pueblos o muertes... Eso sí, es una enfermedad bacteriana y hoy si se pilla a tiempo tiene cura.
A veces no somos conscientes de lo que los antibióticos han hecho por la humanidad :).
Me ha gustado mucho! Qué interesante
Gracias!
Cuando se acepta al nihilismo, lo qué lo substituye no es nada aversivo ni destructor (salvo una pequeña decepción y abulia inicial que pasan pronto cuando te das cuenta que el espejismo era un espejismo, como los niños con los reyes), al contrario; el nihilismo es substituido por una visión naturalista o materialista de la existencia en la cuál las cosas se juzgan desde un punto de visto basado en la determinación y en el propio ser de las cosas. Un nihilista que lo haya interiorizado es alguien ecuánime y dichoso.
O cómo lo expresa un poeta:
"Porqué la decepción habita donde la ilusión ha muerto,
y quien antes vio espejismos ahora contempla el desierto.
Pero, a quilómetros de distancia de aquello,
lo qué fue un duro proceso se torna un progreso bello;
quienes se hallan en la base dudan, con mirada extraña,
del goce que entraña estar en la cima de la montaña."
El pesimismo nihilista, o el absurdo, (por llamarlo así) parece no entender que su pesimismo es meramente discursivo, una ficción conceptual, que impone dogmáticamente el postulado del "la vida no vale", o "no hay sentido trascendente" (cosa que sólo hiere al que previamente asumía que debía haber uno), tan gratuitos como sus opuestos. Generalmente, basan tal razonamiento en el sufrimiento, y hacen bien, pues una vida de puro sufrimiento no vale un carajo. No obstante, el sufrimiento que ellos padecen es fruto de deseos frustrados, de un anhelo transcendente, de una incapacidad para jugar el juego de la vida cotidiana (tan absurdo jugarlo como rechazarlo) y de ese runrún que tienen en su cabeza que repite machaconamente "¿y el suicidio, y el suicidio?". Parecen no darse cuenta que en ausencia de esos pensamientos la sensación aversiva muta, y que en presencia de otros la sensación deviene apetitiva. Parecen no haber asumido un verdadero materialismo y conocido cómo son las cosas ontológicamente para adaptarse al funcionamiento del mundo. Joder, ya lo dijo un hindú hace mogollón: "la comprensión verdadera de la originación dependiente (del determinismo) es la liberación del mismo (y del sufrimiento)".
Los organismos tienen una naturaleza definida, y por ella padecen y gozan. Eso es todo, ese es el único sentido que puedo desentrañar en las cosas mismas. Como organismos que somos, el único valor legítimo a nivel ontológico es una vivencia presente de valencia positiva (o la menor valencia negativa posible), o si se prefiere, la concatenación de vivencias presentes y su valencia hasta que nos muramos (el matiz ha de tenerse en cuenta para no sufrir más mañana). La gente sufre vivencias presentes aversivas (o dolor) al perseguir valores hipostasiados, cosa que no tiene sentido. Lo qué sí puede tener sentido es seguir ciertas apetencias hacía determinadas metas, pero sabiendo que la única justificación de tal empresa se halla en la vivencia presente de su persecución o en la vivencia presente fruto de sus efectos y/o consecución. Y aun suponiendo que un objetivo nos dé réditos de puta madre a futuro, así como una inversión cojonuda, sigue siendo irracional supeditar la vivencia presente; pues esta "es", y los efectos futuros "pueden ser", a lo mejor no llegan. No vayamos a ser como el burro que persigue zanahorias que comerá una vez muerto. A mí entender, la vivencia presente tiene siempre jerarquía salvo cuando es imposible evitar el dolor, como en esos ejemplos que tanto gustaban a los estoicos: "que el fuego cautericé la herida".
El problema en cuanto al sufrimiento está en su originación. La mayoría de sufrimientos que padecen los seres humanos son susceptibles de potencial dominio, ya que son fruto de una de serie de juicios-valores-razonamientos-imaginaciones-etcétera, que, al focalizar la atención en ellos, producen unos efectos cómo resultado (obviamente, los procesos concretos son más complejos y diversos, pero se entiende). Si se modifican, se modifica el resultado. Es un problema pragmático y no moral, que se ve dificultado por seguir explicándonos a nostros mismos las cosas en base a "razones" y no "causas" (las razones ofrecen comprensión, pero muchas veces confunden y ocultan una comprensión más verdadera y mejor). Es un problema de más estudio y ensayo-error, de ver qué produce efectos placenteros y qué produce efectos aversivos. Mantener el discurso del absurdo en el "imaginario colectivo"es no dar el siguiente paso, y eso es problemático, pues un efecto no se puede producir sin causa; y los individuos no cambiamos si no nos exponemos a nueva información.
Esto no impide abrazar una moral, es más, creo que posibilita una fundamentación no dogmática basada en las necesidades de los organismos en base a su constitución. Aunque, eso sí, la moral cumple una función social supra-individual, por lo cuál ciertas barbaridades como el infanticidio pueden resultar "necesarias" para que una sociedad prospere. A mayor conocimiento, más control y más alternativas, pudiendo eliminar efectos secundarios indeseados como el infanticidio al comprender que la función puede cumplirse por otras vías (por ejemplo, diplomacía, o guerra económica, en vez de guerra militar).
Antes, volviendo al tema, a un apestado se le podía matar o encerrar, pero a mayor comprensión se le puede tratar cumpliendo la misma función o evaluando los riesgos reales de la enfermedad.
Cojonudo artículo, saludos.
Muchas gracias por poner palabras a parte de lo que quería contar al principio (y no me atrevía). Así da gusto.
Un saludo!
A propósito de la peste negra, creo que ha lugar la referencia a las conexiones comerciales que habían favorecido los mongoles y a sus prácticas de "guerra bacteriológica" que comentamos en su día: https://newsletter.mapasmilhaud.com/p/los-mongoles-y-la-informacion.
Unas y otras bien pudieron traernos a Europa una enfermedad que a la postre sería fundamental para explicar su irrupción como centro de innovación (navegación, imprenta,...). Me dejas pensando para una próxima entrada... ;)
Sí, una referencia relevante... y me alegro que te haya dado una idea :)