Buen martes a todos,
Albert Camus siempre me ha fascinado. Lo descubrí atraído por el Mito de Sísifo, pero pronto me encontré con una forma de pensar con la que me identificaba como con ningún otro autor que hubiera leído. Mis nociones de filosofía son limitadas, así que no voy a adentrarme en la complejidad de la filosofía del absurdo, por qué no es lo mismo que el existencialismo de personajes como Simone de Beauvoir o Jean-Paul Sartre, o en qué se diferencia del nihilismo de Nietzsche1. Pero sí que voy a dejar un par de pinceladas simplistas que, además, resumen bastante bien uno de los pilares de mi forma de pensar. La vida no tiene sentido por sí misma y es inútil buscar o construir un sentido artificial que te guíe. Lo mejor es aceptar ese sinsentido y dedicarse a disfrutar de la vida y todo lo que tiene que ofrecer2.
Este pilar me ha ayudado mucho a construir mi versión más estable y más madura. Me permite vivir con mis errores y aprendizajes, pero despojado del sentimiento de arrepentimiento. Me vale para tener un ojo en el futuro, pero sin que los ¿y si? me consuman en una preocupación continua por cosas que aún no han sucedido y que, probablemente, jamás ocurran. Por supuesto, las cabezas funcionan como funcionan y muchas veces aparecen grietas sobre esta estructura que presento de forma tan estable, pero intento que esas grietas estén limitadas a los eventos vitales que son, en su naturaleza, inevitables. Todos tenemos que pasar por ellos y, en la medida de lo posible, estar preparados para seguir adelante.
A comienzos de 2020, cuando se nos vino encima lo que se nos vino encima, estuve tentado de leerme La Peste por primera vez. Mientras estábamos confinados3 y nos bombardeaban cada poco tiempo con cifras de lo mal que marchaba la pandemia de coronavirus, algunos medios nombraban esta novela de Camus como la mejor posible para entender mejor lo que estábamos pasando. Mi fortaleza, como la de la mayoría, no estaba en sus cotas más altas, así que decidí dejarlo para más adelante. Cuatro años más tarde, por fin, me decidí a hincarle el diente y he de reconocer que me ha resultado una auténtica maravilla.
La peste asolando la ciudad de Orán no es más que una excusa de Camus para adentrarse en la fragilidad de la sociedad y sus individuos. No hay una gran historia y tampoco la necesita para ahondar en los miedos, la desesperación, la esperanza o la solidaridad. En realidad, la peste no es más que una alegoría de los tiempos en los que esta obra fue publicada, 1947, después de dos guerras mundiales y un periodo de entreguerras convulso4. Aun así, la forma de describir a los oraneses y sus inquietudes bien podía haber sido sacada de cualquier ciudad confinada durante 2020, en pleno apogeo de la pandemia de coronavirus. Hasta las medidas políticas descritas en aquel Oran se replicaron casi paso a paso en muchos países y ciudades del mundo más de setenta años después de la publicación de este libro5.
Si no os habéis leído este libro, os lo recomiendo encarecidamente. No es largo, ni denso, por lo que se puede leer fácilmente en un puñado de tardes. Y merece mucho la pena.
Cambiando de tercio, pero siguiendo al hilo, os dejo con un puñado de mapas, mientras hablo de la peste, la de verdad. La que asoló en varios momentos de la historia medio mundo.
La peste antonina (165 - 180)
Si nos ceñimos a las fuentes históricas, ha habido grandes pandemias desde la antigüedad, al menos desde que las primeras civilizaciones establecieron redes complejas de ciudades con trasiego de personas y con un peso relevante del comercio. En las Cartas de Amarna se encuentra la que posiblemente sea una de las primeras referencias a una pandemia como tal, con una carta del gobernante de Megido a Amenofis III en la que se hablaba de cómo una enfermedad estaba diezmando el Levante mediterráneo. En el siglo V a. C. aparecen más registros de enfermedades asolando la Atenas y Roma, pero en ambos casos las redes de comunicación limitaron que su impacto tuviera un carácter casi universal.
Con el Imperio romano la interconexión entre los territorios incrementó de forma notable, gracias a su gran red de carreteras, pero también por las mejoras de los intercambios comerciales y la continua expansión bélica. En este contexto, durante la dinastía Antonina, es cuando se registra una de las pandemias mejor documentadas de la antigüedad, la peste antonina. A pesar de su nombre, en la actualidad sabemos que no fue ocasionada por la peste bubónica, sino posiblemente por la viruela o el sarampión. De hecho, algunos historiadores como William H. McNeill defienden que posiblemente esta fue la primera vez que los europeos estuvieron expuestos a estas enfermedades, lo cual explicaría la elevada mortalidad.
La primera referencia aparece durante el asedio de Seleucia, en Mesopotamia, a finales del 165. De aquí se expandió rápidamente por el Imperio, alcanzando en pocos años todos sus confines, de Egipto hasta la Galia. A pesar de ser la pandemia mejor documentada de la antigüedad, las fuentes son limitadas, lo que hace necesario establecer modelos para poder entender mejor cómo se extendió. Es aquí donde entra Michael Ditter, un historiador y cartógrafo que realizó hace 20 años el modelo que podéis ver más arriba6. Para ello localizó en un mapa los 3.000 núcleos de población más importantes del Imperio romano a finales del siglo II, así como la red de carreteras y las principales rutas marítimas.
El modelo de Ditter ayuda a visualizar un poco mejor el gran impacto que tuvo la peste antonina en el Imperio romano. El consenso general habla de un 10 % de la población del Imperio fallecida, lo que supone una cifra entre 5 y 10 millones de personas. Una de cada cuatro personas contagiadas por la enfermedad fallecieron, lo que implica que prácticamente la mitad de la población estuvo expuesta. Con el mapa de Ditter también podemos observar que el impacto no fue igual en todas las regiones. Egipto, Asia Menor y el Levante mediterráneo, donde había un gran número de efectivos de la legión romana, fueron las zonas más afectadas.
La plaga de Justiniano (541 - 544)
Justiniano I el Grande fue coronado como emperador del Imperio romano de Oriente en 527. Bajo la campaña Recuperatio Imperii (Recuperación del Imperio) se propuso revivir la extensión y grandeza del Imperio Romano, lo que le llevó a ocupar las costas del mar Adriático, la península itálica, el norte de África e incluso llegar hasta el sur de la península ibérica.
Pero el Recuperatio Imperii también fue importante para multiplicar el impacto de la llegada de la peste bubónica a Europa. No hay consenso en su el origen de la plaga, pero se barajan tres hipótesis: las estepas siberianas, la península india o el Cuerno de África. Lo que sí que está claro es que el comercio en el mar Rojo la introdujo en Egipto entre el 540 y el 541. Desde ahí, aprovechándose de la gran interconexión del Imperio Bizantino, y con las ratas como vector, la enfermedad se expandió por todo el Mediterráneo con rapidez.
El resultado fue devastador. Se estima que murieron en todo el mundo entre 25 y 50 millones de personas y que ciudades como Constantinopla perdieron prácticamente la mitad de la población, con más 5.000 fallecidos al día durante varias semanas de 542. La península de los Balcanes fue una de las más afectadas, hasta tal punto que muchas áreas quedaron totalmente despobladas, lo que facilitó las migraciones eslavas, quienes ocuparon la región por primera vez durante este periodo.
Después de esta primera ola, que se mantuvo viva entre el 541 y el 544, llegó una segunda y una tercera ola de la plaga de Justiniano. Después del 574, cuando finalizó la tercera ola, los brotes ya fueron más localizados, aunque estuvieron presentes de forma casi continua durante dos siglos más en África, Europa y Asia. Entonces, a partir de la mitad del siglo VIII, perdió protagonismo, al menos hasta el siglo XIV.
La peste negra (1346 - 1353)
La más reconocida de todas las pandemias de la historia, posiblemente sea la peste negra. La mayoría de los historiadores sitúan su origen en Asia Central, cerca de la actual frontera entre Kirguistán y China. De ahí, esta vez con las pulgas como vector, se expandió rápidamente hacia China y Europa. En esta ocasión los contagios no se aprovecharon de un imperio interconectado, sino de las nuevas redes comerciales que se habían establecido entre Asia y Europa, con grandes ejes comerciales como Génova y Venecia. Precisamente en Crimea, bajo control genovés, es donde se establece el punto de entrada en Europa de la peste en 1347.
El resultado fue tan devastador como la plaga de Justiniano. La estimación es que cerca de 50 millones de personas murieron en todo el mundo, aunque el foco estuvo principalmente en China y gran parte de Europa. En 1348, cuando los gobernantes aún estaban intentando averiguar qué estaba pasando, muchas ciudades estaban totalmente sumidas en la pandemia. Los registros de impuestos de Florencia sugieren que la ciudad perdió un 80 % de la población en tan solo cuatro meses de 1348. Una gran parte de ellos muertos por la peste, aunque es posible que muchos otros escaparan y fueran partícipes de la propagación de la enfermedad por el resto de Europa.
Las estimaciones en el norte de Europa, donde la pandemia llegó algo más tarde, no son mucho mejores. Se estima que grandes puertos como Bremen o Hamburgo perdieron un 60 % de población. El impacto en Alemania fue tal que la región pasó de tener 170.000 asentamientos habitados en 1340 a menos de 40.000 en 1450. Aun así, hay consenso en que la peste negra fue especialmente cruenta en las ciudades y que muchas regiones rurales apenas se vieron afectadas, como fue el caso de parte de los Balcanes, Rusia y Polonia.
Al igual que sucedió con la plaga de Justiniano, la peste negra solo fue el primer evento de una nueva ola de brotes localizados que continuaron hasta bien entrados el siglo XX. En la actualidad, aunque parezca una enfermedad del pasado, aún se registran unos 3.000 casos al año en todo el mundo, principalmente en Estados Unidos, Sudamérica, India, Madagascar y China. Las medidas profilácticas actuales y el conocimiento de los vectores de contagio han conseguido mantener a la peste bubónica confinada a pocos casos, y gracias a la medicina más de un 80 % puede superar la enfermedad con el tratamiento adecuado.
El pasado 16 de abril se publicó mi primer libro, sobre la historia de la propaganda hasta la Segunda Guerra Mundial. Echad un vistazo si queréis más detalles… ¡Y corred la voz!
Muchas gracias por la acogida. Se agradece.
Precisamente la semana pasada Emi, en
trata de forma tangencial el absurdo, en una entrada que os tengo que recomendar: Una historia inteligible.Obvio de forma deliberada las referencias al absurdo o al suicidio. Son dos palabras que posiblemente añadan profundidad al pensamiento de Camus, pero, para esto que escribo yo, añade una complejidad innecesaria. Y mal rollo, todo sea dicho.
Con más o menos libertades en cada región del mundo a lo largo de dos años.
En Orán se han registrado a lo largo de la historia múltiples epidemias, pero la obra de Camus no está basada en hechos reales. La principal influencia para la obra de Camus fue la epidemia de cólera de 1849.
En 2020 se vendieron muchas copias de La Peste. Pero muchas. Vale que es un premio Nobel y es normal que reciba atención, pero hay reportes que disparan sus ventas entre 20 y 50 veces más que en 2019, con algunos países como Japón o Corea del Sur a la cabeza, donde llegó a estar durante semanas como el libro de bolsillo más vendido.
Gracias por la mención, Miguel. Precisamente había leído hacía poco «El mito de Sísifo» y el tema del absurdo era algo que tenía muy en mente, pero tu conexión entre Camus y la historia sobre las diferentes plagas me ha parecido sublime. Hace tiempo que leí «La peste», pero me parece que has sabido plasmar con precisión esa visión del mundo de Camus y trazar un recorrido por los paralelismos entre esa ficción del francés y la realidad, tanto la más reciente como la histórica.
Un placer leer tus entradas, como siempre.
También me ha fascinado siempre esta enfermedad por la leyenda y literatura que lleva consigo. La peste en sus variedades (neumónica, bubónica) sigue matando gente hoy día y no solo en la Mongolia interior, en el Congo o Madagascar... Es endémica en EEUU y Perú y cada cierto tiempo salen noticias de contagios, confinamientos en pueblos o muertes... Eso sí, es una enfermedad bacteriana y hoy si se pilla a tiempo tiene cura.