Buen martes a todos,
Tal y como os comentaba en la anterior newsletter, este pasado fin de semana di una charla como parte del evento Naukas Bilbao. Además de aportar algo de valor al evento, que creo que conseguí, tenía ganas de enfrentarme al reto por una cuestión puramente personal. A pesar de lo que muchos puedan percibir al conocerme, hablar en público nunca ha sido lo mío. Hace once años lo intenté por primera vez y, a pesar de que no salió mal, sí que me supuso una vivencia bastante angustiosa1.
Esa experiencia me supuso que, desde entonces, haya rechazado múltiples propuestas, ya que no estaba dispuesto a pasarlo mal. Al menos sí que he sabido priorizar mi salud mental, de lo cual estoy orgulloso. Mientras tanto, en el ámbito laboral, que no tiene nada que ver con esto de la divulgación, cada vez me he ido exponiendo y teniendo que hablar más en público. Si bien el contexto es distinto, entiendo que me ha ayudado a ganar confianza. Y claro, la edad. Bendita edad.
Esa es la razón por la que me propuse este año cambiar el paso. Tal y como os comenté hace meses, el primer paso fue una charla que di el Guardo, Palencia, el pasado abril. El segundo paso era intentarlo con un escenario más grande este pasado fin de semana. La intervención fue de algo menos de 10 minutos y os la dejo por aquí, por si os interesa echarle un vistazo2.
Después de esta breve chapa personal, vamos al lío. Os voy a contar la misma historia en el formato en el que mejor me manejo. Incluirá algún detalle que me tuve que dejar en el tintero.
Ramsés II, la versión única durante 3 000 años
Ramsés II comenzó a participar en las campañas militares de su padre, Seti I, desde muy pequeño. Cuando llegó al poder, en 1279 a. C., Ramsés II ya había luchado en Libia, en Nubia e incluso había llegado hasta Palestina y Canaán, en el Levante Mediterráneo3. Aprovechando esa experiencia, durante los cinco primeros años de mandato realizó múltiples campañas en la región para conseguir afianzar la influencia comercial del Nuevo Imperio de Egipto en Ugarit, la ciudad portuaria de los amorreos.
La misión de Ramsés II se alargó durante cinco años y se culminó con la batalla de Qadesh, en la actual frontera de Siria y Líbano, donde el faraón egipcio obtuvo una importante victoria. El éxito fue tal que, a su regreso a Egipto, el mandatario dedicó múltiples templos con distintos bajorrelieves con la historia de la batalla. En ellos, se mostraba cómo el ejército egipcio se había hecho con una victoria aplastante y que Ramsés II se había convertido en el héroe de la contienda, al derrotar a cientos de enemigos con sus propias manos.
Para acompañar los bajorrelieves, el faraón también replicó el poema de Pentaur en paredes y papiros por todo Egipto, en el que se relataban los sucesos con un escrito en verso. Además, también se incorporó el Boletín de guerra, en el que se comentaban más detalles sobre la batalla de Qadesh que completaban la versión que Ramsés II estableció en su tierra4.
La iconografía creada por Ramsés II tras la batalla de Qadesh fue solo el comienzo. Durante los 66 años que duró su mandato, el segundo mandato más longevo de todo el Antiguo Egipto, Ramsés II también realizó múltiples construcciones monumentales, como fue el Ramesseum, su propia necrópolis, o Pi-Ramsés, la nueva capital egipcia en el delta del Nilo. En todos los templos y edificios que levantó, Ramsés II incluyó estatuas que representaban su figura como el ideal del faraón poderoso, héroe y líder del pueblo egipcio.
La idea del Egipto próspero y un faraón heroico trascendió a su muerte. Se convirtió en uno de los muchos faraones que construyeron el personaje mítico de Sesostris, incluido por Heródoto en sus Historias, y obtuvo una posición de privilegio en la lista de reyes egipcios de Manetón. Estas fuentes griegas y helenísticas tuvieron una gran importancia en cómo percibieron romanos5, hebreos y árabes la idea del Antiguo Egipto, un imperio poderoso y próspero. Esa idea, terminó cristalizando en la cultura europea de occidente.
En el siglo XVIII, el romanticismo comienza a llevar a algunos europeos de visita a Egipto. Claude Sicard, en su camino por el valle del Nilo, se convirtió uno de los primeros en llegar a Luxor y confirmar que allí se encontraba la antigua capital de Tebas. Estuvo recorriendo la región entre 1708 y 1712, y todo lo que descubrió fue plasmado en su mapa de 1717.
Las fuentes griegas hablaban de aquella fascinante tierra, pero los nuevos turistas del siglo XVIII pudieron confirmar que todo aquello no era un mito, sino una gran realidad. La fascinación fue en aumento, pero no fue hasta el descubrimiento de la piedra Rosetta, y su interpretación por parte de Jean-François Champollion, cuando por fin se pudieron interpretar los jeroglíficos y comprobar qué decían las fuentes primarias.
Y sí, se confirmó que Ramsés II se correspondía con la imagen de los cuatro colosos que franquean la entrada del templo grande de Abu Simbel, con la gran estatua de 17 metros del templo de Luxor y con otras 250 estatuas del Antiguo Egipto, entre las que estaban las más grandes e icónicas. Esta validación permitió que el mito del Egipto poderoso continuara expandiéndose. Los textos también confirmaban que Ramsés II era el que había vencido en la batalla de Qadesh y había recuperado la influencia del Levante Mediterráneo.
De forma exagerada, este mapa muestra la idea que había del territorio que llegó a ocupar Ramsés II durante su mandato en un atlas histórico de finales del siglo XIX. No solo asigna Canaán, en el Levante Mediterráneo, sino que además pone bajo el control de Egipto regiones tan lejanas como Armenia, Babilonia o incluso gran parte de la península Arábiga.
El Imperio Hitita, los otros
La fascinación por Oriente Medio en los siglos XVIII y XIX no se limitó a Egipto, sino que también llevó a múltiples exploradores y arqueólogos europeos a redescubrir el pasado que se escondía en el Creciente Fértil, en la Tierra Prometida o incluso a lo largo y ancho de la península de la Anatolia. Precisamente allí, cerca de Boğazkale, el francés Charles Texier se topó con unas inmensas ruinas en 1834. Esa ciudad resultó ser Hattusa, la capital del Imperio Hitita.
Hasta mediados del siglo XIX, los hititas apenas aparecían mencionados en fuentes de la época. Por lo general, se les consideraba un pueblo poco significativo del sur de la Anatolia, tal y como muestran las referencias en fuentes bíblicas. Según avanzaron las excavaciones, fueron apareciendo múltiples artefactos y más referencias que mostraban que el Imperio Hitita fue algo más de lo que se creía hasta entonces.
Las mejoras en la interpretación de los textos y, sobre todo, el gran logro de descifrar la escritura cuneiforme, permitió durante la segunda mitad del siglo XIX entender que el Imperio Hitita se trataba de igual a igual con las otras grandes potencias de la región. Las fuentes halladas por toda la Anatolia dejaban claro que su poder iba mucho más allá de la capital, y su contenido hablaba de egipcios, asirios y babilonios. Esta relación de respeto comercial y militar era recíproco, ya que los textos hallados y descifrados en Babilonia, Asiria e incluso Egipto, también había referencias respetuosas hacia los hititas.
En el año 1906, en unas excavaciones en la Anatolia, el alemán Hugo Winkel encontró unas tablillas de arcilla que relataban en hitita los acontecimientos de la Batalla de Qadesh, pero, por primera vez, desde la perspectiva hitita. Muwatalli II, rey de los hititas en 1274 a. C., fue quien lideró el ejército al que se enfrentó Ramsés II. Este ejército no solo incluía efectivos hititas, sino que también estaba acompañado de varios pueblos menores de la región que buscaban limitar la influencia del Nuevo Imperio de Egipto en la región.
Un análisis conjunto de las fuentes hititas y egipcias sugiere que, en realidad, la batalla no fue una victoria para Ramsés II, tal y como él relató, sino que terminó en tablas. Un empate que no benefició a ninguna de las partes, dado que tanto egipcios como hititas sufrieron un gran número de bajas, por lo que podemos considerar que ambos salieron perdiendo, e incluso podemos llegar a afirmar que Egipto salió peor parado. Al regresar Ramsés II, Egipto perdió casi toda la influencia que tenía en el Levante Mediterráneo de forma definitiva6.
El sesgo de supervivencia
En la actualidad, la batalla de Qadesh es una de las mejor documentadas de la Antigüedad. Tenemos varias fuentes que relatan la batalla desde el lado de los egipcios y del lado de los hititas, así como el tratado de paz más antiguo del que tenemos constancia. Pero, como hemos visto, esto no fue siempre así. Durante más de 3 000 años, todas las fuentes fueron directa o indirectamente egipcias, mientras que el resto de fuentes no pudieron ser utilizadas para entender lo que allí había acontecido.
Con los nuevos hallazgos, a partir del siglo XIX, se ha podido reconstruir una historia que es algo más fiel a la realidad. Ahora sabemos que, por mucho que Ramsés II se considerase el faraón más importante de Egipto hace varios cientos de años, la realidad es que fue un breve periodo próspero en plena decadencia del Nuevo Imperio de Egipto. De hecho, casi toda su prosperidad se vio reflejada en la monumentalidad de sus construcciones, pero no fue partícipe de cambios sustanciales en la prosperidad y funcionamiento del imperio.
En la actualidad, la historiografía busca mecanismos para intentar sobreponerse a este sesgo de supervivencia. No solo se trata de analizar las fuentes existentes, sino de ser capaces de entender hasta qué punto esas fuentes son fiables y que posible motivación tenían. Y, lo que es más importante, saber evaluar qué posibles fuentes son las que no tenemos. Todos esos escritos y edificios que, de forma activa o pasiva, fueron destruidos y no han llegado a nuestros días.
Si volvemos al ejemplo de Qadesh, tenemos múltiples fuentes de hititas y egipcios, pero en ambos casos las fuentes únicamente representan a las élites en el poder. Con ello podemos reconstruir la historia, pero somos conscientes que no sabemos la opinión de otros estratos sociales de hititas y egipcios, ni tampoco la de algunos pueblos cercanos que pudieron estar implicados. Es más, es posible que haya pueblos tan pequeños e irrelevantes que posiblemente no sepamos ni de su existencia.
Es imposible pretender que llegaremos a escribir la historia de forma fiel a la realidad de su época, pero sí que podemos establecer unos límites dentro del ámbito desconocido, dejando patente en todo momento las incertidumbres y posibles interpretaciones.
Puede que la historia sea justa, pero no olvidemos que la escribieron los vencedores
Alexis Guignard, 1842
Os he traído esta cita de Alexis Guignard porque es la primera que he encontrado que hace referencia a esa idea, pero es algo que se ha repetido en múltiples ocasiones a lo largo de la historia. La idea es atractiva, pero creo que es muy importante matizar.
Los vencedores, o más bien aquellos que se mantienen en el poder, son los que escriben las crónicas y quienes deciden qué fuentes son las que se preservan y cuáles son eliminadas. Historiadores y arqueólogos son los encargados de analizar todas las fuentes disponibles, entender quién estuvo detrás de esas fuentes y qué posibles intereses querría defender, y evaluar qué fuentes no están disponibles. Con toda esa información, se construye una interpretación de los hechos que tendrá que ser revisada de forma continua, a medida que se encuentren nuevas fuentes o que existan nuevas perspectivas que evaluar.
El pasado 16 de abril se publicó mi primer libro, sobre la historia de la propaganda. Precisamente la batalla de Qadesh ocupa una parte privilegiada, ya que es una de las primeras historias que cuento para aportar un contexto necesario a la importancia de controlar la narrativa y el relato.
Echad un vistazo si queréis más detalles… ¡Y corred la voz!
Aquí os dejo la intervención en cuestión, en la que hablé de mapas. También fue parte de un evento Naukas Bilbao.
Hubo muchas otras intervenciones muy interesantes. En Twitter recopilé algunas de ellas, por si os apetece ojearlas.
El Levante Mediterráneo se refiere a la parte oriental del mar Mediterráneo. Aclaro porque no sabía que había gente que lo confundía con el Levante español, justo al lado opuesto del mar Mediterráneo.
Tanto el Egipto helenístico como el Imperio Romano necesitaron esa lista de reyes para legitimar su poder en la región. Algo común en la historia, y en el mundo de la propaganda, es establecer una línea continua que te una con los mandatarios que llevaron a una región particular a su máxima grandeza.
En 1903 se hizo la primera reconstrucción de la batalla de Qadesh, que solo incluía fuentes egipcias. A partir de 1912 se realizaron muchas reconstrucciones más, incluyendo e interpretando las fuentes que iban apareciendo. Aquí tenéis un buen ejemplo de 1996, en el que aparecen agrupaciones, flancos, e incluso número de carros utilizados por cada uno de los combatientes. Incluye hasta la emboscada inicial de los hititas que casi logra una victoria inmediata.
Ramsés se vino claramente arriba pero, en su defensa, hubo (hay) verdaderos profesionales no solo en dominar el relato, también en escamotear el contrario, rollo damnatio memoriae. Gran post y mejor presentación!
Me encantó la charla que vi in situ. He visto también la charla anterior en NAUKAS. En la primera que diste, por decir algo, un cierto nerviosismo natural. En la de este año, nada que objetar y te lo dice un viejo académico con el culo pelado de ver impartir charlas y clases.
Habíamos planeado @Jeibros y yo el saludarte pero todo se complicó. Otra vez será.